Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

domingo, 26 de enero de 2020

IPSEIDAD (¿≠ de mismidad?)


            Trataremos hoy acerca del concepto de “ipseidad”. Es un término filosófico que suele asociarse a la idea de sí mismo, pero en filosofía se recurre generalmente a él para hacer contrapunto respecto de la noción de mismidad.
            En ese contexto, que remarca la dimensión existencial y no la estructural de la esencia, Jean Paul Sartre plantea en su obra El ser y la nada (1993)[1] que la ipseidad constituye el circuito que se encuentra entre el ser en sí y el ser para sí. "La reflexión, pues, capta la temporalidad en tanto que ésta se revela como el modo de ser único e incomparable de una ipseidad, es decir, como historicidad”, concluye el pensador.

            La temporalidad es el modo de ser de lo humano y por ende lo humano es histórico. Esta dinámica abarca pasado, presente y futuro y su totalidad nunca está acabada. En el momento que se produce ya está más allá. De allí que sea necesario comprender al hombre como un ser-en-el-mundo con historicidad. Para acercarse a la comprensión de ese ser-en-el-mundo es necesario señalar que el en-si carece de tiempo y que se presenta en el mundo como un “para-si” que esboza ya la temporalidad pero no, aún, la conciencia. Esa temporalidad solamente puede revelarse en el ser de un modo externo, objetivo y en un primer momento irreflexivo.
            La acción humana no es de por sí voluntaria. Implica un fin porque, en su temporalización, el ser en el presente necesita aplicar lo que Sartre llama “negativité” es decir, negar la situación para poder seguir avanzando. En esa carencia se abre a la posibilidad inaugurando el futuro. Ese fin no se vincula a una voluntad o a una deliberación, ilumina una serie de medios que permiten la apreciación y experimentación de las cosas y de las estructuras del mundo.  En esa apreciación hay elección y con la multiplicidad de fines mediante la acción individual se promueve la constitución del proyecto. El proyecto de ser vincula saberes prácticos y discursivos, intelecciones, afectos, pasiones y voluntades (éstas pueden luego oponerse al proyecto original) estableciendo “la historicidad” del sujeto que se integra luego en el “proyecto global” de la sociedad, integración que provoca la aparición del absurdo porque tal vez esto niega la libertad individual. Absurdo dado ante la contingencia que opone facticidad a libertad. Esta facticidad intenta imponerse sobre mi elección. Aquí queda patente que la única elección imposible es “no elegirse”. Ello no significa que sucumba y pueda “elegir” por la facticidad. Esto último, posiblemente, me arroje en la inautenticidad frente al proyecto original.
            Nos recuerda Marcello Furst de Freitas Acetta (2015)[2] que la ipseidad humana ha sido entendida metafísicamente a lo largo de la historia. Y agrega que en ese sentido por ipseidad la tradición ha entendido a la identidad humana, es decir, el modo como el individuo humano conforma su experiencia de acuerdo con los elementos ontológicos previamente dados que determinan su esencia. Su intento de comprender la ipseidad humana de un modo no metafísico le obliga a una deconstrucción previa de la idea metafísica de identidad ontológica.
            Sin recurrir a conceptos y discusiones filosóficas iniciadas ya en tiempos de Santo Tomás de Aquino y aún actuales entre seguidores del Aquinate y los seguidores del aristotelismo contemporáneo acerca de si el concepto Dios como ipsum esse subsistens  puede ser equiparable a la sustancialización del ser y de lo uno tal como lo concibió Platón[3] lo que nos llevaría al absurdo de decir de algo que su esencia es pura existencia, nos limitaremos a dialogar sobre el ser que es como existente individual.
            El existencialismo destaca el carácter dado (la irreductibilidad) de la existencia, su prioridad sobre la esencia. El origen latino de la palabra “existencia” nos remite a una etimología que expresa algo que “emerge, aparece, se presenta, se hace visible”. Es muy larga la lista de autores que han tratado el tema del ser de la existencia. Como un recordatorio posible podemos decir, siguiendo a Vicente Fatone[4] que existir es ser un ser de lejanías porque no se limita el hombre a ser en el aquí y ahora sino que esta realidad no lo agota y lo proyecta en la búsqueda de su realización que siempre está en el horizonte como un irrealizable. En esta situación tiene que elegir a cada instante entre todas sus posibilidades, no las pasadas que ya no son, sino eligiéndolas en un juego creador que solamente está en el futuro. El proceso de elección es un proceso liberador porque le permite huir de lo ya determinado y crearse a sí mismo y a sus mundos. Esto es la libertad. Pero esta libertad le produce angustia. El hombre al existir fuera de sí, no puede sino sentirse amenazado, siempre inseguro de ese su ser en permanente riesgo; y por eso mismo el hombre tiene que cuidar su ser. Gracias a esta cura (sorge) el hombre es lo que es. La cura es paradójica, es cuidado, pero nunca da seguridad. El hombre,  que es cura, es el ser inseguro, expuesto, el ser que constantemente corre el riesgo de su ser. En ese ser de posibilidades que es el hombre siempre hay un “todavía no” que le dá la condición de ser incumplido. No estará acabado ni aún en la muerte. Porque la muerte no es existencia.
            Esa posibilidad de ser se va realizando siempre en el mundo que lo ubica como un ser abierto a él. Está fuera de sí mismo. Ese “extrañarse” de si mismo, ese alienarse de sí mismo, implica la temporalidad. Pasado, presente y futuro son las propias proyecciones de su ser-en-el-mundo, tres formas de extensión hacia ese mundo. En el pasado yo fui, no lo soy. Y lo fui de tal manera que me es imposible no haber sido. Es irremediable. El futuro es lo que no soy pero puedo llegar a serlo. Estoy abierto a él. Pero toda proyección se hace en el presente pero que a su vez es también proyección de mis posibilidades.
            El Existencialismo hace al hombre responsable de sus actos concientes o no concientes. El hombre es un ser que elige y se elige y que al elegirse se asume a sí mismo y se hace responsable. En el juego de esa temporalidad el hombre es un ser en situación. Está comprometido con su ser en una relación de la que no puede salir porque al decir de Sartre “el hombre es un ser que en su ser le va su ser”. Soy quien soy, siempre estaré en situación de ser. No puedo suprimir mi situación. No puedo no elegir, no puedo no luchar, no puedo no morir. Son situaciones límite que tendrá que tener el coraje de aceptar. De esta forma el existir es ser un ser para la nada, para la muerte. La muerte es su posibilidad fundamental porque no es posible no morirse. La muerte es el gran posible que permite los otros pequeños posibles de la existencia.
            Sobre la posibilidad de la trascendencia de esa muerte encontramos diversas opiniones. Una de ellas es la de Heidegger que se abstiene de hablar del último después; Sartre niega ese después y Jaspers ve en el naufragio mismo la negación de la muerte y de la nada, el ser sigue siendo para él. Somos seres finitos. Nuestros límites son el nacimiento y la muerte. Existiendo somos fieles a estos dos límites.
            Pero el hombre no está solo en el mundo. Existir es ser un ser con los otros. Estar abierto a las cosas pero también a otros hombres. En este sentido el hombre es dialogo. Tal vez sea difícil entender que al abrirse a los otros el hombre se niega a sí mismo ya que es posible que se identifique con las cosas y con los otros. Cuando se afirma en lo que es, se compromete. Cuando niega lo que es, la nada se le aparece.
            Esta nada es lo que lo angustia. En la nada de la angustia surge el todo. La nada hace surgir el ser y lo insta a realizarse en la autenticidad aceptando sus limitaciones actuales y últimas o permanecer en la angustia que provoca esa nada y caer en la cotidianidad y la inautenticidad.
            Resumiendo estos aspectos descriptos diremos que el Ser Humano se enfrenta a las preguntas propias del existir humano como son la finitud de todos los proyectos y experiencias de la vida (nada es permanente, todo termina) o la realidad de la muerte (propia y de nuestros seres queridos); de la libertad y responsabilidad de la propia existencia; de la coexistencia con otros seres humanos y los dilemas y conflictos que de ella derivan, así como de nuestra propia condición individual y solitaria: pues a pesar de tener seres queridos, nadie puede vivir nuestra vida y conocer realmente nuestra propia experiencia; de la pregunta por el sentido y la búsqueda de una tarea y misión para la propia vida. Estamos además lanzados a la incertidumbre y el azar, pues nunca tendremos las respuestas certeras a los dilemas de la existencia humana, las fórmulas para lograr la felicidad perfecta o el control absoluto de todas las situaciones. Existir implica una aventura extraordinaria, llena de retos y pruebas como el sufrimiento, la culpa y la muerte; requiere un trabajo personal profundo que debemos aprender a afrontar de una manera positiva, pero a la vez realista. Nadie nos entrena para Existir y lograr una vida consciente y plena.   Mucho menos para encontrar y realizar nuestro verdadero propósito.
            Cuando no logramos afrontar la existencia enfermamos física, psicológica y existencialmente. La enfermedad no es algo que nos ocurre desde fuera y de manera casual, es el resultado de nuestra relación con el mundo, con los otros, con nosotros mismos y con los valores. Incluso si consideramos estar sanos y no tener ningún problema en la vida, debemos detenernos y preguntarnos conscientemente ¿Qué estoy haciendo con mi existencia? ¿Estoy realmente desarrollando la existencia que deseo vivir? ¿Estoy viviendo de manera responsable el poco tiempo que tengo delante de mí? ¿Es esto lo que quiero para mí realmente? ¿A dónde estoy yendo? ¿Soy realmente auténticamente feliz?
           






[1] Sartre, J. P. (1993) El ser y la nada. Barcelona; Altaya. pg. 188/189.
[2] Acetta, Marcello (2015) Clínica, espelhamento e ipseidade: trajetória dum proceso compreensivo. En “Situaçôes clínicas I. Análise Fenomenológica de Discursos Clínicos. IFEN. Río de Janeiro. pg. 132.
[3] Ver referencias a este tema en “El ser y su ser en Tomás de Aquino” de Liliana Beatriz Irizar, Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas, vol. 9, núm. 16, enero-junio, 2009, pp. 179-191. Universidad Sergio Arboleda, Bogotá, Colombia.
[4] Fatone, Vicente (1953) Introducción al existencialismo. Editorial Columba, Buenos Aires.

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