Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña - Galicia - España
mayo de 2017
La globalización nos somete a
cambios y presiones a veces no deseados. Debemos prepararnos para incorporarnos
a esta etapa del desarrollo mundial sin que perdamos, ni un ápice, nuestra
condición de Persona.
En muchos países de América y aún en algunos de
Europa padecemos algunas consecuencias negativas inmediatas del proceso de
globalización de la sociedad y la economía, no muy gratas. El aumento de la
deuda externa, la recesión, la pobreza estructural y la crisis generalizada
golpean a la sociedad sin horizontes
claros de reacción.
Los medios de comunicación, los políticos y
economistas, los participantes de Jornadas y Congresos y los representantes del
pueblo intentan resolver esta crisis planteando soluciones que terminan
instalando dos nuevas utopías: la "utopía egoista" y la "utopía
altruísta".
¿Cuál és la utopía egoista?
En esta economía globalizante está premiado el esfuerzo
individual para lograr mayor eficiencia en la producción. Se pregona que el
individuo así obtiene ventajas.
Pero de esta forma no está contemplado el bien
común, el bien social. La comunidad se resiente y los éxitos de unos en este
sistema se convierten en los fracasos de otros. Trabajo para unos. Despido para
otros. La lucha se establece, entonces, por el bienestar general, el ascenso
económico, el logro de bienes de consumo. En este tipo de relación comunitaria
cada uno es enemigo potencial de su vecino, de su compañero de trabajo, de su
familia y hasta de sus amigos. Los jóvenes se acostumbran a perder su trabajo,
perder su familia y hasta perder su pareja en la lucha con un amigo de mejor
posición en el sistema.
Resultado: aumenta la agresividad, se dificultan
las relaciones interpersonales y aparece la ansiedad como un fenómeno
patológico de nuestra época.
¿Cuál es la utopía altruísta?
En el otro extremo las instituciones oficiales y
las Organizaciones no Gubernamentales tienden a programar la distribución
indiscriminada de pseudos beneficios sociales, siempre generales, siempre
mínimos y decididos desde el poder.
Se desconocen las verdaderas necesidades
individuales de la Persona y del joven en nuestro caso. Se modifican las pautas
culturales y la libertad del individuo se ve disminuida, antes que tenga tiempo de darse cuenta.
El ejemplo evangélico viene en nuestra ayuda: le
dan pescado y no le enseñan a pescar. O lo que es peor. No le enseñan a pescar,
no le proveen la red o caña y nunca se ponen a su lado para enseñarle como debe
hacerlo. El principal alimento de este ejemplo está en la compañía, en la
solidaridad, en el uso común del tiempo, del espacio y de los recursos.
Esta presentación intenta llamar la atención sobre
los efectos de la instalación de estas utopías y poder "apelar" a
esos núcleos dirigentes y a la juventud para que instalen una cultura del dar,
del compartir y del solidarizarse. Motivar las reservas valorativas de la
juventud no siempre es tarea fácil. No es conveniente considerarla "un
recurso humano del futuro" porque se olvida de esta manera su condición de
Persona.
Sin posibilidad de
"clonación" cada "joven" necesita cuidados que van
ligados a una complicada trama psicosocial en la que manifiesta sus valores y
en la que desarrolla sus procesos de adaptación. Solamente una perspectiva
"holística" y no "globalizante" permitirá descubrir sus
verdaderas necesidades y proveer al desarrollo de su condición esencial: Ser Persona. La génesis de este aspecto evolutivo humano es universal. Universal,
que no globalizante, porque cada persona es única e irrepetible, libre y
responsable para decidir sobre su futuro y sobre su autotrascendencia. La
globalización no siempre permite este aspecto esencial de la Persona. La clave
para evitar la caída en el vacío existencial, la profusión de
adicciones, el aumento de las enfermedades de todo tipo y las guerras que
aparecerán como una inversión del capital sobrante en las economías dominantes
es la solidaridad.
Desde
nuestra posición ideológica debemos reconocer los cambios en la realidad social
pero alertar sobre las posibilidades, casi seguras, de caída en el vacío
existencial, en la vida sin sentido y en la superficialidad de la actividad
cotidiana. Debemos preocuparnos intensamente por ese futuro porque pronto nos
toca insertarnos en él.
La esperanza de vida aumenta y con ella la necesidad
de asistencia especializada. Los sectores que necesitan mas apoyo son los
ancianos, los desocupados y los niños La carencia de modelos aptos para la
consideración respetuosa de la Persona permiten el aumento de la delincuencia,
las adicciones y las conductas agresivas. Esos niños se convierten en jóvenes
con problemas y esos ancianos mueren sin alcanzar el bienestar mínimo aceptable
para las condiciones de nuestro medio.
Estamos
preocupados por estas contraindicaciones del sistema que no figuran en el
prospecto de venta de la idea de una sociedad globalizada. El desafío es
construir un sistema en el que la solidaridad sea el centro. La vertiginosidad
con que la globalización difunde sus mensajes impide a los ciudadanos una
elaboración crítica y ética de su verdadera influencia. No es fácil darse
cuenta cuando se es bombardeado por propaganda en todos los medios de comunicación y en todas las formas
posibles. Deslindar la verdad es muy difícil e impide la expresión auténtica de
sentimientos y proyectos.
Prever
los problemas psicopatológicos derivados de sentimientos profundos de soledad
provocados por esta sociedad globalizada, vigilar la aparición de comportamientos
alterados que modifican e impiden esa plenitud de vida, encarar las sutiles y a
veces brutales circunstancias en las que se altera la convivencia familiar y
contribuir al bienestar de nuestros niños y mayores, es el desafío de la hora.
Las
alteraciones mencionadas son multifactoriales. Una inadecuada utilización de
los recursos de las comunidades lleva al aumento de los problemas mencionados,
limitando la pretendida eficiencia del sistema.
La
gestión de proyectos que incorporen rápidas y profundas innovaciones en la
atención sanitaria y en la educación son los parámetros iniciales necesarios.
Aceptar la sugerencia de los economistas implica buscar formas modernas de
aumento de la eficacia y la eficiencia del sistema. Pero esta eficiencia debe
complementarse con la actividad comunitaria que genere en la población espacios
culturales para evaluar sus propias necesidades y encontrar criterios definidos
para que las soluciones sean, cualitativa y cuantitativamente, aceptables y
aceptadas por todos. Esta es la verdadera innovación.
El
concepto de “salud” de la Organización Mundial de Salud comprende el bienestar
biológico, psíquico, social y espiritual de las personas y no solamente la
ausencia de enfermedad. Los técnicos diferencian “salud objetiva” de “salud subjetiva”
definida la primera como “la capacidad para la función” y la segunda como “la
significación que la persona otorga al sentirse bien”.
La
economía provee los parámetros necesarios para el desarrollo de un aspecto
esencial de las comunidades. Pero no el principal. Sin posibilidad de
clonación, cada persona necesita cuidados que van ligados a un complejo
entramado psicosocial en el que se encuentra ligado afectivamente, en el que
manifiesta sus valores personales y en el que desarrolla sus propios procesos
de adaptación. Solamente una perspectiva holística del problema permitirá
descubrir sus verdaderas necesidades. La génesis de este aspecto evolutivo
humano es universal. Universal, que no globalizante, porque cada persona es
única e irrepetible, libre y responsable para decidir sobre su futuro y sobre
su autotrascendencia. La globalización no siempre permite este aspecto esencial
de la Persona. Si no es obligado a abandonar aquello que le pertenece por
esencia, el hombre es capaz de incorporarse a un proceso intenso de desarrollo
como el que comentamos. La condición es el respeto por su esencia: la libertad.
¿Cómo es
posible aumentar la solidaridad en un mundo egoísta, consumista y superficial?
Volviendo a lo clásico sin abandonar lo actual.
Mostrar a
los responsables de la producción que sin la debida motivación, sin el
ejercicio periódico de la creatividad, sin la esperanza en un bienestar futuro
para su familia, sin la atención sanitaria debida, sin educación generadora de
estructuras valorativas, el Hombre se aliena y rinde menos.
¿Podrán
las empresas redescubrir estos conceptos? Si alertamos a los ejecutivos que las
dirigen que ellos caen, rápidamente, en la pendiente del proceso si no
modifican el ángulo de visión de sus técnicas productivas, sí habrá cambios.
Los
jóvenes necesitan una fuerte motivación que movilice sus potenciales creativos
y productivos. Ellos ven el porvenir con nubarrones y dejan cesantes sus
energías solamente dirigidas a sostener una vida provisional llena de
adicciones, agresiones o depresiones. Cada día aumenta la marginación y muy
pocos de ellos llegaran a ser los ejecutivos a los que les proponemos este
esquema.
Recordar
que el hombre es lobo del hombre llega a tiempo para reconocer que también es
el que ha desarrollado su creatividad hasta los límites insospechados de la
actualidad. Luz y sombra de la historia. Creación y destrucción. Amor y
guerras.
El hombre común, sin ninguna elaboración intelectual, sin la necesidad de
ningún estudio sistemático, vivencia esta naturaleza espiritual de su ser
Persona. Vivencia esta angustia por su finitud y se esfuerza en su
autotrascendencia. No se le escapa que su vida vale la pena vivirla,
plenamente. Y se esfuerza para encontrarle sentido a pesar de las
circunstancias que, inevitablemente, lo rodean y frustran muchos de sus
proyectos.
En muchas oportunidades encuentra ese sentido a pesar del sufrimiento que
le produce el dolor por la pérdida de un hijo, el dolor físico de una
enfermedad o trauma, la carencia de un empleo o una casa, o la necesidad de
enfrentar catástrofes naturales.
Si el Hombre es capaz de esto y mucho mas, ¿porque llega hasta un
psicoterapeuta en busca de ayuda? Algunos porque se encuentran en una profunda
crisis frente a estos avatares de la existencia. Otros porque reconocen que
padecen síntomas desagradables, penosos, indeseables, que amenazan la
tranquilidad de su existencia. Aquellos porque no han podido superar estos
trances y dirigir su dolor hacia algo o hacia alguien a quien amar, cayendo en
la angustiosa sensación de la carencia de sentido.
Todos buscan la “cura”, el cuidado de un otro. Ese “otro” puede ser
hermano, amigo, hijo o compañero. Muchas veces esta compañía es el verdadero
trampolín que los coloca, nuevamente, en la senda del sentido. Aceptan la transitoriedad de la existencia,
superan el sufrimiento y recobran la esperanza.
Cuando esto no es posible recurren a un profesional en busca de la
“cura”. Según de que “cura” se trate consultan a un médico, un psicólogo, un
psicopedagogo o un religioso. Cualquiera de estos profesionales es la persona
que “impulsada por su eros terapéutico, aprovecha su preparación técnica para
cuidar a sus semejantes, como prójimos, cuando lo necesitan o están enfermos”.
Esa es nuestra “Misión”. Pero una misión debe enunciarse en forma
operativa, de lo contrario, será una mera declaración de buenas intenciones.
Según Viktor E. Frankl, nuestra “Misión” como Logoterapeutas es la “cura médica
de almas”. Es una pastoral “médico-psicológica”. Según los griegos, la persona
encargada de “cuidar” el cuerpo era el “mëdos”, derivando de allí la palabra
“médico”. Para esa cultura el “therapeutikós” era el siervo encargado de cuidar
el templo, es decir, el lugar por excelencia para la vida espiritual.
Quienes nos dedicamos a esta profesión, y en especial los Logoterapeutas,
aceptamos y reconocemos nuestra “Misión” como aquella destinada a colocarnos al
servicio del otro para ayudarlo a mejorar sus “dolencias” cuando éstas lo
agobian, librarlo de su angustia cuando el daño es positivo y facilitar su
reencuentro con el sentido, a pesar de todo y contando con los valores de su
propia existencia.
Deberíamos contribuir con
nuestra experiencia para el desarrollo de una acción logoterapéutica que se
proyecte sobre la comunidad contribuyendo a la promoción y perfección del
Hombre en función de valores éticos de solidaridad, logros en el marco superior
de la responsabilidad social y calidad de vida respetuosa de la dignidad de la Persona. La Ciencia y la Técnica tienen
que estar al servicio del Hombre y no a la inversa. Ambos, logoterapeutas y
pacientes, debemos ser fieles a esta Misión.
Nuestra “Misión” no
necesita de grandes tratados de Psiquiatría, Psicopatología o Técnicas
Psicoterapéuticas. Los “Maestros” y “Tratadistas” han contribuído a nuestra
formación básica imprescindible. Ahora nos basta la definición del diccionario:
“Misión es la acción de enviar. Es el poder que se dá a un enviado para cumplir
su cometido. Es, también, el deber moral que cada hombre le impone su condición
o estado”.
Somos enviados para servir
en la “cura” o cuidado del otro y es para nosotros un deber que nuestra
condición nos impone. “Pastores de almas” que buscan encarrilar la oveja hacia
la recuperación del “sentido” de vida. El Derecho nos otorgaría la condición de
“curadores ad-bona” que define a quien cuida los bienes de un incapacitado. ¡Y
qué mayor incapacidad que carecer de la voluntad necesaria para encontrar
sentido a la vida a pesar de todo!
Esa es nuestra “Misión”. ¿Y
cuál es nuestro pago? El diccionario vuelve a ser útil para definir la cuestión
citando la acepción que atribuye a “Misión: alimento que se señalaba a los
segadores por su trabajo”. El cumplimiento de la Misión es nuestro alimento y
pago verdaderos.
¿Cómo podemos lograr estos
propósitos en esta sociedad en crisis?
Debemos ajustar nuestra
Misión para afirmar, repetidamente, el concepto de Logoterapia como propuesta
facilitadora del desarrollo de proyectos y valores. Una propuesta que debe
considerar la posibilidad de comunicación efectiva y afectiva, promover la reflexión sobre los valores y el
sentido de la vida, no olvidar la integración psicológica y social y facilitar
la armonía entre la libertad y la responsabilidad.
Nuestra tarea como Logoterapeutas es preguntarnos si
podemos hoy ayudar al Hombre existencialmente frustrado a encontrar un sentido
en su vida. Muchas personas piensan que tal
vez es tarde para esta tarea en
un mundo totalmente globalizado, en crisis y vacio existencialmente. Creemos
que no.
Concluímos que es necesario considerar la posibilidad de
establecer una sociedad basada en el respeto por la Persona. Esta persona
necesita obtener el máximo de oportunidades para realizarse dentro de la
comunidad de su elección, desarrollar y usar sus potencialidades y encontrar un
trabajo digno.
En ese contexto es posible que pueda dar y recibir,
encontrando en la comunidad su oportunidad de ser solidario.
Nuestra propuesta consiste en la creación de un ESCUDO
PROTECTOR de la influencia nefasta de la globalización.
La construcción de ese escudo es posible:
· Si aportamos soluciones
innovadoras ante la crisis social
· Si hacemos lo posible
para que se transformen las actitudes agresivas en AMOR
· Si contribuimos a que
los que tienen predilección o tendencia a luchar por el poder transformen su
actitud en acciones de verdadera AUTORIDAD
· Si facilitamos la
solución de las conflictivas relaciones interpersonales y aportamos un sentido
COMUNITARIO
Apuntemos
al amor y a la solidaridad. Los jóvenes nos agradecerán el esfuerzo.
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