Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

sábado, 13 de junio de 2020

COMENTARIOS EN LAS REDES SOBRE EL COVID-19 QUE ACTUALIZAMOS


   Estamos transitando junio del año 2020 en medio de una pandemia por COVID-19 que ha dejado miles de muertos, infectados con o sin síntomas y un confinamiento generalizado que empezamos a abandonar en función de medidas gubernamentales y opinión de expertos.
   En un mundo globalizado como el actual las noticias, opiniones y discusiones sobre el tema se multiplican vertiginosamente y nos inundan en medios y círculos especializados.
   Personalmente estuve dedicado en las últimas semanas a recibir y comparar opiniones de colegas de la Psicología y otras ciencias afines. Escuché videos y transmisiones directas desde México, Perú, Colombia, Chile, Inglaterra y España. En este último país, en el que resido desde hace 20 años, tuve oportunidad de escuchar opiniones transmitidas en una mesa redonda que organizara la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar FEATF tratar el tema “Virus, Ciencia y Conciencia”.
   Coincidí con el pensamiento de colegas, excepto con el de una joven bióloga que habló sobre el virus y sus posibles vacunas desde el conocimiento de su ciencia, que yo desconozco por supuesto.
Muchos de nosotros hemos estado confinados en el hogar por más de 60 días.       Mientras tanto, allá afuera, las ciudades intercambiaban su ruido por silencio, menos tráfico y no había gente en las calles. Cuando salimos a la calle, como si fuera la primera vez, nuestra mirada se centró en una multitud de aspectos familiares, pero ahora con una nueva perspectiva y atractivo.
   Tratando de asumir esta realidad del Siglo XXI nos fijamos en el pasado para intentar comprender o justificar la pandemia y los actos de gobiernos y personas al respecto. Pero nuestro presente, este instante especial en medio de la pandemia puede no satisfacernos. Dirigimos, entonces, una mirada al futuro para imaginar una salida aceptable para nuestro bienestar y comunicación con nuestro entorno.
   Lo primero que destaca en todos los comentarios es que no estamos preparados para una crisis del calibre de la presente situación. La crisis nos sorprendió aunque nos recordaran, rápidamente, todas las pestes y desastres anteriores sufridos a escala mundial. Nos dicen los historiadores: “siempre que hubo pestes nos enclaustramos y esperamos que pasara”. Otros registraron los millones de muertos. “Siempre en las pestes se cerraron fronteras y se impusieron normas militares de control de la población”, agregan. En muchos de esos períodos históricos no hubo psicólogos o sociólogos que registraran o comentaran los efectos negativos sobre la salud mental y la comunicación de nuestros antepasados.
   Los políticos actuales se limitan a gestionar el presente teniendo una visión nublada de las perspectivas futuras y de las acciones pertinentes para esa situación. Se necesita algo más que gestionar la pandemia actual. Se necesita considerar la complejidad de la situación que afecta a personas, comunidades, instituciones y medios de producción.
   En esa mesa redonda me sorprendió positivamente la opinión de un filósofo, el Dr. Daniel Inneraty, quien describió perfectamente esto que comentamos y los moderadores nos recomendaron su libro “Una teoría de la democracia compleja” en el que señala la posibilidad que en ese futuro se cree un “sistema organizado de alertas tempranas” que nos permita y les permita a los responsables de la salud mundial decidir que se va a hacer después. Decisiones que no podrán eliminar o modificar su carácter dramático.
¿Quién ganará la batalla? Espero que la naturaleza y los hombres haciendo uso de su capacidad de predecir y encontrar soluciones llámense éstas vacunas, solidaridad, reparto equitativo de los bienes imprescindibles para la supervivencia, etc.
   Lo que seguramente será común y universal será la incertidumbre. Hoy esa incertidumbre aún permanece provocando ansiedad. ¿Cuándo podremos abrazarnos, salir normalmente a nuestro mundo, dejar de usar mascarillas o reunirnos o reunirse la gente en número y sitios de su incumbencia? Chi lo sá!!!
   Lo que sí sabemos porque lo estamos comprobando los psicólogos a partir de consultas de personas que sufren efectos posteriores al sufrimiento del COVID-19 o el de sus familiares, especialmente cuando hay muertes cercanas, es que esta pandemia afecta la salud mental de todos nosotros.
   Observamos un efecto directo por el sufrimiento en estas situaciones que mencionamos. Efectos que pueden producir secuelas tanto neurológicas como psicológicas.
   Pero hay un efecto indirecto sobre las personas que observamos a partir de sentimientos de soledad, alarma o angustia provocada por la falta de trabajo o empeoramiento de las condiciones socio-económicas. Los síntomas indirectos producidos son la ansiedad, el insomnio, la depresión y en contados casos el suicidio.
   Los que sufren intensamente son, asimismo, los familiares de los muertos por COVID-19 cuando la despedida está muy condicionada por normas o incluso estas normas impiden la despedida y la elaboración del duelo pertinente.
   Paradojalmente la opinión de los expertos de clínicas psiquiátricas o de los psiquiatras en general es que los enfermos mentales graves o crónicos como psicóticos o pacientes con T.O.C. mejoran en relación a los efectos de la pandemia, especialmente aquellos que no podían salir a la calle o estaban limitados porque su entorno transmite la realidad exterior como limitada. Los pacientes obsesivos encuentran justificación a sus síntomas y se sienten beneficiados por tener que lavarse las manos tantas veces, usar mascarillas, alejarse de determinados sitios, etc.
   No debemos olvidar una incidencia importante de la pandemia sobre los inmigrantes, las personas sin familia de apoyo, los homeless o los desocupados de cualquier oficio.
   En algunos casos la obligación del aislamiento lleva a familias a encontrar nuevos canales y formas de comunicación. O a empeorarlos. También aumentan las formas de agresión machista en parejas confinadas con conflictos previos.
   Lo que sí podemos decir que coincidimos con muchos expertos es en tener cuidado con las afirmaciones o campañas de políticos y gobernantes acerca de lo que se ha llamado “la desescalada para lograr paulatinamente llegar a la nueva normalidad”. La nueva normalidad no existe. Es un concepto errado. Existe una realidad presente, con un pasado condicionante o productor de experiencias y un futuro incierto. Normal no es lo que abunda.
 Tal vez convenga que todos los psicólogos/psicólogas recordemos los aprendizajes que realizamos (por lo menos teóricamente) cuando nos transmitían los conceptos del modelo de Olson que nos permitiría  identificar y describir las dimensiones centrales de cohesión y adaptabilidad de la familia, así como también mostrar cómo las relaciones familiares pueden distribuirse, en un balance dinámico, entre constancia y cambio (dimensión de adaptabilidad) y entre amalgamada y desligada (dimensión de cohesión).
  Les dejo un esquema del modelo de Olson para que podamos utilizar en la medida de nuestras necesidades de asistencia a familias.




1 comentario:

  1. Esta cualidad premonitoria de Han tiene en 2020 algo de catártico pues acaba de publicar en España un libro, La desaparición de los rituales (editorial Herder) -Alemania lo leyó el año pasado- que adelantaba lo que ahora sabemos: «que los rituales dan estabilidad a la vida y son en el tiempo lo que una vivienda en el espacio». Sus querencias, el narcisismo exacerbado de la sociedad moderna, la muerte del deseo y la omnipotencia del consumo se analizan desde este ángulo, dibujando un panorama que, más que nunca, exige la rápida actuación del ser humano.
    Dice en su último libro que nos han vendido un estilo de vida intenso, y señala que quien espera siempre lo nuevo, lo estimulante, pasa por alto lo que ya existe. ¿Puede la pandemia reconducirnos a una vida distinta?
    Algunos sociólogos ya están difundiendo un romanticismo del coronavirus. Hablan de desaceleración o de sosiego. Según ellos, esta sería una oportunidad. Volveríamos a tener tiempo para prestar atención al canto de los pájaros o para detenernos a oler el aroma de las flores. Pero conviene mantener un cierto escepticismo. Lo que probablemente sucederá es que tras la epidemia el capitalismo avanzará aún con mayor ímpetu y que nosotros viajaremos aún con menos escrúpulos. La presión para aportar rendimiento, para optimizarnos y para competir seguirá aumentando. En este momento el capitalismo no está siendo desacelerado, sino retenido. Reina una paralización nerviosa, una calma tensa. No nos abandonamos al sosiego, nos han obligado a una inactividad. La cuarentena no es un tiempo de tranquilidad. No se producirá ninguna revolución viral.
    ¿Acepta que se ha acelerado lo que usted plantea en su libro, que los rituales están desapareciendo?
    La pandemia remata la desaparición de los rituales. También el trabajo tiene aspectos rituales. Uno va al trabajo a las horas fijadas. Y el trabajo se hace en comunidad. También el coworking o trabajo cooperativo apunta al carácter comunitario. Pero en el teletrabajo, al que la pandemia obliga, esta dimensión ritual se pierde por completo. En El principito de Saint-Exupéry el pequeño príncipe le pide al zorro que lo visite siempre a la misma hora, para que la visita se convierta en un ritual
    Gracias por el Esquema de Olson. Cordial

    ResponderEliminar