Retomamos
la publicación de reflexiones sobre la “apelación” y “la cura” en Psicoterapia.
Este tema ya lo hemos tratado en este blog, en forma específica, relacionándolo
con la asistencia a enfermos de cáncer. (http://logoterapiagalicia.blogspot.com.es/2011_02_01_archive.html)
En
nuestras relaciones sociales establecemos una comunicación que se establece en
diferentes niveles de compromiso. Nos dirigimos a una persona cercana mediante
un “tú”. En nuestro idioma, si es menor el compromiso, el tratamiento es de
“usted”. En el primer nivel mencionado llamamos a la persona por su nombre “de
pila”. En el segundo caso, por el apellido.
Pero
¿cuál es el origen de esta palabra “apellido”? En el Medioevo el reconocimiento
de los señores era, precisamente, vinculado a sus posesiones o títulos: un
ejemplo el Señor de Hita y Buitrago (que correspondía a Pedro González de
Mendoza, Mayordomo Mayor de Juan I de Castilla) o por sus títulos el Duque de
Medinaceli, con profusa descendencia, por poner ejemplos.
En
un ámbito más plebeyo se llamaba a los hijos de Martín, los Martínez, a los
hijos de Gonzalo, los González y a los hijos de Pedro o Pero, los Pérez. Se los
agrupaba por familias, denominándolos por su ascendencia o por profesiones: los
Ferreiro, los Silversmith (plateros) o los Goldsman (los orfebres). Se los
“llamaba” de esta forma, es decir, se “apelaba a ellos”. Al hacerse común, este
nombre, a varios individuos diferentes, surgió la solución de acompañarlo con
un añadido complementario, ya indicando un lugar de procedencia o una
característica personal. Había nacído el APELLIDO.
La historia del origen es muy larga pero valga este ejemplo para dar cuenta de la importancia, en la historia de la humanidad, de ser llamado, ser “apelado”. Y encontrarse con el otro.
La historia del origen es muy larga pero valga este ejemplo para dar cuenta de la importancia, en la historia de la humanidad, de ser llamado, ser “apelado”. Y encontrarse con el otro.
La relación de
encuentro que se produce en la asistencia psicoterapéutica siempre crece y se
desarrolla por la acción que ejercen ambos protagonistas: el paciente y el
profesional asistente.
Es
una relación que no puede ser descripta más que en términos literarios lo que
nos permite decir que es “una relación inefable”. No se puede hablar de ella.
Hay que vivirla en un nosotros único y muy especial.
No
es una realidad que podamos delimitar ni tampoco programar más allá de la
aplicación del “arte” que cada uno de nosotros aplica desde su profesión.
Existe necesidad recíproca de preguntas y respuestas. El profesional pregunta y
el paciente responde. No siempre en forma oral. Puede hacerlo corporalmente.
El
paciente también interroga. Quiere saber acerca de su asistencia y de su
existencia. Se vincula como él sabe, como él quiere o como él puede. El
profesional no siempre “sabe” que decir al paciente, no siempre “quiere” decir
o muchas veces “no puede decir”.
Esto
puede generar resistencias en ambos márgenes de la relación de encuentro. La
resistencia “cierra” la posibilidad de apertura en la relación. Si la relación
es ocasional, tal vez ambos protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero
esta resistencia originará conflicto. Seguramente.
Para
vencerla es necesario establecer una relación “original” que vincule a
ambos de manera tal que permita la aparición del “diálogo” . Esta puesta en común, esta “comunión”, es la raíz
original de lo que, habitualmente, llamamos “comunicación
profesional-paciente”.
Cuando
encaramos un tema de la complejidad que nos ocupa tenemos que aceptar que de
esta forma de comunicación surgen una ilimitada cantidad de técnicas que se
distinguen por el diferente grado de flexibilidad o rigidez en la realidad
circunstancial del encuentro con el que solicita ayuda.
Nosotros
afirmamos, desde la Analítica Existencial y la práctica de la Logoterapia, que
esta situación existencial del paciente es “única
e irrepetible” y coincidimos con la
generalidad de nuestros colegas en que es respuesta inmediata al desarrollo de
numerosos dinamismos psíquicos que han establecido una personalidad a lo largo
del tiempo y que se presenta en la realidad del “aquí y ahora” como una realidad diferente.
La
realidad del ser humano que sufre, padece y teme. Una realidad que, sea cual
sea el pronóstico, le coarta su libertad de desarrollar un proyecto y le
amenaza el sentido de vida pleno. Pero el Análisis Existencia y la Logoterapia
no son asistencialismo o sentimentalismo.
Es
un accionar teórico y técnico que procura ayudar al enfermo a asumir la
existencia como real, a pesar del sufrimiento, contribuyendo al desarrollo de
todas sus potencialidades y capacidades para que actúen en función de ellas y
encuentre el sentido “a pesar de todo y aún en las peores circunstancias”.
Decía
Viktor E. Frankl: “Me atrevo a decir que no hay nada en el mundo que ayude más
efectivamente a una persona a sobrevivir, aún en las peores condiciones, que
conocer el sentido de su vida”.
Conocer y
accionar en procura de su mantenimiento en la situación límite. El paciente
tiene derecho a ser ayudado en esta empresa vital.
Médicos y
psicólogos incrementan sus estudios, investigaciones y comunicaciones
científicas para esclarecer ideas que les permitan dar respuesta a los
interrogantes y angustias que los pacientes les presentan en la consulta, desde el conocimiento de sus síntomas, de sus
crisis o de una enfermedad concreta.
Cuando la
respuesta a estos interrogantes es acuciante por variadas razones y el plazo de
desenlace es incierto muchos profesionales se sienten desvalidos para actuar y
poco preparados para afrontar esta situación.
Técnica versus
comprensión. Preparación técnica eficiente versus la toma de conciencia de los
límites de su ciencia y arte. Persona doliente que pide comprensión versus un
entorno limitado en sus respuestas.
No hay reglas
para enfrentarse a esta difícil situación pero sí hay formas particulares y únicas
de acercarse a ese ser que sufre y padece. En estas circunstancias la
comunicación entre el profesional y el paciente no está limitada a la expresión
verbal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al conocimiento de la
situación y poder comunicarlo es uno de los momentos más difíciles que debemos
enfrentar en nuestra diaria actividad asistencial.
Es necesario
compartir nuestro estar dispuestos a ayudar al otro como Persona. Darle la
libertad de elegir la manera de ser ayudado, de acuerdo a su peculiar modo de
personalidad y modo de relación con los otros.
Es apelar
al otro. La apelación es un llamado. Un llamado a la Esperanza. Este
llamado, esta apelación, nos coloca en interlocutores de privilegio en un tema
de la mayor importancia para el paciente. Al respetar su proyecto de vida, al
ayudarlo a aceptar las modificaciones que la realidad le impone le estamos
ofreciendo la posibilidad de elegir una nueva forma de vivir o de permanecer en
la inautenticidad.
El profesional
conoce la situación actual, el aquí y ahora de la relación de encuentro. Estará
dispuesto a continuar apoyando la busqueda de sentido del paciente,
compartiendo y aliviando. La comunicación se torna, en estos casos, en el
principal instrumento de la “pastoral médica” (V.E.Frankl). No es una
sustitución del papel de la familia, del amigo o incluso de los religiosos que
acerquen su compromiso. Es contribuir a una mayor plenitud de vida a través del
intercambio de actitudes y gestos de acompañamiento que revitalizarán los
momentos mas importantes de su biografía haciéndola valiosa de haber sido vivida.
Si el paciente
ha dado a entender su real deseo
de saber y sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa
responsabilidad profesional de la comunicación. Establecer una comunicación
deficiente es coartarle la posibilidad de elección y responsabilidad sobre su
existencia real.
La
Logoterapia, Tercera Escuela de Viena que fundara Viktor E. Frankl, considera
que el psicoterapeuta puede ayudar al paciente apelando a la posibilidad de
traspasar sus propios límites, pasar por encima de su facticidad y la posición fatalista que casi siempre la
acompaña logrando, una dimensión completamente nueva: vida con sentido, a pesar
de todo, respeto de la autotrascendencia, apertura al amor y permisividad para
la libertad individual. Transformar las tensiones de un “yo” en crisis para que se produzca un “nosotros”
(familia, amigos, terapeutas)
La actividad
profesional implicará juegos de dramáticos silencios convocantes, actitudes de
espera, continencia de la angustia, desarrollo de caminos de libertad sin
imposiciones, creando el lugar apropiado para la confianza y desarrollando una
creatividad técnica basada en la imposición de “palabras límites”: fe,
camaradería, sufrimiento, sentido, esperanza, amor, solidaridad, cuidado del
otro, que forman parte de lo que en algunas Conferencias nosotros denominamos
“el almacén logoterapéutico”, un establecimiento cuya mercadería principal en
existencia son los “valores”.
Estar, sinceramente, a disposición
del otro. Amarlo como ser humano que sufre. Evitar que dé pasos peligrosos.
Permitirle elegir su camino sin condicionamientos. Ayudarle a superar la
paradoja entre la inmanencia y la trascendencia. Este es el juego de roles que
permite el ejercicio de la Logoterapia para los psicoterapeutas formados. El
Logoterapeuta renuncia antes de empezar el tratamiento. Renuncia a promoverse.
Renuncia a la posibilidad de dominar al otro. Renuncia a muchas recompensas.
¿Es posible esta posición
completamente desinteresada en un profesional que trabaja y debe contar con
medios para también realizar su sentido de vida? Sí, es perfectamente posible
porque es una relación de encuentro amoroso. Y lo menos que el verdadero amor
quiere es el beneficio del otro.
Esta es la “apelación”, el
llamado. Y en esto consiste la “cura”, el cuidado.
Paradojalmente, el sufrimiento
nos ha iluminado el camino que nos lleva a la puerta de la trascendencia. Pese
a la dependencia de la enfermedad o la crisis, llena de rispideces y obstáculos,
la libertad interior actúa como un ariete que rompe ese cerco de dolor o
sentimientos de pérdida que lo cerca y activa la capacidad de sobreponerse para
seguir adelante “a pesar de todo”. El sufrimiento actúa como un filósofo
interior que cada uno posee y que revela el valor de la vida, iluminando,
haciendo transparente lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta
entonces veladas y enriqueciendo, verdaderamente, la existencia.
Por
supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es fácil o posible
superar. Debemos acudir a la superación del sufrimiento innecesario. Solamente
ante el sufrimiento impuesto por las circunstancias de la enfermedad, aquello
de lo que no podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales.
Soportar aquello que es evitable es, simplemente, masoquismo o estupidez.
Algunos
psicoterapeutas aíslan esta posibilidad de superación del sufrimiento por el
sentido acentuando la realización parcial de algunos aspectos del hombre
perdiendo de vista su personalidad pluritemática y multidimensional. “Curan” su
cuerpo. “Curan” su psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero
olvidan la “cura” de la dimensión especial que nos diferencia como personas: el
espíritu.
Esta es la
“cura”. “Cura” es una voz latina que designa “cuidado, preocupación”. Nuestra
“preocupación” principal es establecer hasta que punto es posible “la cura”.
Esta es el alfa de nuestra tarea profesional como
psicólogos y como logoterapeutas. Ninguna circunstancia debe imponer límites a
la vida. Ni enfermedades de cualquier tipo, ni circunstancias personales, ni
sociales, ni pseudouniversales ni pseudocientíficas. Cualquier Psicología que
prescinda del amor, del encuentro y de la comunicación separa al ser humano de
sus referentes originales e intencionales. La cualidad trascendente de la
realidad humana se potencia en el encuentro auténtico profesional-paciente.
Para lograr éxitos en el campo de la psicoterapia debe combinarse las técnicas
(estimulantes y bienvenidas) con la incorporación de un elemento de arte que
supere las limitaciones de la Ciencia en la consideración de su genuina
dimensión que es la dimensión espiritual (Frankl).
Oportunidad
trascendental. El otro puede optar por la posibilidad de rechazo de la
“apelación”. Posibilidad de caída en el egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad
de encuentro con el otro. O puede aceptar el “encuentro” y proyectarse en la
realización de valores superando todas las barreras.
Bibliografía:
1.- Frankl, V.
E. “El hombre doliente”, Barcelona, Ed. Herder, 1987.
2.- Frankl, V.
E. “El hombre en busca de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 7ª. Ed.,
1986.
3.- Frankl, V.
E. “La voluntad de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 1988.
4.- Yalom, I.
D. “Psicoterapia Existencial”, Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.
Dr. José Martinez-Romero
Gandos
A Coruña – Galicia – España
Enero de 2015.
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