Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

miércoles, 25 de mayo de 2022

RECORDEMOS LA DEFINICIÓN DE PERSONALIDAD SEGÚN LERSCH

 




La situación del Hombre en nuestro mundo actual es la del expectante Capitán de un barco en la tormenta que ansía llegar a puerto pero anticipa conductas defensivas que no lo lleven al naufragio. El presente globalizado muestra estructuras sociales que se deshacen anunciando el naufragio.  El hombre de hoy tiende a reconstruir su ayer observando en las playas solamente restos de otros naufragios. Algunos transforman esta visión apocalíptica en una búsqueda inquieta que permita el sentido pleno de la existencia, deseosos de articular lenguajes diferentes, de reconstruir armonías perdidas, de convivir en una comunidad capaz de ser-en-el-amor, sanando las actitudes negativas con una espiritualidad en armonía con el cosmos y la naturaleza.

          Al examinar el desenvolvimiento de las funciones psíquicas en la Persona, la Psicología ha intentado describir la formación de la Personalidad como el resultado sintético de su actividad general. La Personalidad es, así, una adquisición progresiva y continua en el curso de la existencia. Para Lersch[1] la Personalidad expresa, sintéticamente, el resultado de la estructuración de los aspectos orgánicos, psíquicos y espirituales del hombre. Sus características fundamentales son las de UNIDAD Y  CONTINUIDAD.[2]

Concebida como el resultado de una función, su unidad es inconcebible sin su continuidad. Siendo ella resultado de la experiencia individual sería absurdo concebir a este resultado como estático e invariable para cualquier Persona. La Personalidad es una pero siempre diferente de sí misma. Incluye las funciones biológicas que no le dan entidad mas que “ab initio” y persisten invariadas como fundamento estructural a través de los constantes cambios resultantes del contraste con la experiencia intra y extra psíquica.

El carácter de fundamentación constitutiva, programadora de esta base biológica, que implica una organización bioquímica, anatomo-fisiológica, inmunológica, enzimática, etc., tiene carácter de recapitulación del proceso de hominización, esto es, de abreviación singularísima ontogenética de un largo proceso filogenético en medio del cual ha podido surgir el hombre.

Este proceso del surgimiento del Hombre, tan en estrecha relación con los procesos de la herencia, ha permitido el surgimiento de teorías “sociogéneticas” que postulan la “herencia históricamente condicionada”. No compartimos esa postura. Preferimos adherirnos a formulaciones teóricas que postulan a esa herencia como un proceso que se actualiza, perfecciona y configura de un modo único en la Persona humana, desde la concepción. El pensamiento de Juan Rof Carballo[3] al respecto será considerado más adelante.

Desde ese momento, la concepción, y hasta el sublime de la madre al “dar a luz” (aún en las peores circunstancias) para que la Persona “vea la luz”, las primeras relaciones infantiles y el entorno van a ir determinando, radical y primariamente, la forma de interpretar esa realidad y la Personalidad se configurará única e irrepetible.

La realidad trascendental de este encuentro primario en que el hombre es constituido suele ser desvirtuada o diluida por la conceptualización parcializada. Se acentúa el análisis de su potencial hereditario, se destaca la actualización por el ambiente de este potencial genético, se fija exclusivamente la atención en la relación simbiótica madre-niño, se multiplican los vértices de estudio al subrayar la importancia de la socialización en la primera infancia, se lo correlaciona con las etapas evolutivas o se pretende sintetizar todo esto en la relativa significación de la amplitud “inteligente” o “adaptativa” del ser humano.

¿Será cada uno de estos aspectos o todos, simultáneamente?

Quedarse fijado en distinciones entre “energía” o “estructura”, “instancias”, “topografías” o “estratos” de la Persona investidos de energía libidinal que la van modificando es dejar de lado el progreso de la ciencia en general que tiende a examinar la realidad como organizaciones complejas que la organizan en distintos niveles de “entropía”. Para el ser humano es posible aceptar que esa “energía” se invierte o anima en una estructura, la estructura de la Personalidad, que produce una unidad radical entre estas fuerzas instintivas, las organiza en un desarrollo multidimensional y permite su manifestación de acuerdo a distintos niveles de integración intra y extra psíquicos presentes en una armonía que madura y crece en el vínculo interhumano.

Entendiendo la Personalidad como una estructura cuyos componentes organizados responden a estímulos complejos, podemos observar y describir la ordenación y disposición de sus relaciones y conexiones como una totalidad, no limitada a la suma de sus partes y con una acción dinámica de carácter teleológico. Esta construcción, ordenación y articulación simultánea de la Personalidad en una sucesión temporál única y finita, que determina sus modos de expresión y significación

Para P. Lersch[4] el concepto de Persona designa la estructura ascencional que culmina en el desarrollo de una teoría que podría calificarse de Psicología ontológica. En Lersch están integrados el largo pasado que da lugar a la moderna Psicología  y  en su corta historia puede encontrarse en este autor una elaboración magnífica de una síntesis creadora acerca de la Personalidad. Esa síntesis la expresa en su teoría a través de los conceptos de división básica de la Personalidad en un plano endotímico y en una superestructura personal que pusieron fin a los antagonismos que caracterizaron la Psicología de la primera mitad del siglo XX. Su obra puede considerarse una Triebpsychologie (psicología de los instintos) pero a diferencia de Freud, su concepción de la vida humana es pluritemática, abierta a la diversidad de lo humano en el plano individual y social. Sin que se convierta en una barrera infranqueable para el estudio de la naturaleza humana, pone distancia entre el Hombre y los animales.

No niega en el plano psíquico las analogías con la vida instintiva animal pero se ponen de manifiesto sus peculiares y sustanciales diferencias. La clave para la comprensión de su teoría está en que considera la vida instintiva humana, aún en el plano del hambre y sexo, como mas tendencial que propiamente instintiva. Prefiere el término en alemán de antrieb (tendencia) por el de trieb (instinto).

Coincidimos, plenamente, con este autor y consideramos que no solamente es imprescindible el conocimiento de su teoría por todos los estudiosos de la Personalidad sino que nos es de suma utilidad para la comprensión de la Persona  que consulta en sus dimensiones bio-psico-social y espiritual.

La Personalidad, dice Lersch, no puede compararse con un árbol en el que las raíces permiten la verticalidad y el sostén de su estructura al viento. La semejanza con el Hombre es estrictamente inversa. Las raíces deberán ser superiores para que la comparación fuese aceptable porque permiten la expresión valorativa y el uso de la libertad que son esenciales para la trascendencia del Hombre. Esta realidad suprabiológica no niega el plano de la vitalidad. En la consideración de la Persona la verticalidad está sostenida por esta superestructura. De allí la comparación que hace el Prof. Ramón Sarró en el prólogo del libro citado.

Lersch, que rescata para la Psicología el arte de la visión inmediata de los fenómenos, utiliza el método fenomenológico para el análisis cualitativo de la experiencia. En este sentido incluye el análisis de la percepción, de la tectónica de la personalidad, el análisis de los aspectos tendenciales y emocionales, intentando penetrar en la intimidad de los fenómenos relativos al hombre, no en forma teorética, sino en su quidditat, en su esencia.

En el importante prólogo que Sarró hace para el libro de Lersch destaca que el autor supera el axioma subjetivista que daba punto de partida legítimo para la Psicología a la introspección, el axioma atomista que establece una relación de jerarquía entre los elementos concientes y los fenómenos superiores, el axioma sensualista que destaca la fundamentación en los sentimientos elementales para justificar la genética de la vida psíquica o el axioma mecanicista que, mediante principios asociativos,  justifica el enlace de las vivencias simultánea y sucesivamente.

En sustitución de estos axiomas Sarró[5] encuentra en Lersch los siguientes principios que resumen, magníficamente, su obra:

1.    La concepción, tanto de la vida tendencial como emocional, es pluritemática.

2.    Los distintos métodos psicológicos son convergentes; son diversas perspectivas de un mismo objeto.

3.    La conceptuación psicológica no es delimitativa, sino acentuante, es decir, un fenómeno psicológico forma siempre parte de la totalidad y conceptuarlo equivale a destacarlo sobre ese fondo global.

4.    Las distintas funciones psíquicas no son distintas en el sentido de que funcionan independientemente; actúan indisolublemente entrelazadas constituyendo una “Gestaltkreis”, una circularidad funcional, ininterrumpida. Así, la percepción es en su primer plano, pasiva, pero en su plano de fondo, es activa en tanto que apetitiva. Así mismo, la apetición es sentimentalidad, e inversamente. Y todo este sistema circular y circulante no está cerrado sobre sí mismo, sino que es “comunicante”, constantemente abierto al mundo. La vida psíquica es relación, esta oscilación antropocósmica, este diálogo entre “ego” y mundo, concebidos, no como entidades independientes, sino como polos de una misma realidad. Por ello la imagen del mundo pertenece a la psicología tanto como los más íntimos procesos volitivos e intelectivos.

5.    El principio de la estratigrafía en sentido vertical realiza la misma función que el de circularidad en el plano horizontal, es decir, que es a un tiempo diferenciador e integrativo; los estratos no tienen existencia independiente, son sólo “regiones” de la vida psíquica global.

6.    El principio de la persona como integración total y estructurada de la vida psíquica

Para constituir una Psicología moderna, capaz de plantear el problema de su unidad y las posibilidades de interdisciplina y transdisciplina, Lersch[6] reconoce su deuda con el pasado, producto de su reflexión científica sobre el hombre basado en Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Gracián, Pascal, Shopenhauer, Nietzche, Wundt, Krüger, Husserl, Scheler y Heidegger, en una corriente integradora que no desprecia la base de una ciencia natural experimental pero que agrega el aspecto cultural.

 






[1] Lersch, P. – La estructura de la Personalidad, Edit. Scientia, Barcelona, 1968 – pgs. 54/57

[2] Lersch, P. – op.cit. pag. 57 dice: “Por el contrario, se es persona en una acepción mucho más amplia en la constitución ontológica del mundo, como ser humano singular, único e insustituíble, que realiza y experimenta su existencia en y con el mundo, a través de las múltiples funciones y contenidos de la vivencia.”

[3] Rof Carballo, Juan – El Hombre como encuentro – Ediciones Alfaguara, Madrid, 1973.

[4] op. cit.

[5] Lersch, P. – op. cit. Prólogo, pag. XXVI y XXVII. Prólogo de Ramón Sarró.

[6] Op.cit. pag. XXXIX a XLV,