¡El
virus no existe! ¿Cuántos muertos registra hoy nuestra comunidad? Solamente nos
salvará una vacuna. ¡Los políticos no se pueden guiar por el miedo y aprobar
vacunas sin seguridad! ¡La urgencia no puede suprimir medidas de control y
riesgo!!
Frases
como éstas o semejantes pueblan todos los continentes, saturan los
informativos, enfrentan a políticos y comentaristas, frente a la instalación de
una pandemia debida al virus llamado popularmente COVID-19.
Se
ha globalizado la pandemia. Se ha globalizado el miedo. Se han globalizado las
críticas y también los llamados pidiendo ayuda, medios, inversiones, controles,
penalizaciones o soluciones. Pero el virus no sabe de conflictos y se difunde
porque la población mundial sucumbe ante las demandas económicas, el consumismo
establecido como sistema y la falta de solidaridad.
Pocos
saben lo que significa, en realidad, el término “globalización”. Opinan algunos
que la globalización es un proceso económico, tecnológico, político, social y
cultural a escala mundial que consiste en la creciente comunicación e
interdependencia entre los distintos países del mundo, uniendo sus mercados
sociales a través de una serie de transformaciones sociales y políticas que les
brindan un carácter global.
Este
proceso originado en el seno de la civilización occidental y que se ha
expandido alrededor del mundo en la segunda mitad del S. XX recibe su mayor
impulso con el fin de la Guerra Fría, y continúa en el siglo XXI. Se
caracteriza en la economía por la integración de las economías locales a una
economía de mercado mundial donde los modos de producción y los movimientos de
capital se configuran a escala planetaria. Esto dio en llamarse “nueva economía”.
La
globalización nos somete a cambios y presiones a veces no deseados. Ríos de
tinta han cubierto publicaciones acerca de este fenómeno actual. En la historia
de las grandes civilizaciones la única forma en la que se conseguía alcanzar
era por medio de las conquistas. Sangrientas e injustas siempre. Los filósofos
de todas las épocas han defendido que, ante el desarrollo de una nueva
conquista debíamos prepararnos para no perder, ni un ápice, nuestra condición
de persona.
Tanto
en la antigüedad como en el presente aparecen voces que resaltan, ensalzan o
alaban los beneficios de tal o cual globalización. Pero si fijamos nuestra
atención en todo el contexto en el que se incluye el mencionado fenómeno
rápidamente observamos consecuencias inmediatas e ingratas de su implantación:
Recesión, pobreza generalizada y estructural, déficit económico general, crisis
en la institución familiar y alteración del goce de la libertad. Las
consecuencias de este proceso caen sobre toda la población y los economistas
del Establishment aún no han encontrado soluciones.
La
economía globalizante tiende a motivar el esfuerzo individual para que la
persona obtenga ventajas De esta forma no se contribuye al bien común, la
comunidad se resiente, los éxitos de UNOS se convierten en fracasos de los
OTROS. La lucha se establece por el bienestar personal, el ascenso económico y
social, la posesión de bienes. En este tipo de relaciones comunitarias cada
hombre es un potencial enemigo de su vecino o compañero de trabajo, su familia
y aún los amigos. El resultado es el aumento de la agresividad, dificultades en
las relaciones interpersonales y una ansiedad general. Muchas instituciones tienden
a programar la distribución indiscriminada de pseudos beneficios sociales,
siempre generales, mínimos y decididos por el poder. Se desconocen las
condiciones individuales, las conformaciones culturales y la libertad del
Hombre.
En estas
líneas intentamos llamar la atención sobre la verdadera esencia del Hombre. De
una manera u otra tratamos de alertar sobre las utopías. Aquí denunciamos, una
vez más, el hambre, la desocupación, la miseria, el aumento de la deuda,
flagelos con los que cerramos el Siglo XX y aún continúan en el nuevo siglo.
Sin
posibilidad de clonación, cada Persona necesita cuidados que van ligados a un
complejo entramado psicosocial en la que manifiesta sus valores y desarrolla
sus propios procesos de adaptación. Solamente en una perspectiva holística del
problema podremos descubrir las verdaderas necesidades del Hombre. La génesis
de este proceso es universal, que no globalizante, porque cada persona es única
e irrepetible, libre y responsable para decidir sobre su futuro y su auto-trascendencia.
Cuando
la consideramos en estas dimensiones bio, psico, social y espiritual queda
claro que la totalidad del Hombre no puede reducirse a un solo fenómeno y debe
entendérselo como una unidad de sentido y como una unidad estructural. En esta
pluralidad de dimensiones el Hombre experimenta el sí mismo y su relación con
el mundo. Su esencia es ser libre y responsable, respondiendo a valores y
proyectándose en un futuro trascendente.
Aristóteles
decía que con el asombro comienza la Filosofía. Cuanto más reflexiono sobre mi
existencia más oscura veo mi existencia particular. La comprensión, la
inteligencia y el lenguaje me quedan cortos para explicar esta realidad que enfermedad
y muerte: la pandemia. ¿Cuál es la actitud específicamente humana a seguir? Es
una época difícil para dar lugar al asombro.
El
desafío es construir un sistema en el que la solidaridad sea el centro. La
vertiginosidad con que la globalización difunde sus mensajes impide a los
ciudadanos una elaboración crítica y ética de su verdadera influencia.
Deslindar la verdad es muy difícil e impide la expresión auténtica de
sentimientos y proyectos. Muchos quedan paralizados frente a la pandemia, otros
la niegan, aquellos no toman medidas de prevención y la responsabilidad brilla
por su ausencia.
Desde
nuestra posición ideológica debemos reconocer los cambios en la realidad social
pero alertar sobre las posibilidades, casi seguras, de caída en el vacío
existencial, en la vida sin sentido y en la superficialidad de la actividad
cotidiana, cuando no en la contemplación de la destrucción de nuestra sociedad
y modo de vida. Debemos preocuparnos intensamente por ese futuro.
Prever
los problemas psicopatológicos derivados de sentimientos profundos de soledad
provocados por esta sociedad globalizada, vigilar la aparición de
comportamientos alterados que modifican e impiden esa plenitud de vida, encarar
las sutiles y a veces brutales circunstancias en las que se altera la
convivencia familiar y contribuir al bienestar es el desafío de la hora.
Las
alteraciones mencionadas son multifactoriales. Una inadecuada utilización de
los recursos de las comunidades lleva al aumento de los problemas mencionados,
limitando la pretendida eficiencia del sistema.
La
gestión de proyectos que incorporen rápidas y profundas innovaciones en la
atención sanitaria y en la educación son los parámetros iniciales necesarios.
Aceptar la sugerencia de los economistas implica buscar formas modernas de
aumento de la eficacia y la eficiencia del sistema. Pero esta eficiencia debe
complementarse con la actividad comunitaria que genere en la población espacios
culturales para evaluar sus propias necesidades y encontrar criterios definidos
para que las soluciones sean, cualitativa y cuantitativamente, aceptables y
aceptadas por todos. Esta es la verdadera innovación: la vida solidaria.
El
concepto de “salud” de la Organización Mundial de Salud comprende el bienestar
biológico, psíquico, social de las personas y no solamente la ausencia de
enfermedad. Los técnicos diferencian “salud objetiva” de “salud subjetiva”
definida la primera como “la capacidad para la función” y la segunda como “la
significación que la persona otorga al sentirse bien”.
La
economía provee los parámetros necesarios para el desarrollo de un aspecto
esencial de las comunidades. Pero no el principal. Sin posibilidad de
clonación, cada persona necesita cuidados que van ligados a un complejo
entramado psicosocial en el que se encuentra ligado afectivamente, en el que
manifiesta sus valores personales y en el que desarrolla sus propios procesos
de adaptación. Los enfermos de COVID-19 son ingresados en hospitales hoy al
borde de la saturación. Si empeora su estado las UCIs también están colapsadas.
Mueren sin la presencia de sus familiares. Son enterrados sin ceremonias. Las
familias y amigos quedan destrozados. Pero aún ante este panorama no observamos
una reacción responsable de la mayoría de la población. Multitudes en los
centros comerciales porque hay que celebrar las fiestas de fin de año, los
jóvenes violando disposiciones de distancia y control para realizar macro
fiestas llenas de alcohol y sin medidas preventivas, empresarios que no
realizan las prescriptivas medidas de seguridad para sus obreros y empleados,
etc. etc. etc.
Solamente una perspectiva holística del
problema permitirá descubrir sus verdaderas necesidades. La génesis de este
aspecto evolutivo humano es universal. Universal, que no globalizante, porque
cada persona es única e irrepetible, libre y responsable para decidir sobre su
futuro y sobre su auto-trascendencia. La globalización no siempre permite este
aspecto esencial de la Persona. Si no es obligado a abandonar aquello que le
pertenece por esencia, el hombre es capaz de incorporarse a un proceso intenso
de desarrollo como el que comentamos. La condición es el respeto por su
esencia: la libertad.
¿Cómo es
posible aumentar la solidaridad en un mundo egoísta, consumista y superficial?
Volviendo a lo clásico sin abandonar lo actual.
Mostrar
a los responsables de la producción que sin la debida motivación, sin el
ejercicio periódico de la creatividad, sin la esperanza en un bienestar futuro
para su familia, sin la atención sanitaria debida, sin educación generadora de
estructuras valorativas, el Hombre se aliena y por ende rinde menos.
¿Podrán
las empresas redescubrir estos conceptos? ¿Podrán los jóvenes responsabilizarse
y construir una generación tal que sea modélica? Los jóvenes necesitan una
fuerte motivación que movilice sus potenciales creativos y productivos. Ellos
ven el porvenir con nubarrones y dejan cesantes sus energías solamente
dirigidas a sostener una vida provisional llena de adicciones, agresiones o
depresiones.
Recordar
que el hombre es lobo del hombre pero que, simultáneamente, es también el que
ha desarrollado su creatividad hasta los límites insospechados de la
actualidad. Luz y sombra de la historia. Creación y destrucción. Amor y
guerras.
Apuntemos
al amor y a la solidaridad.
No se
forman “colaboradores solidarios”. He aquí la sencilla fórmula de desarrollo
comunitario ya señalada en la Biblia.
La
formación de estos “colaboradores solidarios” permitiría un doble efecto
positivo inmediato.
El hombre común, sin ninguna elaboración intelectual, sin la necesidad de
ningún estudio sistemático, vivencia esta naturaleza espiritual de su ser
Persona. Vivencia esta angustia por su finitud y se esfuerza en su auto-trascendencia.
No se le escapa que su vida vale la pena vivirla, plenamente. Y se esfuerza
para encontrarle sentido a pesar de las circunstancias que, inevitablemente, lo
rodean y frustran muchos de sus proyectos.
En muchas oportunidades encuentra ese sentido a pesar del sufrimiento que
le produce el dolor por la pérdida de un hijo, el dolor físico de una
enfermedad o trauma, la carencia de un empleo o una casa, o la necesidad de
enfrentar catástrofes naturales.
El Hombre es capaz de esto y mucho más. Si enferma, sufre o padece
pérdidas busca la “cura”. Todos buscan
la “cura”, el cuidado de un otro. Ese “otro” puede ser padre, hermano, amigo,
hijo o compañero. Muchas veces esta compañía es el verdadero trampolín que los
coloca, nuevamente, en la senda del sentido.
Aceptan la transitoriedad de la existencia, superan el sufrimiento y
recobran la esperanza.
Cuando esto no es posible recurren a un profesional en busca de la
“cura”. Según de que “cura” se trate consultan a un médico, un psicólogo, un
psicopedagogo o un religioso. Cualquiera de estos profesionales es la persona
que “impulsada por su eros terapéutico, aprovecha su preparación técnica para
cuidar a sus semejantes, como prójimos, cuando lo necesitan o están enfermos”.
Para que esta “Misión” no sea una mera declaración de buenas intenciones
debemos citar a nuestro Maestro Viktor E. Frankl.. Según Frankl, nuestra
“Misión” como Logoterapeutas es la “cura médica de almas”. Es una pastoral
“médico-psicológica”. Según los griegos, la persona encargada de “cuidar” el
cuerpo era el “mëdos”, derivando de allí la palabra “médico”. Para esa cultura
el “therapeutikós” era el siervo encargado de cuidar el templo, es decir, el
lugar por excelencia para la vida espiritual.
Quienes nos dedicamos a esta profesión, y en especial los Logoterapeutas,
aceptamos y reconocemos nuestra “Misión” como aquella destinada a colocarnos al
servicio del otro para ayudarlo a mejorar sus “dolencias” cuando éstas lo
agobian, librarlo de su angustia cuando el daño es positivo y facilitar su
reencuentro con el sentido, a pesar de todo y contando con los valores de su
propia existencia. En este tiempo de pandemia también es “apelar” al ejercicio
de la responsabilidad.
Deberíamos contribuir con
nuestra experiencia para el desarrollo de una acción logoterapéutica que se
proyecte sobre la comunidad contribuyendo a la promoción y perfección del
Hombre en función de valores éticos de solidaridad, logros en el marco superior
de la responsabilidad social y calidad de vida respetuosa de la dignidad de la
Persona.
Nuestra “Misión” no
necesita de grandes tratados de Psiquiatría, Psicopatología o Técnicas
Psicoterapéuticas. Los “Maestros” y “Tratadistas” han contribuido a nuestra
formación básica imprescindible. Ahora nos basta la definición del diccionario:
“Misión es la acción de enviar. Es el poder que se dá a un enviado para cumplir
su cometido. Es, también, el deber moral que cada hombre le impone su condición
o estado”.
Somos enviados para servir
en la “cura” o cuidado del otro y es para nosotros un deber que nuestra
condición nos impone. “Pastores de almas” que buscan encarrilar la oveja hacia
la recuperación del “sentido” de vida. El Derecho nos otorgaría la condición de
“curadores ad-bona” que define a quien cuida los bienes de un incapacitado. ¡Y
qué mayor incapacidad que carecer de la voluntad necesaria para encontrar
sentido a la vida a pesar de todo!
Esa es nuestra “Misión”. ¿Y
cuál es nuestro pago? El diccionario vuelve a ser útil para definir la cuestión
citando la acepción que atribuye a “Misión: alimento que se señalaba a los
segadores por su trabajo”. El cumplimiento de la Misión es nuestro alimento y
pago verdaderos.
¿Cómo podemos lograr estos
propósitos en esta sociedad en crisis, con poco ejercicio de la solidaridad y
padeciendo una pandemia?
Debemos ajustar nuestra
Misión para afirmar, repetidamente, el concepto de Logoterapia como propuesta
facilitadora del desarrollo de proyectos y valores. Una propuesta que debe
considerar la posibilidad de comunicación efectiva y afectiva, promover la
reflexión sobre los valores y el sentido de la vida, no olvidar la integración
psicológica y social y facilitar la armonía entre la libertad y la
responsabilidad.
Nuestra tarea como Logoterapeutas es preguntarnos si
podemos hoy ayudar al Hombre existencialmente frustrado a encontrar un sentido
en su vida. Muchas personas piensan que tal
vez es tarde para esta tarea en
un mundo totalmente globalizado, en crisis y vacio existencialmente. Creemos
que no.
Concluimos que es necesario considerar la posibilidad de
establecer una sociedad basada en el respeto por la Persona. Esta persona
necesita obtener el máximo de oportunidades para realizarse dentro de la
comunidad de su elección, desarrollar y usar sus potencialidades y encontrar un
trabajo digno.
En ese contexto es posible que pueda dar y recibir,
encontrando en la comunidad su oportunidad de ser solidario con acciones de acuerdo a los
más altos valores y con un ejercicio continuo de responsabilidad”
Diciembre de 2020.
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