Se autoriza el uso de este
material citando su procedencia:
Kroeff, P. (1998).
Consideraciones sobre el valor de actitud en logoterapia. NOUS: Boletín de
Logoterapia y Análisis Existencial. (2),
39-45.
CONSIDERACIONES
SOBRE EL VALOR DE ACTITUD EN LOGOTERAPIA
Paulo
KROEFF
En la Logoterapia, hay
tres sugerencias, tres caminos generales a través de los cuales una persona
puede encontrar el sentido de su vida: realizando valores de creación, valores
de vivencia o valores de actitud. En algunos de sus escritos, Frankl considera
los tres valores de igual rango (Frankl, 1970, p.70); en otros (Frankl, 1987;
1990) presenta el valor de actitud, como el más alto de estos tres valores,
"el valor supremo". Tal vez, el rango más alto del valor de actitud
radique exactamente en la exigencia mayor que este valor nos hace.
En los valores de
creación, nuestro sentido está en las cosas que hacemos para el mundo: con
nuestro trabajo, con nuestro actuar. En los valores de vivencia, el sentido se
puede encontrar en lo que nos ofrece el mundo; en las experiencias de encuentro
con los otros, en la amistad, en el amor, en nuestra contemplación de la
naturaleza, en la apreciación del arte, entre otras posibilidades. En estas dos
clases de valores, la capacidad de elección es más evidente: nuestra actuación
puede cambiar las experiencias que tenemos; puede repetirlas, si nos agrada;
puede eliminarlas, si no nos satisfacen. Hasta cierto punto, podemos
seleccionar las experiencias que se nos van a presentar. También, se hace más
evidente la posibilidad del placer en las actividades o vivencias.
Ya en los valores de
actitud, a pesar de que la capacidad de elección se mantiene, pues su
desaparición sería un contrasentido teórico dentro de la logoterapia, hay un
cambio direccional en cuanto a la reacción que puede tener la persona. Su
reacción ya no puede ser dirigida al exterior: cambiar, seleccionar, eliminar,
repetir creaciones o vivencias. Por su propia definición, un valor de actitud
se posibilita en el momento que nos ocurre algo que no podemos cambiar, algo
que no fue el resultado de nuestra elección o selección, es decir, algo que es
inevitable de vivenciar: la muerte de alguien, una enfermedad que nos
sorprende, la pérdida del empleo, el rechazo de una persona amada, un accidente
que nos traumatiza. No hay un camino posible de huida de estas experiencias. Es
inevitable aceptar lo que la vida nos ha reservado. El cambio direccional es
desde el exterior ‑que no podemos cambiar‑, hacía nuestro interior, donde la
elección vuelve a ser posible, y esta no es otra que la búsqueda de un
significado para esta vivencia nuestra. Estamos frente a un interrogante que la
vida nos hace y al que tenemos que responder.
"Pero, es difícil,
muy difícil", decía José hablando del valor de actitud. José (por razones
obvias, no es este su verdadero nombre) es un enfermo terminal de cáncer. Como
ya conocía con anterioridad la obra de Frankl, fue posible discutir con él los
diversos valores para encontrar sentido a la vida. Los valores de creación ya
no le están disponibles: ya no puede trabajar, algo que tuvo una significación
especial en su vida. El trabajo le proporcionó liberarse de una relación
demasiado sofocante con sus padres, la cual le marcó la vida, haciéndole temer
relaciones demasiado íntimas, que pudieran reproducir la sensación de estar
atrapado. El trabajo también le proporcionó oportunidades para conocer otros
países, la vivencia de otras culturas. Los valores de vivencia aún están
disponibles, pero bastante reducidos en su amplitud. Ya no puede estar en la
montaña, una vivencia que llenaba de valor su vida. Su apreciación por la
música, otra vivencia que le encanta, se encuentra disminuida. Ya no puede ir a
conciertos, ni siempre se encuentra dispuesto para apreciar la música proporcionada
por un compact disc, ya que, o tiene indisposiciones, o tiene dolores, o está
atormentado por los pensamientos referentes a la situación en que se encuentra.
Por ahora, no puede salir a la calle, pues no tiene la energía que eso supone.
A parte de eso, tiene conectadas a su abdomen bolsas para recoger secreciones
de su cuerpo y tiene que hacer muchas curas al día. Ni los simples placeres de
la vida, como beber y comer le quedan: su alimentación es parenteral y, por
ello, gotea constantemente de una bolsa suspendida al lado de su cama. Necesita
de los otros para casi todo. Tiene que convivir con una sensación de impotencia
y de falta de control, angustiante para él, un hombre muy intelectualizado y
con rasgos obsesivos. Tendría todas las razones del mundo para no ver sentido
en su vida. Su lucha deberá ser la de no sucumbir al sin‑sentido. Su desafío
será el propuesto por Camus (1996):
En lo más negro de nuestro nihilismo, he buscado tan sólo
razones para superar ese nihilismo. Y no por virtud, en absoluto, ni por una
rara elevación del alma, sino por fidelidad instintiva a una luz en la que he
nacido y en la que desde hace miles de años los hombres han aprendido a saludar
la vida hasta en el sufrimiento (p. 68).
Para las personas que
no hayan tenido muchas confrontaciones con el destino inevitable, la crisis que
tal confrontación puede provocar deja a la persona solamente tres caminos,
según Lukas (1986). El primero, no está disponible a José pues no es un
creyente. El tercero, la realización estable de un sentido, se encuentra
bastante amenazado. A José, le queda la segunda posibilidad: "la empatía y
la comprensión de las personas que están a su alrededor" (p. 62).
José reconoce que
vivenciar esta enfermedad grave, una situación limite según Jaspers (1993)1,
le ha quitado muchas de las restricciones que tenía en contra de la experiencia
del amor, de la amistad, del encuentro con las personas, que ahora considera
como las experiencias que dan sentido a la vida. Después de un año de
enfermedad, y de la experiencia de la quimioterapia, decidió casarse con la
mujer con quién mantenía una relación desde hace 12 años, sin convivir con
ella, ante la perspectiva de una cirugía con inciertas perspectivas de éxito2.
Quería darle la satisfacción de que ella fuera su esposa y de ampararla
económicamente, garantizándole la mayor parte de su herencia, en caso de
fallecer. También tiene el consuelo de sus amigos, que le acompañan bastante de
cerca, turnándose para ayudarle en los muchos cuidados que necesita. Así, si
por un lado la realización de valores de vivencia quedó reducida en amplitud,
no está cerrada la posibilidad de una profundización en las relaciones con las
personas.
Ver sentido en el
sufrimiento no es una tarea fácil. Lo negativo de la enfermedad y de sus
consecuencias es tan evidente que raras veces permite ver que también esta
moneda tiene dos lados. La hermana de otra enferma de cáncer, que moriría pocas
semanas después, decía que la enfermedad de su hermana le había cambiado para
mejor. Decía que estaba más abierta para comprender el dolor de los otros, que
era una persona más sensible de lo que era antes de la enfermedad, que muchas
veces se había amargado la vida con cosas sin importancia, que ahora percibía
que no hay que dejar el vivir para después. La gravedad de la crisis por la
cual pasaba su familia le enseñaba a ver lo que era realmente importante en la
vida. Podía percibir la verdad de lo que decía J. P. Richeter, de que solamente
apreciamos realmente el sueño, la fortuna y la salud cuando estos son
interrumpidos.
Esta posibilidad de
existir lo positivo en el sufrimiento lo expresa Remen (1993), una médica, que
también padece de una enfermedad grave:
Si aceptamos que cada uno de nosotros es potencialmente
un transformador de experiencia, puede haber una manera 'sana' de tener una
enfermedad, una manera 'sana' de enfrentarse con una crisis.
Puede haber una manera de utilizar esos eventos comunes en la vida como una
indicación para identificar lo que ya fue superado, para encontrar nuevas y
mejores maneras de ser y de realizar. Las tragedias y dificultades de la vida
cotidiana pueden ser una manera de saber quiénes somos y cómo deseamos vivir
(p. 102).
Pero, José tiene razón: "es difícil, muy difícil".
Están ahí todas las limitaciones que el destino le impuso. Está ahí la
presencia cercana y muchas veces cegadora de la muerte. Este poder perturbador
de la muerte fue bien expresado en una frase de La Rochefoucauld: "No nos
es dado contemplar inmutables ni al sol ni a la muerte". No es fácil ver a
la muerte y al sufrimiento como lo propone Frankl en la logoterapia. Como
presupuestos de la existencia humana, no pueden quitar sentido a la vida.
Pueden, en verdad, ofrecer nuevas oportunidades de encontrarlo, en la manera en
que afrontamos estos hechos (el valor de actitud). Véase en este sentido la
declaración de Frankl a un periódico de Buenos Aires (La Nación, nov/90):
"Si puedo cargar sobre mis espaldas el peso del dolor,
del sufrimiento y de la muerte, podré encontrar el último sentido que la vida
puede ofrecer: asumir un destino que no puede evitarse".
También es difícil para
el terapeuta que trabaja con enfermos terminales. Es como si el enfermo le
preguntara constantemente: "¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi
temor y reducir a claridad el caos de mi confusión?"; utilizando una frase
de Cervantes (1996, p. 9), que expresa bien el estado en que a veces se
encuentran estos enfermos. En situaciones como estas, Lukas (1989) nos recuerda
la necesidad de ayudar al paciente a ver más allá de su enfermedad, de
centrarse en lo que aún ofrece posibilidades para la realización de valores, en
vez de en las posibilidades perdidas o en las que tendrá que renunciar. O sea,
centrarse en el "espacio libre aún preservado", como ella lo llama.
En esta misma dirección van las palabras de Frankl (1976), que vienen a
continuación:
...toda psicoterapia debe tener, también, un lado o una
fase positiva: tiene que llevar al enfermo a ver todo lo que está más allá de
su enfermedad, o sea, concienciarlo de la responsabilidad que precisa tener
para aceptar la forma concreta de su existencia personal (p. 152).
Muchas veces Frankl
hizo hincapié en la necesidad de que el terapeuta sea creativo, de
individualizar sus intervenciones con el paciente, de adaptarlas a la situación
que él vive. Tal vez en ninguna otra situación esto tenga tanta importancia
como cuando se trabaja con pacientes terminales. Las necesidades son muchas. La
ambivalencia y la confusión muchas veces dificultan al propio paciente una visión
clara de la situación que vive. Y el tiempo es apremiante. Hay que concretar
las metas terapéuticas ‑a partir de la teoría‑ en estrategias asequibles. ¿Cómo
sacar, por ejemplo, a José de su preguntarse por cómo estará en dos o tres
meses (tal vez muerto), un preguntarse que le paraliza, que le coloca en un
esperar angustioso, para lanzarlo en un proyecto de vivir lo mejor posible cada
uno de los días que le queden?. La logoterapia siempre ha estimulado el
volcarse hacía el futuro, hacia la meta a realizar, como un catalizador para la
realización presente. Eso se mantiene, pero ahora hay que reducir este futuro a
cada día. Una posibilidad intentada fue la de proponer a este hombre
acostumbrado a desarrollar proyectos, que desarrollara uno que tuviera como objetivo
planear, en el día anterior, como disfrutar lo mejor posible el día de mañana,
y solicitar a las personas con quien convive sugerencias para incluir en su
proyecto. Es un intento de involucrarlo en el proyecto de volver a vivir su
vida ‑tarea de todos nosotros‑ en vez de esperar simplemente que la muerte
llegue.
Otra posibilidad es
apelar a la auto‑transcendencia, para evitar el peligro del cual nos alertaba
Kierkegaard (1993): "Nada es más peligroso ni más paralizador para un
hombre que el aislamiento profundo dentro de sí mismo" (p.39). José había
manifestado la preocupación por la fragilidad de su ahora esposa, imaginando
que no podría soportar conocer su real estado de salud. Estimulado a hablarle
de eso, ella le ha sorprendido (y se ha sorprendido a sí misma) con su
capacidad de afrontamiento (o, en términos de la logoterapia, su capacidad de
movilizar "la fuerza desafiadora del espíritu"). Entonces le
propusimos dedicarse más a ella, que es intelectualmente menos brillante que
él, ayudándola a continuar desarrollando su fuerza interior para convivir con
el sufrimiento del ahora y el vivir después con la ausencia de su esposo. Puede
que haya mucho que hacer en esta etapa final, como decía Solzhenitsin3,
el Nobel de literatura: "Cuanto más cerca está el fin tantas más cosas hay
que hacer".
Para terminar, que
Frankl (1991) diga las últimas palabras:
...que el sufrimiento sea realmente lo que le da al hombre
la oportunidad de crecer y de transformarse, nadie lo ha descrito mejor que el
pintor y escultor israelí Yehuda Bacon, quien de niño fue llevado a Auschwitz.
Se le preguntó después de su liberación qué sentido tendrían aquellos años que
pasó en Auschwitz y escribió: De niño pensaba, ya le contaré al mundo lo que en
Auschwitz vi, con la esperanza de que el mundo cambiaría; pero el mundo no
cambió, el mundo no quería escuchar hablar de Auschwitz. Sólo mucho después
comprendí realmente cuál es el sentido del dolor: el dolor realmente tiene
sentido cuando tú mismo te conviertes en otro hombre (p. 231).
Paulo KROEFF es psicólogo. Profesor del Instituto
de Psicología de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Rua Ramiro
Barcelos 2600 ‑ 1º andar. 90035‑003 Porto Alegre ‑ RS ‑ Brasil.
Dirección en España: Sector Foresta 17, 4º C. 28760 Tres Cantos
‑ Madrid. Tlfo.:(91)804‑3507. E‑mail: ib309492@public.ibercaja.es
NOTAS
1 "...no
puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me
hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra
existencia las llamamos situaciones limite" (p. 17).
2 Ante
el fracaso de esta cirugía, tuvo que pasar por una segunda, después de la cual
fue trasladado a su casa, siendo considerado un paciente terminal.
3 Alexandr
Solzhenitsin, citado por su mujer, en el artículo "Ultimas páginas de
Solzhenitsin ‑ Su esposa cuenta el esfuerzo literario del premio Nobel bajo la
amenaza de la muerte", El País ‑ Domingo. Madrid, 10 de agosto de 1997, p.
12.
BIBLIOGRAFÍA
- Camus, A. (1996). El verano. Madrid: Alianza Editorial.
- Cervantes Saavedra, M.
(1996). El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Madrid: Alba
Libros.
- Frankl, V. E. (1970). The will to meaning. New York: Plume
Book.
- Frankl, V. E. (1976). Psicoterapia ‑ Uma casuística para médicos. Sâo Paulo: E.P.U.
- Frankl, V. E. (1987). Em busca de sentido ‑ Um psicólogo no campo de
concentraçâo. Porto Alegre/Sâo Leopoldo: Sionodal/Sulina.
- Frankl, V. E. (1990). Ante el vacío existencial. Barcelona: Herder.
- Frankl, V. E. (1991). La voluntad de sentido. Barcelona:
Herder.
- Jaspers, K. (1993). La Filosofia desde el punto de vista de la
existencia. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
- Kierkegaard, S. (1993). Diario íntimo. Barcelona: Editorial
Planeta.
- Lukas,E. (1986). Meaning in suffering. Berkeley, Institute of
Logotherapy Press.
- Lukas, E. (1989). A força desafiadora do espírito. Sâo Paulo:
Ediçôes Loyola.
- Remen, R. N. (1993). O paciente como ser humano. Sâo Paulo:
Summus Editorial.
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