“Avoir, faire et être sont les catégories cardinales de la realité humaine.Elles subsument sous elles toutes les conduites de l'homme”.(Sartre, J. P. (1979) L’être et le néant.Essai d’ontologie phénoménologique,Éditions Gallimard, Paris.)
Difícil es relacionar la pandemia del COVID-19, que sufrimos en el
primer cuarto del segundo milenio, con el verdadero significado y comprensión
que podemos otorgar al concepto de “libertad”. El planeta está infectado por el
virus y sus consecuencias son graves: crisis socio-económica, crisis política
frente a las medidas a adoptar, miedos, negaciones o irresponsabilidades,
enfermedad y muerte.
Ante las medidas
restrictivas dictadas por los gobiernos de muchas latitudes, especialmente los
europeos, surgen voces de detractores o defensores de esas medidas según
ideologías sustentadas frente a la realidad social pero no como respuesta a la
incidencia del virus y su pasmosa facilidad de reproducción y ataque.
Los medios de
comunicación están plagados de noticias acerca de la incidencia de la pandemia
contabilizando contagios por millones y muertos por miles. Frente a los
anuncios mediáticos y de los gobiernos sobre la incidencia de la pandemia aún
se alzan voces y se realizan acciones “negando” la existencia del virus,
“alertando” sobre el uso político de los datos, “pontificando” acerca del
origen del virus y “asustando a la población” sobre la pérdida de la libertad
cuando se recomiendan o legislan confinamientos.
En estos momentos tan
importantes para la salud física y psicológica de la población es importante
detenerse unos minutos y bucear en los fundamentos de algunos conceptos
fundamentales para comenzar a entender la pandemia. Uno de ellos es “libertad”.
Uno de los pensadores que
ha analizado profundamente el concepto de libertad es Jean Paul Sartre. En toda
su obra, pero especialmente en “El Ser y la Nada. Ensayo de ontología
fenomenológica” (Sartre, 1954; 1979), el filósofo se ha volcado a la
interpretación del ser del hombre y su libertad.
Tal vez su relectura nos
permita acceder a alguna aclaración pertinente con respecto al uso de nuestra
libertad frente a la realidad de este momento crucial de la historia de la
humanidad.
Podemos y debemos citar
aquí a Sartre con precisión investigadora utilizando referencias comprobables
de las mismas o parafrasear su magnífica y profunda prosa. Confío en que ambas
posibilidades puedan ayudarnos a comprender.
Comienza Sartre el primer
capítulo de la cuarta sección de su obra “El ser y la nada” en el que trata el
tema de la libertad diciendo que “Tener, hacer y ser son las categorías
cardinales de la realidad humana. Subsumen en sí todas las conductas del
hombre.” (Avoir, faire et être
sont les catégories cardinales de la realité humaine. Elles subsument sous
elles toutes les conduites de l'homme. Sartre, (1979). pag. 487).
Estas categorías citadas por nuestro autor nos abren
a la lectura del texto y nos predisponen a relacionarlas con la propuesta de
otros autores. El mismo Sartre cita a Denis de Rougemont cuando escribía, en su
artículo sobre Don Juan: «Il n'était pas assez comme pour avoi» [Su ser no era
lo bastante como para tener].
“En particular, la
libertad, al tomarse como fin a sí misma, ¿escapará a toda situación? ¿O, por
el contrario, seguirá estando situada? ¿o se situará tanto más precisa e
individualmente cuanto más se proyecte en la angustia como libertad sujeta a la
circunstancia, y cuanto más reivindique su responsabilidad a título de
existente por el cual el mundo adviene al ser? (Sartre, 1979, pag. 692 o en
Sartre, 1954, pág. 383)
A la primera pregunta
contestamos con una afirmación sartreana pero que muchos aceptamos como propia:
El hombre está condenado a ser libre (Sartre, 1973) Sabemos que, desde la
óptica de muchos filósofos, la libertad es inherente a la condición humana y
que, por ello, el hombre es absoluto responsable del uso que haga de ella.
La segunda pregunta
implica conocer y aceptar las limitaciones que la libertad tiene en cuanto el
ser humano es un ser-en-el-mundo. Y en ese mundo existen “los otros” que, con
el ejercicio de su libertad, limitan la nuestra. Así aceptamos que la libertad
del uno está limitada por la libertad del otro. Para Sartre el ser humano es
responsable de su existencia, de sus acciones y decisiones, y que, puesto que
nada prefigura o define su conducta, no está atado sino a sus elecciones. El
hombre es responsable absoluto de sí mismo, y, en consecuencia, es el que se
inventa a sí mismo, definiendo, mediante su conducta, sus obras y sus actos,
quién es y cuál es el sentido de su existencia.
La tercera pregunta
complica mucho la posibilidad de explicación en un breve texto. Pero aceptemos
que la angustia que provoca el uso de nuestra libertad sujeta a las
circunstancias es mucha y promueve el uso de la responsabilidad sobre toda
nuestra existencia. ¿Porqué la angustia está asociada las circunstancias? Porque
la libertad nos condena a ser un ser que determina su ser en la medida de estar
condenado a enfrentar el mundo e incorporar esa facticidad mundana en el modo
de constitución de la existencia.
Vemos aquí que, como una
minúscula muestra de todo un tratado sobre el ser del hombre, Sartre nos
plantea tres preguntas que pueden ser fácilmente trasladables a las
circunstancias actuales de la pandemia mundial por infección de la COVID-19.
Muchas personas pretenden
escapar de la conciencia de inmersión en el mundo global y de la conciencia de
existencia real del virus. Vemos que es imposible escapar al uso de nuestra
libertad. Y en su negación del virus afirman esta última apreciación: son
libres para elegir negar.
Pero al elegir negar y no
aceptar las medidas de prevención o restricción están poniendo en peligro la
salud comunitaria. Por lo que su libertad choca con la libertad de muchos que
eligen “supervivir” (vivir por encima de las circunstancias) y derrotar al
virus. Su libertad choca con la libertad de los otros. ¿Serán, como menciona
Sartre, responsables absolutos de su sí mismo, de su libertad y de las
consecuencias de sus conductas?
Tal vez debamos
detenernos en la tercera pregunta y mencionar que la angustia ha crecido en
todos nosotros, exponencialmente, en el tiempo de desarrollo de la pandemia. A
los “negacionistas” les angustia las restricciones a su libertad pero no la
relacionan con la responsabilidad inherente a esas acciones que configuran,
inevitablemente, su ser. Y se convierten, a nuestro entender, en “seres
alienados”, ubicados fuera de la mayoría de la población que ansía colaborar
para que se produzcan las acciones necesarias para el control del virus. Porque
a nosotros, los otros, nos angustia enormemente lo contrario a lo que les
produce angustia a ellos: la enfermedad, la muerte propia o de seres queridos o
la destrucción de medios de bienestar o supervivencia.
Recordar que, según
Sartre (1973) muchas personas se nos muestran como exentos de angustia pero
que, en realidad, la están enmascarando porque huyen de la verdad. Creen ser
libres porque se comprometen con sí mismos olvidando que, si todos procedieran
así, la pandemia triunfaría y eliminaría a la humanidad. Se encogen de hombros
y se disculpan diciendo que no todos proceden así. Si uno insiste con la
pregunta se refugian en una mentira actuando de una forma tal que Sartre define
como “mala fe”.
Aunque la angustia se
enmascara, finalmente termina apareciendo. Es la angustia que Kierkegaard
llamó, en “Temor y Temblor”, la angustia de Abraham por tener que decidir si
escucha la orden de Dios, si la sigue, si lo que escucha es su verdadera
palabra o delirio o si es señalado como el verdadero ejecutor de la orden
divina o le corresponde hacerlo al hijo.
La angustia que conduce a
la inacción es la que aparece enmascarada. El otro tipo de angustia, la angustia
vital, es aquella que conocen todos los que han tenido que asumir
responsabilidades. Más especialmente cuando la conducta elegida implica la
existencia de otros. Seguramente hay varias posibilidades y el hombre debe
asumir una únicamente. Debe interpretar la realidad y actuar. Y de esa
interpretación puede depender la vida de los otros en la pandemia. Este tipo de
angustia no impide actuar. Es motor de la acción auténtica de los hombres. La
inacción es “acción de mala fe”. Dice Sartre (1973) que la angustia “no es una
cortina que nos separa de la acción, sino que forma parte de la acción misma”.
Insiste nuestro autor en
que un existencialista tiene que sostener una moral de acción y compromiso. Y
así nos dice, textualmente (Sartre, 1973) “Para obtener una verdad cualquiera
sobre mí, es necesario que pase por otro. El otro es indispensable a mi
existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo. En estas
condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo el
otro, como una libertad colocada frente a mí, que no piensa y que no quiere
sino por o contra mí. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la
intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los
otros”.
Queda claro que en esta
pandemia del COVID-19 se pone de manifiesto, momento a momento, que debemos
elegir una acción y responsabilizarnos de ella. Por supuesto que afirmamos,
junto a muchos autores, que el hombre se mueve en el mundo a partir de sus
valores. Pero estaremos de acuerdo que la libertad es uno de esos valores
fundamentales. Los hombres auténticos buscan la libertad auténticamente, sin
“mala fe”. Queremos y amamos la libertad en todo momento pero rápidamente
descubrimos que esa libertad depende enteramente de la libertad de los otros y
de las circunstancias. No puedo tomar mi libertad como un fin si no considero,
asimismo, la libertad de los otros.
Hemos tomado algunos
aspectos de la postulación sartreana acerca de la libertad, la responsabilidad
y la autenticidad. Por cierto, correspondería confrontar estas ideas con otros
autores que seguimos en este campo lleno de obstáculos que es la formación y
postulación de ideas existenciales. Pecaremos de sostener un pensamiento
limitado si no discutiéramos estos aspectos con lo sostenido por autores
(mencionados al azar) como Kierkegaard, Scheler, Dilthey, Heidegger,
Binswanger, Spranger, Frankl, Jaspers, von Weizzacker, y tantos otros.
Mantenemos una tensión
dinámica destinada a relacionar a otros autores en la consideración e interpretación
posible de los efectos de la pandemia del COVID-19 en el pensamiento y acción
de todos los seres humanos del planeta, hoy afectados o enfrentados a su
acción.
Sartre, J. P. (1954) El ser y la nada, 3 vols., Iberoamericana, Buenos Aires, 2ª ed.
Sartre, J. P. (1973) El existencialismo es un humanismo. Ed. Sur, Buenos Aires.
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