Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

domingo, 20 de febrero de 2011

Apelación y Cura en Enfermos de Cáncer

          La relación de encuentro que se produce en la asistencia al enfermo de cáncer, especialmente en aquellos casos de difícil pronóstico, siempre crece y se desarrolla por la acción que ejercen ambos protagonistas: el paciente y el profesional asistente.
          Es una relación que no puede ser descripta más que en términos literarios lo que nos permite decir que es “una relación inefable”. No se puede hablar de ella. Hay que vivirla en un nosotros único y muy especial.
          No es una realidad que podamos delimitar ni tampoco programar más allá de la aplicación del “arte” que cada uno de nosotros aplica desde su profesión. Existe necesidad recíproca de preguntas y respuestas. El profesional pregunta y el paciente responde. No siempre en forma oral. Puede hacerlo corporalmente.
          El paciente también interroga. Quiere saber acerca de su asistencia y de su existencia. Se vincula como él sabe, como él quiere o como él puede. El profesional no siempre “sabe” que decir al paciente, no siempre “quiere” decir o muchas veces “no puede decir”.
          Esto puede generar resistencias en ambos márgenes de la relación de encuentro. La resistencia “cierra” la posibilidad de apertura en la relación. Si la relación es ocasional, tal vez ambos protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero esta resistencia originará conflicto. Seguramente.
          Para vencerla es necesario establecer una relación “original”  que vincule a ambos de manera tal que permita la aparición del “diálogo” . Esta puesta en común, esta “comunión”, es la raíz original de lo que, habitualmente, llamamos “comunicación profesional-paciente”.
          Cuando encaramos un tema de la complejidad que nos ocupa tenemos que aceptar que de esta forma de comunicación surgen una ilimitada cantidad de técnicas que se distinguen por el diferente grado de flexibilidad o rigidez en la realidad circunstancial del encuentro con el que solicita ayuda.
          Nosotros afirmamos, desde la Analítica Existencial y la práctica de la Logoterapia, que esta situación existencial del paciente es “única e irrepetible” y  coincidimos con la generalidad de nuestros colegas en que es respuesta inmediata al desarrollo de numerosos dinamismos psíquicos que han establecido una personalidad a lo largo del tiempo y que se presenta en la realidad del “aquí y ahora” como una realidad diferente.
          La realidad del ser humano que sufre, padece y teme a una enfermedad que lo puede llevar a la muerte. Una realidad que, sea cual sea el pronóstico, le coarta su libertad de desarrollar un proyecto y le amenaza el sentido de vida pleno. Pero la Logoterapia no es asistencialismo o sentimentalismo.
          Es un accionar teórico y técnico que procura ayudar al enfermo a asumir la existencia como real, a pesar del sufrimiento, contribuyendo al desarrollo de todas sus potencialidades y capacidades para que actúen en función de ellas y encuentre el sentido “a pesar de todo y aún en las peores circunstancias”
          Decía Viktor E. Frankl: “Me atrevo a decir que no hay nada en el mundo que ayude más efectivamente a una persona a sobrevivir, aún en las peores condiciones, que conocer el sentido de su vida”.
Conocer y accionar en procura de su mantenimiento en la situación límite. El paciente tiene derecho a ser ayudado en esta empresa vital.
Médicos y psicólogos incrementan sus estudios, investigaciones y comunicaciones científicas para esclarecer ideas que les permitan dar respuesta a los interrogantes y angustias que los pacientes les presentan desde el momento de la aparición del primer síntoma de una enfermedad terminal.
Cuando la respuesta a estos interrogantes es acuciante porque el enfermo es considerado con escasas posibilidades de curación y el plazo de desenlace es incierto muchos profesionales se sienten desvalidos para actuar y poco preparados para afrontar esta difícil situación.
Técnica versus comprensión. Preparación técnica eficiente versus la toma de conciencia de los límites de su ciencia y arte. Persona doliente que pide comprensión versus un entorno limitado en sus respuestas.
No hay reglas para enfrentarse a esta difícil situación pero sí hay formas particulares y únicas de acercarse a ese ser que sufre y padece una enfermedad terminal. En estas circunstancias la comunicación entre el profesional y el paciente no está limitada a la expresión verbal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al conocimiento de la situación y poder comunicarlo es uno de los momentos más difíciles que debemos enfrentar en nuestra diaria actividad asistencial.
Es necesario compartir nuestro estar dispuestos a ayudar al otro como Persona. Darle la libertad de elegir la manera de ser ayudado, de acuerdo a su peculiar modo de personalidad y modo de relación con los otros.
Es apelar al otro. La apelación es un llamado[1][1]. Un llamado a la Esperanza. No es ocioso recordar aquí que “la esperanza es el arma de los indefensos y por eso tiene eficacia” (Gabriel Marcel). Este llamado, esta apelación, nos coloca en interlocutores de privilegio en un tema de la mayor importancia para el paciente. Al respetar su proyecto de vida, al ayudarlo a aceptar las modificaciones que la enfermedad le impone le estamos ofreciendo la posibilidad de elegir una nueva forma de vivir o de morir.
Si el profesional conoce bien la situación y el futuro acontecer, deberá estar dispuesto a continuar aliviando el dolor físico pero sin evitar compartir el dolor psíquico y moral del paciente. La comunicación se torna, en estos casos, en el principal instrumento de la “pastoral médica” (V.E.Frankl). No es una sustitución del papel de la familia, los amigos o los religiosos que se acerquen. Es contribuir a una mayor plenitud de vida a través del intercambio de actitudes y gestos de acompañamiento que revitalizarán los momentos mas importantes de su biografía haciéndola valiosa de haber sido vivida.
Si el paciente ha dado a entender su real deseo de saber y sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa responsabilidad profesional de la comunicación. Establecer una comunicación deficiente es coartarle la posibilidad de elección y responsabilidad sobre su existencia real.
La Logoterapia, Tercera Escuela de Viena que fundara Viktor E. Frankl, considera que el psicoterapeuta puede ayudar al paciente enfermo de cáncer apelando a la posibilidad de traspasar sus propios límites, pasar por encima de su facticidad (la enfermedad) y la posición fatalista que casi siempre la acompaña logrando una dimensión completamente nueva: vida con sentido, a pesar de todo, respeto de la autotrascendencia, apertura al amor y permisividad para la libertad individual. Transformar las tensiones de un “yo”  en crisis para que se produzca un “nosotros” (familia, amigos, terapeutas).
La actividad profesional implicará juegos de dramáticos silencios convocantes, actitudes de espera, continencia de la angustia, desarrollo de caminos de libertad sin imposiciones, creando el lugar apropiado para la confianza y desarrollando una creatividad técnica basada en la imposición de “palabras límites”: fe, camaradería, sufrimiento, sentido, esperanza, amor, solidaridad, cuidado del otro, que forman parte de lo que en algunas Conferencias denominamos “el almacén logoterapéutico”.
Estar, sinceramente, a disposición del otro. Amarlo como ser humano que sufre. Evitar que dé pasos peligrosos. Permitirle elegir su camino sin condicionamientos. Ayudarle a superar la paradoja entre la inmanencia y la trascendencia. Este es el juego de roles que permite el ejercicio de la Logoterapia para los psicoterapeutas formados. El Logoterapeuta renuncia antes de empezar el tratamiento. Renuncia a promoverse. Renuncia a la posibilidad de dominar al otro. Renuncia a muchas recompensas.
¿Es posible esta posición completamente desinteresada en un profesional que trabaja y debe contar con medios para también realizar su sentido de vida? Sí, es perfectamente posible porque es una relación de encuentro amoroso. Y lo menos que el verdadero amor quiere es el beneficio del otro.
Esta es la “apelación”, el llamado. Y en esto consiste la “cura”, el cuidado.
Paradojalmente, el sufrimiento nos ha iluminado el camino que nos lleva a la puerta de la trascendencia. Pese a la dependencia de la enfermedad, llena de rispideces y obstáculos, la libertad interior actúa como un ariete que rompe ese cerco de dolor o sentimientos de pérdida que lo cerca y activa la capacidad de sobreponerse para seguir adelante “a pesar de todo”. El sufrimiento actúa como un filósofo interior que cada uno posee y que revela el valor de la vida, iluminando, haciendo transparente lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta entonces veladas y enriqueciendo, verdaderamente, la existencia.
Por supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es fácil o posible superar. Debemos acudir a la superación del sufrimiento innecesario. Solamente ante el sufrimiento impuesto por las circunstancias de la enfermedad, aquello de lo que no podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales. Soportar aquello que es evitable es, simplemente, masoquismo o estupidez.
Algunos psicoterapeutas aíslan esta posibilidad de superación del sufrimiento por el sentido acentuando la realización parcial de algunos aspectos del hombre perdiendo de vista su personalidad pluritemática y multidimensional. “Curan” su cuerpo. “Curan” su psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero olvidan la “cura” de la dimensión especial que nos diferencia como personas: el espíritu.
Esta es la “cura”. “Cura” es una voz latina que designa “cuidado, preocupación”. Nuestra “preocupación” principal fue establecer si el enfermo de cáncer es “curable”. Podemos afirmar que sí en el sentido que le dimos a este trabajo.
Esta es el alfa de nuestra tarea profesional como psicólogos y como logoterapeutas. Ninguna circunstancia debe imponer límites a la vida. Ni enfermedades de cualquier tipo, ni circunstancias personales, ni sociales, ni pseudouniversales ni pseudocientíficas. Cualquier Psicología que prescinda del amor, del encuentro y de la comunicación separa al ser humano de sus referentes originales e intencionales. La cualidad trascendente de la realidad humana se potencia en el encuentro auténtico profesional-paciente. Para lograr éxitos en el campo de la psicoterapia debe combinarse las técnicas (estimulantes y bienvenidas) con la incorporación de un elemento de arte que supere las limitaciones de la Ciencia en la consideración de su genuina dimensión que es la dimensión espiritual (Frankl).
Oportunidad trascendental. Posibilidad de rechazo de la “apelación”. Posibilidad de caída en el egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad de encuentro con el otro. O realización de valores superando todas las barreras. Aún las de la muerte.
 Bibliografía:
1.- Frankl, V. E.  “El hombre doliente”, Barcelona, Ed. Herder, 1987.
2.- Frankl, V. E.  “El hombre en busca de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 7ª. Ed., 1986.
3.- Frankl, V. E.   “La voluntad de sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 1988.
4.- Yalom, I. D.  “Psicoterapia Existencial”, Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.

 Dr.  José Martinez-Romero Gandos



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