Cuando se habla de la influencia que sobre nuestra práctica logoterapéutica tuvieron las enseñanzas de Frankl se piensa en teoría y práctica de la asistencia a dolientes. Pero se olvida, acentuando este aspecto, que la primera lección del Maestro fue su vida misma.
Ya conocéis su biografía pero resalto de ella su actitud comprensiva, su humor, su disponibilidad y su gran capacidad de ubicación en la circunstancia que le tocara vivir.
La principal influencia para mi práctica logoterapéutica fue escucharle decir: “Yo encontré sentido a mi vida ayudando a los otros a encontrar sentido a la suya”.
El impacto hizo que ese sea el nombre que le dimos a nuestro grupo de trabajo: “Sentido” Centro de Actualización del Encuentro y la Comunicación.
Sabéis que el sentido de vida no se dá por añadidura, que debe descubrirse y renovarse ante cada una de las circunstancias difíciles que nos presenta la existencia. Que son muchas. Pero nunca las suficientes para que nos alejemos del segundo axioma frankleano que influyó en mi práctica logoterapéutica: “Aún en las peores circunstanciass, la vida vale la pena vivirla”.
¿Os dais cuenta de lo que esto significa? Significa una formidable arma para abrirse a la posibilidad de autotrascendencia y superar la culpa por nuestra existencia limitada.
Limitada por la muerte, pero posible.
Limitada por las circunstancias, pero con un margen de libertad inalienable. Siempre que a esta libertad la acompañe una alta dosis de responsabilidad.
Frankl agregó, a través de su trabajo, obra escrita y conferencias, que somos “pastores de almas”· en la procura de aquel que, sintiendo una gran frustración existencial, ha confundido el sentido de la vida y ha caido en el sinsentido.
Somos “therapeuticós” según los griegos, palabra derivada de “therapón”, siervo. Estamos al servicio del otro para acompañarlo en el camino hacia su plenitud.
Somos logoterapeutas, profesionales al servicio del mantenimiento o descubrimiento del “logos”, el sentido.
Somos aquellos que tenemos la obligación de detenernos, de comprender y de hablar, para transmitir el mensaje.
Tenemos la obligación de una formación responsable e intensa en los aspectos bio-psico-sociales-espirituales que definen la multidimensionalidad y la pluritemática de la Persona, porque el modelo frankleano así lo exige.
Esta formación responsable nos fue pedida en numerosos encuentros personales con Frankl a todos aquellos que nos acercábamos para pedir consejo o escuchar su palabra. Recuerdo varias anécdotas acerca de la forma amable y humorística de pedir esto. Pero será para contarlas en otros escritos.
Debemos contribuir al desarrollo de esta Escuela en la que encontraremos una fabulosa arma terapéutica: la Esperanza. Decía Gabriel Marcel que “la esperanza es el arma de los indefensos. Y por ello tiene eficacia. Por ser todo lo contrario a un arma”.
Para mi práctica logoterapéutica me gusta agregar a esta afirmación de Marcel: si los gobernantes de este universo globalizado tomaran como bandera la Esperanza para calmar el hambre, el sufrimiento, las carencias de los pueblos, el siglo XXI vería concretado el milagro.
La Esperanza abre al hombre a la posibilidad. Tomada como base de la actuación profesional para ayudar al otro en su sufrimiento y frustración nuestra Escuela tiene la posibilidad de convertirse en el paradigma del siglo XXI.
Para ello debemos acudir, una vez más, a las enseñanzas de Frankl y su modelo de autotrascendencia. En su libro “La idea psicológica del hombre” en su segunda edición agrega Frankl en 1984 un epílogo que tituló “La Logoterapia en su camino de degurificación”. En sus conferencias y viajes de los últimos años repetía esto personalmente.
Extraigo párrafos para su mejor comprensión y ustedes irán imaginando un análisis de la personalidad del Maestro. Decía Frankl[1]: “Qué podría decirles yo a personas que son expertos en el campo de la Logoterapia?. (Cuando lo invitaron) El profesor Ghougassian quería que yo elaborara como creo que será el porvenir de la logoterapia después que me haya ido. En otras palabras, quería que desarrollara mi último trabajo antes de morir; se supone que debo dejar un legado. Pero no soy profeta para ver el futuro. (…) De hecho el futuro de la Logoterapia depende de ustedes, y al determinarlo serían independientes. Después de todo, la logoterapia considera al hombre como un sser en busca de sentido, y como un ser que es responsable de la realización del sentido, y la logoterapia ve su propio cometido en hacerle consciente de su “ser responsable” de su “responsabilidad”. Esto vale también para el logoterapeuta, puesto que él, además, debe darse cuenta de su responsabilidad, de su ser libre y responsable. En otras palabras, debe caracterizarse por un espíritu independiente.”
Y agregaba más adelante: “Si uno se define como miembro de la comunidad logoterapéutica, no está obligado a suscribir todo lo que dijo el Dr. Frankl”. (…) “La evolución de la logoterapia no solo concierne a sus aplicaciones en varios campos sino a sus fundamentos”. (…) “La psicoterapia es siempre algo más que una técnica, y es así en la medida en que ella necesariamente incluye un elemento de arte. Y la Psicoterapia es siempre más que mera ciencia en la medida en que ella también necesariamente incluye un elemento de sabiduría. Ambos forman una totalidad y unidad donde las dicotomías entre técnica y encuentro desaparecen y se disuelven”.
Extraigo un párrafo más que sirve de modelo de la autotrascendencia de Frankl para nuestra práctica: “Pero que podemos decir acerca del tema de que cada fundador de una escuela psicoterapéutica describe en su sistema, en última instancia, su propia neurosis y escribe en sus libros la historia de su propio caso? Bien, no estoy autorizado a hablar en este contexto de Sigmund Freud o de Alfred Adler, pero, en lo que a la logoterapia se refiere, confieso de buena gana que cuando joven tuve que pasar por el infierno de la desesperación ante la aparente falta de sentido de la vida, atravesando una etapa de total y extremo nihilismo. Pero luché a brazo partido contra él, como lo hizo Jacob con el ángel, hasta que pude “decir si a la vida a pesar de todo”, hasta que pude desarrollar una inmunidad contra el nihilismo. Desarrollé la logoterapia. Es una pena que otros autores, en lugar de inmunizar a sus lectores contra el nihilismo, lo inculquen con su propio cinismo, el cual es un mecanismo de defensa o formación reactiva que ellos han construido contra su propio nihilismo”.
Queda clara la lección: debemos recordar al Maestro pero no lo debemos convertir en gurú de ningún movimiento. La logoterapia tiene ya mayoría de edad. Y cada uno de nosotros debe elegir bien el trabajo al que se enfrenta siguiendo esta escuela. Elegirlo y responsabilizarse. Investigar y compartir conocimientos con los colegas. Dialogar. Permitir el encuentro interdisciplinario. Encontrarse y posibilitar la autotrascendencia recíproca.
Esta es la influencia del pensamiento frankliano en la práctica terapéutica y por consiguiente en la vida personal de cada uno. Es fácil concluir esta presentación si recurrimos, una vez más, a lo dicho por Frankl en el libro citado: “Señoras y señores, yo terminé mi primer libro con la frase de que la logoterapia “es tierra de nadie”. Y sin embargo ¡qué tierra prometida! Hace de esto treinta y cinco años. Mientras tanto, la “tierra de nadie” ha llegado a ser habitada. Prueba de ello es este congreso. El programa es como un viaje a través de muchos y variados paisajes y campiñas de esta “tierra prometida”.
Dr. José Martínez-Romero Gandos
[1] Frankl, Viktor E. “La idea psicológica del hombre”, segunda edición en castellano, 1984, Ediciones RIALP, Madrid, España. Epílogo.
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