Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

domingo, 26 de febrero de 2017

VINO, FILOSOFÍA Y PSICOTERAPIA


Dr. José Martínez-Romero Gandos
febrero de 2017

            Popularmente se afirma que los borrachos siempre dicen la verdad. Estamos seguros que la embriaguez etílica no conduce a ello. El vino es tema de canciones, novelas, pinturas, esculturas o películas. Pocos lo asocian con la Filosofía o la Psicología. Veamos esta faceta interesante de una bebida cuyos orígenes vino se confunden con el origen de nuestra civilización. Griegos y romanos difundieron a la par la filosofía y el cultivo de la vid. Pero el vino no fue inventado por los griegos sino que fue importado por primera vez en cántaros desde Creta. Su cultivo se extendió desde la costa meridional del Mar Negro al monte Nisa en Libia, y luego por Palestina hasta llegar a Creta de donde se llevaría a Grecia.
            Según la mitología griega fue Dioniso el inventor del vino. Hijo de la mortal Semele y del divino Zeus, a través de sus conquistas militares habría extendido su cultivo y su culto por todo el mundo.
            El bien y el mal se representan en la mitología de diferentes formas y con diversos personajes. Pero si queremos referirnos a un filósofo que ha considerado cuáles son los fundamentos del bien y del mal debemos citar a Sócrates (470-399 a. C.) . Según Sócrates, podemos subdividir el bien y el mal en tres categorías: a) del alma, b) del cuerpo y c) del externo. El cuerpo es herramienta y cárcel para el alma.  A veces, Sócrates parece rechazar el bien para el cuerpo, el bien material, prefiriendo el bien para el alma; pero, a veces, parece que acepte ambos. Esta ambigüedad entre los bienes para el cuerpo y para el alma puede ser explicada diciendo que todo tipo de bienes es bueno hasta que éstos no se contrasten: la búsqueda del placer físico se convierte en mal cuando lo situamos antes del placer intelectual.
            Esto no significa que Sócrates no reconociera la importancia de las pasiones y de las emociones, sino que en cualquier ámbito de la vida humana el único instrumento para llevar a un comportamiento bueno es el saber (conciencia). No hay que confundir la posición de Sócrates con formas del rigorismo ascético. Al contrario, es una forma de hedonismo, porque su objetivo fundamental es la búsqueda de la felicidad ( en griego, "eudaimonia"). Este saber es capaz de valorar los placeres, considerando las consecuencias buenas o malas que puedan resultar de ellos.
            No deseamos introducirnos en un exhaustivo estudio de las relaciones entre la Filosofía y el vino. Nos permitimos saltar, entonces, al siglo XIX en el que se producen cambios fundamentales en el ámbito de la ciencia y la economía. La Filosofía refleja esos cambios en sus discusiones y se enfrentará a la  influencia de nuevas corrientes de pensamiento como el idealismo absoluto, el nihilismo y el materialismo dialéctico.
            Pero, para nosotros, el gran aporte del S.XIX lo constituye la aparición del Existencialismo, nombre que usamos para designar a una corriente filosófica que tuvo su origen en ese siglo y se prolonga hasta nuestros días. Los filósofos existencialistas se centraron en el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones y el significado de la vida.
            Uno de sus primeros referentes fue Sören Kierkegaard. Para Sören Kierkegaard (Copenhague 1813 – 1855) hay tres modos de concebir la vida y de realizar la propia existencia entre los que el hombre puede elegir: el “estadio estético”, que persigue el goce sensual y vive atrapado en la inmediatez del momento; el “estadio ético”, que interioriza normas de alcance universal y vive conforme a ellas, y el “estadio religioso”, la existencia más auténtica a la que puede aspirar la persona, pues sólo ante Dios adquiere plenitud la vida humana.
            Tal como Sócrates, Kierkegaard gustaba del vino. Y pocos recuerdan que un libro perteneciente a los “textos estéticos” del filósofo danés es In vino veritas –“en el vino está la verdad”–, obra en la que cinco “estetas” hablan del amor, pero sobre todo de la mujer, durante una velada de mesa y mantel, es una provocadora pieza de inspiración socrática, tanto por su paralelismo formal con El banquete de  Platón como por su utilización del método de la comunicación indirecta.
            El estadio estético está representado para el autor por la figura de Don Juan, de Mozart, el seductor que persigue un ideal de vida hedonista y sensual y que, al no reconocer a los demás sino como objetos, tampoco se realiza como verdadero sujeto.
            La nueva posibilidad se abre con otra opción: la de la vida ética. La relación con los otros, especialmente simbolizada por Kierkegard en el matrimonio, implica el ejercicio de la libertad y de compromisos éticos en las relaciones interpersonales.
            Para el autor, el hombre tiene todavía la posibilidad de un mayor conocimiento de sí mismo en un plano superior: la vida religiosa. Aquella vida que se ejemplifica en el sacrificio de su hijo por Abraham y que analiza, magníficamente, en el libro “Temor y temblor”, que recomiendo. El hombre, aún el religioso, permanece siempre en la angustia en la medida en que cualquier intento de apartarse de la verdad le acerca inmediatamente el futuro.
            Este hombre es esencialmente finito y no puede alcanzar un saber total a través de un sistema de ideas; sólo puede acercarse progresivamente a la verdad de la propia existencia, a cuyo término no existe ninguna verdad racional u objetiva.
            Estas consideraciones de más de veinte siglos de existencia nos obligan a observar el siglo actual en el que las conductas resultado de la ingesta de bebidas alcoholicas llevan, a menudo, a consecuencias negativas que indican comportamientos socialmente criticables.
            Un famoso neurólogo, psiquiatra y psicoterapeuta vienés del S.XX, Viktor E. Frankl (1905 – 1992) nos dice que el hombre de hoy carece de instintos que le digan lo que tiene que hacer, contrariamente a los hombres del pasado que conservaban tradiciones y regulaciones éticas que le indicaban lo que debía ser. Al no saber lo que tiene que hacer e ignorando lo que debe ser puede caer en la tentación de hacer lo que los demás hacen o desean (conformismo) o hacer lo que los demás imponen (totalitarismo). Un tercer riesgo es desarrollar lo que el autor llamó “neurosis noógenas”.
            Diferenciar esta “neurosis noógena” de la neurosis en sentido estricto se hace necesario porque los conflictos que desarrolla son conflictos de conciencia, colisión con los valores e intensa frustración existencial.
            Aquí debemos preguntarnos si podemos hoy ayudar al Hombre existencialmente frustrado a encontrar un sentido en su vida. Muchas personas piensan que tal  vez  es tarde para esta tarea en un mundo totalmente globalizado, en crisis y vacio existencialmente. Creemos que no.
            La globalización nos somete a cambios y presiones a veces no deseados. Debemos prepararnos para incorporarnos a esta etapa del desarrollo mundial sin que perdamos, ni un ápice, nuestra condición de Persona. Algunas consecuencias negativas inmediatas del proceso de globalización de la sociedad y la economía, no son muy gratas. Las presiones económicas, la recesión, la pobreza estructural y la crisis generalizada golpean a la sociedad sin horizontes claros de reacción.
            Solamente una perspectiva "holística" y no "globalizante" permitirá descubrir sus verdaderas necesidades y proveer al desarrollo de su condición esencial: Ser Persona. La génesis de este aspecto evolutivo humano es universal. Universal, que no globalizante, porque cada persona es única e irrepetible, libre y responsable para decidir sobre su futuro y sobre su autotrascendencia. La globalización no siempre permite este aspecto esencial de la Persona. La clave para evitar la caida en el vacío existencial, la profusión de adicciones, el aumento de las enfermedades de todo tipo y las guerras es la solidaridad.
            Para responder a las preguntas que las personas le formulan frente a la creciente frustración existencial provocada por nuestra sociedad consumista, exitista, competitiva y carente de oportunidades (especialmente en el ámbito del trabajo) se ha desarrollado, en el mundo entero y en especial en Argentina y toda Latinoamérica, la Logoterapia creada por el Dr. Viktor E. Frankl. En esta dimensión de fenómenos auténticamente humanos es en el que se muestra, dramáticamente, la frustración existencial y el cada vez mas difundido “vacío existencial”, que tan maravillosamente describiera su creador.
            Estos frustración y vacío de sentido encuentran un rápido canal de expresión en la agresión. No hablamos de “amor-odio”, nos referimos a la descarga agresiva. Agresión a espaldas de normas y valores sin que podamos justificarla (a la agresión) con discursos infructuosos que parten de justificaciones biológicas o psicológicas. Las industrias del “placer” encuentran oportunista negocio en este aspecto y en su complemento inevitable: la adicción. En los adictos  aparece el complejo de vacuidad en el cien por cien de los casos. Adicción a cualquier cosa: da lo mismo drogas, fármacos, bebidas o televisión y juego. “Potencialidades agresivas” justificadas por los teóricos como una “intención de canalizarlas y sublimarlas”. El problema es que dañan, habitualmente, a personas y situaciones en las cuales realizan la descarga, sin considerar perjuicios auto y hetero dirigidos.
            Nos decía Frankl que esta frustración existencial no es manifiesta sino latente. El vacío existencial permanece larvado y se muestra con varias máscaras. Una de ellas es la depresión. No aquella reactiva al sufrimiento, la carencia de alimento para los hijos o a la pérdida de un ser querido. La depresión por la conciencia de una vida sin sentido. Aquella depresión “de los ejecutivos, ricos o poderosos” que aún arrojados a la intensa actividad social, cultural o deportiva, reprimen su “voluntad de sentido” por una “voluntad de poder y dinero”. No nos confundimos con aquellos estados depresivos endógenos en los que la enfermedad impide las cavilaciones sobre el sentido de la vida.
            La frustración existencial no es patógena en muchas personas pero es muy posible que pueda llegar a serlo y desembocar en neurosis si no se mantiene la meta de un sentido de vida autotrascendente.
Para evitar la enfermedad el Logoterapeuta debe ser conciente y hacer conciente en el paciente que ahora mas que nunca, en este momento de crisis social, la vida del hombre común y también la del hombre que sufre, sigue teniendo sentido A PESAR DE TODO.
            Adicción, agresión, depresión son claros síntomas en la conducta del hombre actual y constituyen la problemática principal de nuestro entorno. “¿Qué derecho tenemos para atrevernos a decir que la vida nunca deja de tener un sentido para todos y cada uno?  Lo afirmamos desde la convicción de que el hombre es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tiene ninguna salida. (Frankl)”.
            El desafío es construir un sistema en el que la solidaridad sea el centro. La vertiginosidad con que la globalización difunde sus mensajes impide a los ciudadanos una elaboración crítica y ética de su verdadera influencia. No es fácil darse cuenta cuando se es bombardeado por propaganda en todos los medios  de comunicación y en todas las formas posibles. Deslindar la verdad es muy difícil e impide la expresión auténtica de sentimientos y proyectos.
            Prever los problemas psicopatológicos derivados de sentimientos profundos de soledad provocados por esta sociedad globalizada, vigilar la aparición de comportamientos alterados que modifican e impiden esa plenitud de vida, encarar las sutiles y a veces brutales circunstancias en las que se altera la convivencia familiar y contribuir al bienestar de nuestros niños y mayores, es el desafío de la hora.
            El hombre común, sin ninguna elaboración intelectual, sin la necesidad de ningún estudio sistemático, vivencia esta naturaleza espiritual de su ser Persona. Vivencia esta angustia por su finitud y se esfuerza en su autotrascendencia. No se le escapa que su vida vale la pena vivirla, plenamente. Y se esfuerza para encontrarle sentido a pesar de las circunstancias que, inevitablemente, lo rodean y frustran muchos de sus proyectos.
            En muchas oportunidades encuentra ese sentido a pesar del sufrimiento que le produce el dolor por la pérdida de un hijo, el dolor físico de una enfermedad o trauma, la carencia de un empleo o una casa, o la necesidad de enfrentar catástrofes naturales.
            Si el Hombre es capaz de esto y mucho mas, ¿porqué llega hasta un psicoterapeuta en busca de ayuda? Algunos porque se encuentran en una profunda crisis frente a estos avatares de la existencia. Otros porque reconocen que padecen síntomas desagradables, penosos, indeseables, que amenazan la tranquilidad de su existencia. Aquellos porque no han podido superar estos trances y dirigir su dolor hacia algo o hacia alguien a quien amar, cayendo en la angustiosa sensación de la carencia de sentido.
            Todos buscan la “cura”, el cuidado de un otro. Ese “otro” puede ser hermano, amigo, hijo o compañero. Muchas veces esta compañía es el verdadero trampolín que los coloca, nuevamente, en la senda del sentido.  Aceptan la transitoriedad de la existencia, superan el sufrimiento y recobran la esperanza.
            Cuando esto no es posible recurren a un profesional en busca de la “cura”. Según de que “cura” se trate consultan a un médico, un psicólogo, un psicopedagogo o un religioso. Cualquiera de estos profesionales es la persona que “impulsada por su eros terapéutico, aprovecha su preparación técnica para cuidar a sus semejantes, como prójimos, cuando lo necesitan o estan enfermos”.
            Quienes nos dedicamos a esta profesión, y en especial los Logoterapeutas, aceptamos y reconocemos nuestra “Misión” como aquella destinada a colocarnos al servicio del otro para ayudarlo a mejorar sus “dolencias” cuando éstas lo agobian, librarlo de su angustia cuando el daño es positivo y facilitar su reencuentro con el sentido, a pesar de todo y contando con los valores de su propia existencia.
            Deberíamos contribuir con nuestra experiencia para el desarrollo de una acción logoterapéutica que se proyecte sobre la comunidad contribuyendo a la promoción y perfección del Hombre en función de valores éticos de solidaridad, logros en el marco superior de la responsabilidad social y calidad de vida respetuosa de la dignidad  de la Persona. La Ciencia y la Técnica tienen que estar al servicio del Hombre y no a la inversa.
            Hemos desarrollado estos conceptos porque creemos, firmemente, en los beneficios de la prevención. Discutir sobre estos temas facilita la comprensión y la toma responsable de decisiones con respecto al consumo de alcohol. La estrategia no debe ser la aplicación en la población con problemas de adicción de prohibiciones o represiones. Muy por el contrario esas políticas no conducen a nada y es imprescindible la prevención y la educación.
            La promoción de consumo responsable de vino es parte de actividades fundamentales en el sector vitivinícola. Los beneficios del vino para la salud ya eran de sobra conocidos desde la antiguedad. Hasta ahora se asociaba el consumo moderado de vino tinto con una serie de ventajas, desde la protección contra algunas enfermedades cardíacas hasta la ayuda contra la demencia. Muchos estudios en Universidades de todo el mundo están dirigidos a averiguar los beneficios de la ingesta moderada de vino.
            Volviendo un momento a los griegos recordemos al poeta Eubulo (360 A.C.) quien afirmaba que “la primera copa, para la salud; la segunda, para el amor y el placer; la tercera, para el sueño.
Tras la tercera copa, los invitados inteligentes se van a casa...
la cuarta copa ya no es nuestra, pertenece a la agresión y a la violencia;
la quinta, al espectáculo escandaloso; y la sexta, a la orgía embriagada”
Dr. José Martínez-Romero Gandos

jmrsentido@gmail.com