Laberinto celta |
Leo una página web sobre “psicología y tanatología”. Leo, también, algunos artículos sobre pacientes que afrontan una enfermedad terminal. No me convencen porque encuentro una frialdad en el discurso que no será grata a un lector que pase por ese trance.
No creo en las “casualidades” sino en las “causalidades” provenientes de una infinita multiplicidad de factores. Alguno de estos factores me pone en contacto con un ex paciente en consulta hace más de veinte años que me escribe lo siguiente:
“Me estoy reponiendo del bendito "ca de pros" (cáncer de próstata), que tras muchos años devino en metástasis a los huesos (lo sentí en la cintura) y tras tratamiento contra el dolor inicié el tratamiento de " quimio ". Como en la primera vez y con tu ayuda pude sobreponerme (se refiere al tramiento psicológico al descubrir el ca), esta vez con el apoyo de (…esposa, hija, nieto) y pensando en Dios y la Virgen,bajo diversas advocaciones, estoy mejorando o al menos lo siento así.-
Agradezco la ayuda recibida en esa oportunidad , que me sirve hoy .-
Con todo afecto para XOSÉ.”
Agradezco la ayuda recibida en esa oportunidad , que me sirve hoy .-
Con todo afecto para XOSÉ.”
Lejos del encuentro psicólogo-paciente de entonces sentí dolor. El encuentro actual no está dado por las palabras que pronunciemos sino por lo que sintamos en común.
“Con tu ayuda pude sobreponerme”. Recuerdo del pasado actualizado en una actitud presente para enfrentar el futuro incierto.
Para el Psicólogo o Psicóloga compartir los sentimientos de un paciente es “estar dispuesto”, es acceder a brindar apoyo aún en la distancia o en el tiempo. Es actualizar el compromiso cuando eligió ser profesional y cuando aceptó el encuentro con el paciente. El compromiso profesional implica ayudar al otro en su totalidad mientras le ofrecemos la posibilidad de elegir ser ayudado de acuerdo a su modo de ser-en-el-mundo, a su forma única y particular de enfrentar la muerte. Respetar su proyecto de ser y hacerse cargo de su inminente y emergente necesidad de enfrentar lo que todos enfrentaremos algún día pero que hoy se hace “patente”.
Es la “facticidad” de su enfermedad que le modifica y le obliga a elegir su nueva forma de vivir o de morir.
Es menos complicado para el Psicólogo ayudar a aliviar su dolor físico y psíquico si conoce diagnóstico, tratamiento y pronóstico. Estar dispuesto (el Psicólogo) a continuar con la ayuda, tal como en este caso también hace la familia, para que no se sienta solo ni abandonado.
No es una situación en la que el profesional coloque al paciente frente a su trascendencia, función propia de un religioso que lo asista, sino ayudar a comprender que “la vida tiene sentido vivirla aún en las peores circunstancias” (V.E.Frankl). Quizás ahora con mayor plenitud por estar más cerca de los otros que lo quieren y le permiten valorar lo valioso que ha sido vivir “su vida”.
Contesté, inmediatamente: “No puedo menos que alegrarme por la mejoría y lamentar las complicaciones que han derivado del tratamiento de la próstata. Me alegro, sí, que pueda compartirlo todo con su familia porque eso favorece una plenitud en el sentido de vida. Estar bien con los otros ayuda a valorar lo positivo de la vida, valiosa por haber sido vivida.
Y una cosa muy importante es que cuente con Doña Esperanza. La Esperanza es el arma de los indefensos. Y por ello tiene eficacia. Abre a la posibilidad de futuro, aún en las peores circunstancias de la vida. Porque, por supuesto, siempre vale la pena vivirla intensamente.”
No siempre es clara la actitud del médico o del psicólogo frente a un paciente que no sabe su diagnóstico real y su pronóstico. La legislación obliga al profesional a comunicar el diagnóstico. No siempre sucede así. La consideración de impedimentos por motivos de cuidado médico o psicológico puede estar justificado y el profesional postergar el anuncio. Es lícito siempre y cuando no estén proyectando un temor personal ante la propia muerte o ante las posibles reacciones negativas del paciente.
Es imprescindible la información adecuada en el caso de un paciente que a dado a entender su “real” deseo de saber y sobrellevar la situación.
Si se le niega, se le coarta a través de subterfugios la elección de saber se está ante una negación de la dignidad de la muerte de un ser humano, libre y responsable, que tiene derecho a conducir según su propia manera de ser la temporalidad, corporalidad y la “cura” (cuidado) de su existencia.
Lo contrario es “cosificarlo”, empujarlo a una vida “inauténtica”, sin armas para enfrentar su futuro, librado al azar de la duda y no permitir la posibilidad que organice el resto de su existencia de la manera que desee o poniendo en marcha una batería de valores que encontrará en la experiencia de su vida.
Si consultamos la bibliografía al respecto encontramos numerosos ejemplos que avalan estos dichos. Podemos seleccionar lo expresado por Jones, biógrafo de Sigmund Freud en los últimos años de vida de éste. Enfermo de cáncer sus médicos y allegados pensaron en la posibilidad de ocultarle su diagnóstico faltal. Finalmente accedieron a comentar esta situación a Freud. Miró extrañado y luego, indignado, dijo a su interlocutor: -“Y con qué derecho hubieran ustedes hecho eso?”.
Muy diferente es la situación cuando el paciente “elige” no saber¸ no preguntar, no enterarse de nada acerca del proceso de la enfermedad y sus posibilidades de sobrevida.
Refuerza, en muchas oportunidades, esta situación la influencia cultural, tabúes imperantes en su comunidad o miedos muy profundos acerca del tema de la enfermedad y muerte.
¿Qué actitud debemos asumir profesionales y familia ante esta situación? Primera medida: mantener la decisión del paciente, analizar cada caso en concreto y elaborar la conveniencia o no de la elaboración del problema a nivel familiar.
El profesional debe tener a su disposición la mayor cantidad de elementos técnicos que le ofrezcan la certeza del diagnóstico, permitiéndole esperar el momento oportuno para comunicarlo, evitando así daños irreparables.
Los Psicólogos y Psicólogas no siempre estamos insertos en un equipo interdisciplinario (médicos, psicólogos, asistentes sociales, abogados) que nos permita actuar rápida y adecuadamente en cada uno de los casos mencionados.
Si el médico no puede asumir toda la responsabilidad en el tratamiento psicológico del momento especial por el que pasa su paciente como “existente”, delega en el Psicólogo tarea de “acompañarlo”. Podemos actuar ante la derivación con independencia y criterio profesional adecuado.
Conviene que el Psicólogo aclare su rol perfectamente ante paciente y familia y cual será su responsabilidad y diferencias con el tratamiento médico. Evitará las informaciónes confusas, contradictorias o ambiguas pues es necesario considerar al paciente como una “totalidad”, sin dicotomías entre “psique” y “soma”.
¿Quién se hace cargo del Hombre? Lo conveniente es que todos, médico, psicólogo, familia y amigos se hallen en permanente comunicación tratando de no perder esa perspectiva de “totalidad” que exige la situación. Seguirán todos estrechamente comunicados en relación a la evolución del paciente.
Por su profesión y formación el Psicólogo asume establecer una comunicación “efectiva” y “afectiva” con paciente y familia. Este “encuentro” no se limitará a la situación de “crisis” o en el desenlace, sino que seguirá despues de ella, preparando toda la gama de modificaciones que cada uno enfrentará en el futuro.
Su relación será “auténtica”, alejada de la promoción de un clima falso de compasión, con un “encuentro” normal de promoción de la existencia de ese ser que está tratando de asumir su nuevo “modo-de-ser-en-el-mundo-en-el-amor” (L. Binswanger) y realizarse “aún en las peores circunstancias” (V.E.Frankl) pues el sufrimiento, que no es propio del hombre, se supera a través de los otros dándole sentido trascendente.
La compasión rebajaría al paciente a la condición de “un ser-en-si”, una cosa a la que tratar sin consideración de su posibilidad, de su elección, de su responsabilidad, de su temporalidad y de su corporalidad.
En palabras simples permitir al otro elegir lo que hacer con su tiempo, con su cuerpo y con su existencia en totalidad. Dejarlo que no anticipe prematuramente el cierre de su vida y abrirlo a la Esperanza. Permitirle commpartir su angustia y tolerarla. Porque lo contrario es manifestación evidente que no podemos hacernos cargo de nuestros propios miedos, angustias y reparos ante la muerte.
Nuestra tarea como Psicólogos o Psicólogas está centrada en mostrar a parientes y amigos que el cuidado del otro, del enfermo, no implica limitarse o abstenerse ante ellos. Cuidamos de nuestra propia existencia si nos ocupamos, solidariamente, del otro que sufre o padece. Es la esencia de la “cura” (del latín: “curare” cuidar del otro).
Si son capaces de co-participar en el proyecto de sus propias vidas a través del cuidado del otro, quizá el enfermo no compartirá todos esos proyectos. Pero estará presente a través de la ausencia y de los que se haya podido cosechar en común en ese período de encuentro.
“Dos campos fundamentalmente distintos dentro de la total estructura de esa entidad que llamamos hombre: por un lado la existencia misma, por otro lado aquello que pertenece a la facticidad. Mientras que la existencia es algo esencialmente espiritual, la facticidad se compone tanto de elementos psicológicos como fisiológicos; contiene hechos tanto anímicos como corporales. (Viktor E. Frankl en pág. 24 de su libro. Solamente la persona espiritual viene a fundar la unidad y totalidad del ente humano. Y lo funda como totalidad corpórea, psicólógica y espiritual“ (Viktor E. Frankl, de su libro “La presencia ignorada de Dios”)
Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña - Galicia – Spain
marzo de 2012.
Estimado Dr. Jose, gracias por enviarme su publicación, para los que estamos cerca de enfermos terminales o no terminales, es de mucha ayuda el seguir con la Filosofia de la Logoterapia, para mi en lo personal fue la que me sostuvo en momentos muy difíciles en la atención de mis padres que vivieron conmigo durante 10 años , y los dos con Alzhaimer. Ppor que los dos al mismo tiempo no lo se. Pero fue ahí donde mi sentido de vida tuvo un cambio, no fue inmediato porque la carga física me acabo.
ResponderEliminarDesde hace 28 años trabajo con niños y jovenes con paralisis cerebral, funde una institución llamada Taller de Educacion Especial San Pedro Claver A.C. y ahora asisto a 60 niños.
Ese sigue siendo mi sentido, mis padres ya murieron pero aun extraño su silencio. Mi gratitud. Profra. Margarita Nuñez Guinea
Felicitaciones por tan humano artículo, creo que el buen ser debe priorizarse sobre el bien estar.
ResponderEliminarUn abrazo compañero.
Juan Carlos
Apreciado comentario viniendo de un
EliminarPsicólogo de tu valía. Un saludo cordial
Leyendo este artículo, me interesó especialmente el acento puesto en cuál debe ser la actitud o la posición del terapeuta ante un caso de un paciente que enfrenta una enfermedad terminal. Y lo que se responde el articulista, es que tiene que ser profesional, como en cada caso, escuchar, respetar siempre la decisión del paciente, no compadecer ni darle soluciones religiosas que no le competen y acompañar el proceso que en definitiva es parte de la vida terminar en muerte.
ResponderEliminarEvidentemente para que el profesional sea capaz de esto y no sucumbir a la angustia propia, ya que la muerte de otro anticipa la mía, la hace patente, necesita estar especialmente formado y a mi modo de ver, psicoanalizado. La muerte no es una cosa que pueda verdaderamente racionalizarse. Se llega con el conocimiento hasta un cierto punto y luego es saber vivir con la angustia, hasta que llega su rostro final.
Pero si hay algo antiprofesional es dejar que se anteponga la angustia propia, y empezar a dar manotazos en los cuales le doy consejos, lo calmo o le miento. No creo que los profesionales que hacen esto lo hagan de mala fe, sean psicólogos o médicos. Creo que no se disponen recursos para esta parte de la formación y queda librada al buen hacer y entender de cada uno y cada una. Es sutil la frontera de la empatía, debo entender lo que al otro le pasa pero evitar que a mí me pase lo mismo porque en este segundo caso, he quedado con las manos atadas.
Celebro que le haya dedicado espacio a este pensamiento importante sin duda en la función de los profesionales de la salud.
Bibiana Degli Esposti Psicoanalista
Muchas gracias por el comentario. Ponemos especial cuidado y énfasis en la formación de psicoterapeutas existenciales para tratar el tema de la muerte por ser éste uno de los puntos esenciales de la posición teórica. Esta tarea se realiza en concordancia con una clara posición metodológica-epistemológica.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el post, sobretodo me quedo con la frase: no creo en las casualidades sino en las causalidades. Debemos prestar ayuda enfermedades terminales y a quienes las padecen. El apoyo es fundamental.
ResponderEliminarUn saludo,
M