Revista Latinoamericana de Psicoterapia Existencial UN ENFOQUE COMPRENSIVO DEL SER. Nº15 . Año 2017
Autor: Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña - Galicia - España
RESUMEN
Encontramos
en la Literatura abundantes ejemplos del uso de la “máscara” para expresar
contenidos, inseguridades, conflictos, ocultamiento y perturbaciones en el
desarrollo de la obra y en sus personajes. Las referencias al simbolismo o
utilización de las máscaras en Psicología son más escasas. Bucearemos, en
primer lugar, en las referencias literarias y artísticas para ir acercándonos
luego a las psicológicas, enfocando nuestro análisis desde un enfoque
analítico-existencial. Para concluir esta presentación describiremos, brevemente,
nuestra experiencia en la realización de talleres para explicar y discutir
sobre este tema y un acercamiento a su uso en psicoterapia.
PALABRAS
CLAVE: Máscaras, Literatura, Arte, Psicoterapia, Análisis Existencial.
ABSTRACT
We find in
the Literature abundant examples of the use of the "mask" to express
contents, insecurity, conflicts, inautenticities and disturbances in the
development of the work and in its characters. References to the symbolism or
use of masks in Psychology do not appear frequently. We will seek, first of
all, in the literary and artistic references so as to approach the
psychological ones, focusing our analysis from an analytical-existential
approach. To conclude this presentation we will briefly describe our experience
in conducting workshops to explain and discuss this topic and an approach to
its use in psychotherapy.
KEYWORDS:
Masks, Literature, Art, Psychoterapy, Existential Analysis.
RESUMO Na
literatura encontramos muitos exemplos do uso da "máscara" para
expressar o conteúdo, a insegurança, conflitos, ocultação e os distúrbios do
desenvolvimento da trama e seus personagens. Referências ao simbolismo ou uso
de máscaras em psicologia são escassos. Vamos mergulhar, no inicio, referências
na obra literária e artística para ir depois de se aproximar o psicológico,
focando nossa análise a partir de uma abordagem analítica-existenciais. Para
concluir esta apresentação, vamos descrever brevemente a nossa experiência na
realização de cursos para explicar e discutir esta questão e uma abordagem para
usar em psicoterapia.
PALAVRAS-CHAVE:
Máscaras, Literatura, Arte, psicoterapia, análise existencial.
INTRODUCCIÓN
La contingence n'est pas un faux-semblant, une
apparence qu'on peut dissiper ; c'est
l'absolu, par conséquent la gratuité parfaite. Tout est gratuit, ce jardin,
cette ville et moi-même. Quand il arrive qu'on s'en rende compte, ça vous
tourne le coeur et tout se met à flotter. J. P. SARTRE (1938)
Encontramos en la Literatura abundantes ejemplos del uso de la “máscara”
para expresar contenidos, inseguridades, conflictos, ocultamiento y
perturbaciones en el desarrollo de la obra y en sus personajes. Las referencias
al simbolismo o utilización de las máscaras en Psicología son más escasas.
Bucearemos, en primer lugar, en las referencias literarias y artísticas para ir
acercándonos luego a las psicológicas. Para concluir esta presentación
describiremos, brevemente, nuestra experiencia en la realización de talleres
para explicar y discutir sobre este tema y un acercamiento a su uso en
psicoterapia.
En la cita del acápite Sartre (1938)
nos dice que: “La contingencia no es una máscara, una apariencia que puede
disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es
gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo,
se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar... eso es la Náusea”. Tal
vez este concepto de contingencia es uno de los varios que el autor describe
para avalar su concepto de la gratuidad insistiendo en la ausencia de sentido,
proyecto o necesidad que el mundo tiene sin nuestra existencia. A esta
experiencia originaria del ser Sartre (1938) la denomina “la náusea”, un
absurdo de la existencia característico de su filosofía. Su frase
característica es “estamos arrojados a la existencia, nuestra
presencia en el mundo no responde a intención ni necesidad alguna, carece de
sentido, la vida es absurda, el nacimiento es absurdo, la muerte es absurda”.
Esta pura
facticidad como uno de los rasgos de la realidad coloca a Sartre en una línea
empirista pero destacando las consecuencias existenciales de este hecho. En una
línea totalmente opuesta a ésta la filosofía tomista indica que todas las cosas
finitas son contingentes pues constan de la composición metafísica
esencia/existencia. Con esta afirmación, Tomás de Aquino quiere señalar el
radical carácter indigente de las cosas finitas, el necesitar inevitablemente
de otras cosas para existir y para ser lo que son. Santo Tomás cree que es
precisamente esta falta de fundamento en su ser lo que exige que exista un ser
necesario, al que llama Dios.
Una y otra teoría
bucean en la existencia del Hombre y señalan de diversas formas la angustia que
esta contingencia provoca para dar sentido a su vida, la fragilidad que este
sentimiento provoca y la posible huída por el camino de la inautenticidad, es
decir, encontrando salida en la máscara.
Un
acápite para esta presentación bien hubiera sido acertado: “El hombre de mundo está entero en su
máscara. Como casi nunca está solo consigo mismo, es un extraño para sí y no se
halla a gusto cuando se ve forzado a entrar en su interior. Para este hombre lo
que él es no es nada, lo que parece es todo.” J.J. Rousseau (1969)
En
este trabajo desarrollaremos conceptos relacionados con la fragilidad de la existencia
sin sentido y describiremos desde diversos ángulos la inautenticidad que la
angustia por esa fragilidad provoca representada en la utilización de
“máscaras” como objetos propiamente dichos o manifestaciones del ser del hombre
en ese mundo que oculta tras “una máscara”.
REFERENCIAS LITERARIAS, TEATRALES,
CINEMATOGRÁFICAS Y ARTÍSTICAS
Trataremos
de ejemplificar con referencias a la literatura, el teatro, el cine, la pintura
o el arte en general y más tarde nos adentraremos en las consideraciones psicológicas
que creemos se sostienen desde la Analítica Existencial y la Logoterapia
frankleana.
En
la literatura castellana podemos remontarnos hasta “El Quijote de la Mancha”.
Según analiza convenientemente Morán Martín (2000) en la segunda parte Sansón
Carrasco, personaje cervantino que hace su aparición en la segunda parte de la
obra publicada en 1615, cumple un rol trascendental en el desarrollo de los
acontecimientos. En
un ardid tramado junto con el cura y el barbero, decide representar el papel de
caballero andante con el único propósito de vencer a Don Quijote y así, bajo
las reglas de caballería, obligarlo a retirarse para que pueda ser curado de su
aparente locura.
Para cumplir su propósito el personaje
Sansón Carrasco se viste con una gran capa cubierta con aplicaciones de
pequeños espejos y se hace llamar para esa batalla “El caballero de los
Espejos”. No logra su propósito. Insiste más tarde bajo el seudónimo de “El
caballero de la Blanca Luna” aprovechando las alucinaciones del Quijote y pretendiendo,
luego de vencerlo, que regrese a su casa y olvide sus “ensoñaciones”. Al
prometer este propósito Don Quijote perderá todo interés por la vida y se
abandonará para entregarse a los brazos de la muerte.
En lugar de usar las máscaras propias
del teatro griego para expresar sentimientos y emociones, Sansón Carrasco
recurre a los disfraces. Esas máscaras o disfraces llevan la intención de
arrebatar a Alonso Quijano, el hombre de la Mancha, de las garras de la locura
y retornarlo a la cordura que perdiera años atrás. Como sabemos los pocos que
leímos enteramente al Quijote en nuestra adolescencia, los resultados no
siempre fueron “un éxito terapéutico”. Un trabajo de Luis Quintana Tejera
(2005) completa este análisis enriquecedor para comprender el sentido de “la
máscara” en la literatura.
En ocasiones, las máscaras son
utilizadas para el montaje de obras de teatro en las que los personajes
reflejan intensos conflictos psicológicos y sociales. Así en Las moscas, una obra de
teatro escrita por Jean Paul Sartre (1943), se recrea el mito de
Electra y su hermano Orestes buscando vengar a Agamenón, su
padre muerto en manos de Clitemnestra y Egisto. Del decorado, vestuario y
máscaras de la primera puesta en escena en 1943, se hizo cargo el artista
francés Henri-Georges Adam. La escena estaba enmarcada por dos estatuas de
cuatro metros de altura. La escena se ubica en Argos pero el autor intenta
reflejar la Francia de la ocupación y otorgarle a Electra la condición de
paradigma de integridad moral, quien se niega a negociar sus principios, a la
manera de aquellos que eligen asumir una existencia auténtica, a aquellos seres
que como el filósofo francés se proyectan en la búsqueda de un humanismo ateo,
que ellos mismos representan; ella no pacta con la corrupción; ella insiste en
su deseo de justicia, libertad y felicidad, aunque ello la enfrente con el
absurdo.
En la novela “La náusea” Sartre (2011) deja el
mensaje: “Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la
existencia no es la necesidad Existir es estar ahí, simplemente;
los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es
posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo
que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa
de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es una máscara, una
apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad
perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega
a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar... eso es la
Náusea”
Observamos,
una vez más, como es rechazada la máscara como un recurso para ocultar la
realidad, como un invento para superar las contingencias de la existencia, que
lleva al personaje central a sentir “náuseas” cuando comprende su realidad.
En 1961 Sartre
escribe un largo Prefacio a la obra de Franz Fanon (1961) “Los condenados de la
tierra”. El título original, Les Damnés de la terre, proviene del
primer verso de La Internacional: Debout !, les
damnés de la terre ! / Debout ! les forçats de la faim! (¡Arriba,
parias de la tierra! / ¡En pie, famélica legión!). Para Sartre “Los condenados
de la tierra” implica el significado ontológico del “no ser”; este concepto es
desarrollado por Fanon (1952) en "Piel negra, máscaras blancas”, libro
que según Sartre es “la negación de la negación del negro”. Otra vez “la
máscara” para denunciar aquí la colonización como la negación sistemática del
otro, una decisión furiosa de privar al otro de todo atributo de humanidad. Y
serán ésos, los sometidos, que no constituyen una “clase revolucionaria” sino
el proletariado rural los que “desenmascararán” al “hombre blanco” y promoverán
la descolonización.
Sartre utiliza
constantemente referencias a “la máscara”. Su atribución a aquellos que actúan
de mala fe la realiza para mostrar como esas personas intentan salvar su
conciencia sin reconocer su caída en la tentación de los deseos incoherentes,
protegiéndose con la expresión de sofismas “baratos” que pretenden mantener “la
mascarada” ante sí mismo. Señalando a un pederasta nos transmite su relato en
el momento de ser cogido “in fraganti”: “¡Oh señor agente, es verdad, tuve
relaciones con aquél chico, pero ese no soy yo, sino sólo mi conducta, no tiene
nada que ver conmigo!”. Esta declaración lo expone a la mirada de los demás,
expone sus actos y tiene que someterse a su juicio. Importancia de la mirada
que desnuda, desenmascara a través de los ojos de los otros que tiende u obliga
a volvernos auto-concientes, con vergüenza, no dejándonos escapar a esa mirada.
La mirada del otro expresa, claramente, “tú eres lo que dice de ti la manera en
que hablas y te comportas”. Incluso si hablas de una forma y actúas de otra,
entonces eres un hipócrita”. Son conductas que “hacen hablar a la máscara”, no
son manifestaciones auténticas. Son manifestaciones de una esencia oculta que
“conoce” el verdadero alcance de esa conducta pederasta.
Estos conceptos
están magníficamente expresados por Sartre (2004) en su obra de teatro “Huis clos”
(A puerta cerrada), estrenada en 1944, que ha puesto al alcance del público la
importancia de la mirada del otro para “desenmascarar”. Luego que los
personajes, uno a uno, fueran perdiendo el control de esa “máscara” y se
mostraran tal cual eran en esencia, el autor nos ofrece la sentencia que ha
recorrido los tratados de filosofía existencial: “El infierno siempre son los
otros”.
El cine también se
ha ocupado del tema de la máscara. Peter Bogdanovich dirigió en 1985 el drama
“Mask” que fuera interpretado por Cher, Sam Elliot y Eric Stoltz en el que se
muestra la historia de un adolescente con una grave deformidad facial. El
adolescente deberá tratar de vivir normalmente, asediado por las circunstancias
que trae su estado de salud para si mismo y para la sociedad.
Recordamos,
asimismo, la producción norteamericana de 1994 dirigida por Chuck Russell “La
Máscara” como adaptación del cómic del mismo nombre e interpretada por Jim
Carrey y Cameron Díaz. El personaje central encuentra una máscara Loki que lo
transforma en un superhéroe que puede modificar la realidad. La máscara induce
al personaje a colocársela y esto provoca que se desinhiba y muestre aspectos
ocultos de su personalidad. Lo importante para nuestra visión psicológica de
aquellos que “usan” una máscara es que, aunque pretenda expulsarla de su vida,
ésta aparece una y otra vez para que continúe su uso. Se suceden numerosas
acciones fantasiosas y casi delictivas, salvamentos heroicos y persecución de
delincuentes, coincidiendo con sucesivos
intentos del personaje de deshacerse del artefacto. Solamente con la ayuda de
su enamorada logra quitarse, definitivamente, la máscara pero ésta es recogida
por otro personaje, dejando abierto el “eterno retorno” a la superficialidad de
una vida inauténtica en una secuela fílmica del 2005 de fácil olvido.
Cuando hablamos de
máscaras una de las asociaciones más
comunes es asociarlas con el teatro. Si bien en el origen de los tiempos eran
usadas para rituales o danzas ceremoniales es con los griegos donde se
desarrolla su uso, primariamente para solucionar la participación de un solo
actor representando distintos personajes y luego para dar vida a numerosos
personajes actuando simultáneamente. En Roma se sigue la tradición pero al no
contar un actor con la posibilidad de variar los gestos la solución encontrada
fue la realización de una máscara de doble cara sujeta a una varilla que podía
mostrar dos gestos diferentes a voluntad del actor. En el Medioevo la técnica
de actuación ya no necesitó de máscaras excepto en ciertos personajes (las
mujeres no actuaban por prohibición eclesiástica) en las que el actor usó media
máscara, tan usada por la Commedia Dell’Arte. En China o Japón aún hoy se usan
máscaras como piezas fundamentales de su razón de ser, con muchas categorías y
arte en su realización.
CONSIDERACIONES GENERALES
Como vemos, la
utilización de máscaras por parte de la humanidad es un recurso que se utiliza
hace siglos con diferentes intenciones y objetivos.
Las opiniones sobre
su uso en el campo de la Psicoterapia son muy variadas. Pero todas advierten de
la necesidad de hacer uso de ellas por parte de profesionales cualificados que
conozcan no solamente acerca del proceso psicoterapéutico sino también tengan
en cuenta los riesgos de su uso en determinadas patologías.
En la bibliografía
encontramos referencias al Dr. Henri Saigre (1986a-1986b) como fundador de la
mascoterapia y co-fundador del Movimiento de Arte Terapia quienes organizaron
una formación específica en terapia por el arte y psicoterapia relacional. El
autor también es actor, director y escritor. Otra de sus obras es el Manual de
Arte Transformacional.
Otra referencia es
la Dra. Cathy Malchiodi (2017) quien, durante casi todo el año 2010 publicó en
“Psychology Today” una serie de artículos donde hablaba de las 10 mejores
técnicas de arteterapia. Esta autora también señala la necesidad de realizar
los tratamientos por parte de personal especializado. Hace hincapié en que el
cliente debe participar activamente y propender a desarrollar acciones
creativas con las máscaras. Como nosotros, opina que un buen psicoterapeuta o
terapeuta de familia debe estar siempre pendiente de la innovación y la
adaptación creativa de técnicas. Esos buenos psicoterapeutas saben que, para
muchos pacientes, ninguna técnica es necesaria si el cliente es capaz de
expresarse creativamente sin la dirección profesional. “La técnica al servicio
del hombre y no el hombre a merced de la técnica”.
También
encontramos muchos trabajos presentados en Congresos. Cinco de ellos,
sucesivos, han tratado el tema de la utilización de máscaras bajo el auspicio
de la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires, el último realizado en
noviembre de 2015 (V Congreso Latinoamericano y III del Mercosur de Arte
Terapia). También damos cuenta que en Granada, España, en marzo de 2017 se
realizó el III Congreso Internacional de Investigación y Docencia de la
Creatividad. CICREART 2017 donde una de las temáticas fue Psicología y
Creatividad.
Asimismo,
las redes de comunicación virtual actuales han tomado este tema de las máscaras
con interés y en sus páginas web se reproducen fotografías de todo tipo de
objetos-máscara en las diferentes culturas y naciones y explicaciones sobre
aspectos psicológicos que se consideran relativos al ser del hombre.
La máscara es todo aquello que oculta
nuestra verdadera forma de ser tanto a los demás como a nosotros mismos.
Es el conjunto de autoengaños, justificaciones, mentiras, que me digo a mi
mismo, que me hago creer a mí mismo, para no ver la realidad de las cosas. Se
suelen utilizar dos términos
similares: careta y máscara, sin embargo existen matices entre
ambos. La careta es
exclusivamente para cubrir el rostro, mientras que la máscara puede cubrir todo el
cuerpo.
También la máscara es el conjunto de
actitudes, que proyectamos a los demás y que ocultan nuestra verdadera forma de
ser. Por lo general se refleja en nuestra personalidad de una manera contraria
a lo que se trata de ocultar.
La máscara nace debido a que no
queremos ver la realidad de las cosas, no queremos mostrar la realidad de lo que
somos, así que sencillamente la ocultamos con una apariencia. Los seres
humanos somos frágiles ante la majestuosidad de la vida y todos sus sucesos.
Muchas veces suceden cosas que son nuestra responsabilidad, pero que no
queremos enfrentar, así que como siempre, tomamos el camino más fácil y nos
mentimos a nosotros mismos.
En la bibliografía especializada se
hace referencia a varios mecanismos de defensa que solemos utilizar frente a
esa fragilidad de la existencia que nos angustia y nos paraliza. Son el
autoengaño, una forma de no asumir las consecuencias o responsabilidad de actos
propios, convertir el defecto en virtud, la auto negación que tiene el matiz de
la negación de hechos o sentimientos, la auto justificación como habilidad de
llenar el mundo de escusas sobre nuestro ser o conductas y, finalmente, la
falsa forma de presentarse ante los demás o inautenticidad.
La dificultad de descubrir por sí
mismos la calidad o características de nuestras máscaras no debiera ser
inconveniente para iniciar el proceso y enfrentarlas, es decir, “sacarlas a la
luz, al frente”.
Los griegos llamaban “prosophon” a la
máscara. En su teatro, en el que los actores eran hombres, cuando representaban
papeles de dioses, animales, demonios o seres humanos solían cubrir sus rostros
con máscaras. Esto sucede de la misma forma en muchísimas culturas, tanto
antiguas como actuales y en todos los continentes.
Sin pretender
desarrollar aquí una descripción de la teoría de C. G. Jung (1875-1961)
respecto al tema que estamos tratando diremos que este autor llama Persona a
una parte de lo consciente con contacto real con el mundo exterior y con todos
los estímulos que ello implica, considera a ésta el rostro externo de nuestra
psique y una parte de la psique colectiva. Recordar que la Persona está
formada, para Jung (2008), por tres elementos: a) lo innato; b) aquello que el
grupo social espera de él y que la Persona conoce y c) lo que cada uno desea
ser o mostrar a los otros.
A lo largo de la existencia estos
elementos se van transformando, cambiando o algunos permaneciendo pasivos ante
las situaciones exteriores por miedo, inseguridad, dependencia o comodidad.
Ante esto último “la máscara” se va rigidizando y combinando factores que la
hace aparecer ante el mundo tal vez representando lo innato, tal vez
representando las fuerzas no conocidas que la determinan o los mandatos del
mundo exterior que se le imponen. Jung fija la capacidad de entender “la
máscara” alrededor del tercer decenio de la existencia humana. Nos describe los
intentos del Yo por conocerse, reconoce las presiones del mundo exterior,
escucha las voces arquetípicas en su inconciente y refleja simbolismos. Cuando
intenta apartarse de estos condicionamientos el sujeto cae en la soledad.
Entonces la máscara encubre la hipocresía, la mentira o la falsedad, pagando
caro el enfrentarse a esas presiones descriptas. Jung relaciona esta soledad
con el destierro.
Nos preguntamos, junto a Jung,
¿Cuántas máscaras tenemos? Tal vez tantas como roles nos toca desempeñar en el
transcurso de nuestra existencia. Unas engañosas y patológicas. Otras tal vez
sanas, flexibles, adaptándose a la realidad circundante, evitando los
conflictos con el hábitat circundante o para alcanzar fines que son proclamados
como importantes por la sociedad.
Es un juego en la que intentamos
exhibir ante los otros nuestras virtudes o nuestros defectos, según sea la
circunstancia y la necesidad, cambiando de máscaras. Unas veces, tímidos e
introvertidos, con toques de dulzura y suavidad o en otras ocasiones extrovertido,
con cierta dosis de agresividad, un poco
egoístas y aguardando el éxito, tal como exige una sociedad competitiva. Juego
peligroso de engaño que puede convertirse en un proceso psicopatológico.
UTILIZACIÓN
DE MÁSCARAS EN EL PROCESO PSICOTERAPÉUTICO
Hemos realizado talleres para informar
a psicólogas y psicólogos sobre estos aspectos que hemos tratado sobre las
máscaras (Martínez-Romero Gandos, J. 2016). La advertencia preliminar en cada
uno de esos talleres es que si se utilizan las máscaras con un objetivo
psicoterapéutico estos procedimientos deben ser llevados a cabo por
profesionales formados. Las posibilidades que esta técnica abre para el
tratamiento de crisis, depresiones o dificultades de comunicación son muy
amplias.
Las máscaras pueden ser utilizadas
tanto en la psicoterapia individual o en psicoterapia grupal. De acuerdo a
nuestra experiencia es conveniente que la edad de los sujetos supere los 18
años. La consigna principal es que es un aporte más al desarrollo del proceso
psicoterapéutico y que, por supuesto, es de libre elección participar de ella.
Es necesario que los participantes
puedan elegir una máscara entre muchas que el psicoterapeuta les ofrece. Habrá
máscaras de diversos tipos y colores como, asimismo, máscaras en blanco que
podrán ser pintadas en el momento con pinturas o rotuladores.
Habitualmente la expectativa es
grande ante la novedad ofrecida. Una vez elegidas las máscaras o dibujadas, uno
a uno si es un procedimiento grupal o frente al psicoterapeuta individual, los
sujetos se colocan la máscara y comienza un diálogo.
El especialista observa el color o
formas elegidas, los movimientos que se realizan con el cuerpo, especialmente
manos y pies, el tono de voz y la índole o contenidos del discurso. El color
elegido puede indicar cólera, depresión o fuerza. El tono de voz aporta
indicadores de inseguridad, temor, soberbia e incluso algún tipo de seducción.
Los movimientos de manos, pies o cuerpo pueden estar mostrando contradicción
con la máscara elegida o el discurso. Un ejemplo: máscara de color rojo que
puede indicar rabia, con manifestaciones verbales dirigidas a un personaje
imaginado y mostrar un temblor en manos y pies cruzados que pueden ser
indicadores de temor a represalias del personaje al que se dirige la rabia.
Algunos psicoterapeutas filman estas u
otras técnicas. Somos partidarios de no filmar en la primera o segunda sesión
hasta tanto se desarrolle el procedimiento de una manera natural y sin
reticencias. Luego puede incluirse la filmación siempre con la autorización y
conocimiento del inicio de las tomas por parte del paciente.
Una vez que el psicoterapeuta da por
terminado el ejercicio ya sea por razones de “timing” o por ser suficiente
expresión de conflictos a su criterio, se procede a analizar lo actuado. Se
puede agregar un comentario del paciente acerca de por qué eligió esa y no otra
máscara de las ofrecidas.
El resultado de la exploración suele
impactar al paciente no siempre de manera positiva. En el caso de haberse
realizado en grupo la opinión de sus compañeros le ayudan a elaborar,
paulatinamente, lo sucedido. Mucha de esa ayuda de otros integrantes del grupo
surge a partir de manifestar su identificación con la elección de la máscara,
lo expresado o las reacciones mantenidas con el cuerpo en su transcurso.
Lo que ha sucedido es que la técnica
ha ayudado al psicoterapeuta a investigar y comprender a) el ser-en-el-mundo
del paciente; b) aquello que el grupo o su comunidad espera del paciente y qué
es lo que desea, quiere o puede mostrar a los otros y c) lo que cada uno desea
llegar a ser.
Cada uno entiende, transforma, adapta
o cambia cada uno de los elementos analizados o señalados. Puede ser que
manifiesten cierta pasividad ante las situaciones conflictivas propias o de su
medio social. A veces ese mundo interior, el eigenwelt según Binswanger (1973)
no acepta lo que el mundo exterior, el mitwelt, quiere que sea o señala como
debe actuar, mandatos que el paciente siempre manifiesta que “se le imponen”.
Se ha producido una apertura hacia un
mayor entendimiento de la diferencia entre el “deber ser” y “el tener que ser”,
la obligación o la libertad. No siempre tiene la certeza de su actuación futura
pero la mejor opción es intentar los cambios. La máscara cubre la
inautenticidad frente a las elecciones posibles. Las presiones del mundo
exterior pueden haber inducido a sometimiento a sus reglas o mandatos con la
aparición de la culpa si son violadas esas normas. Un proceso psicoterapéutico
puede ayudar a comprender esos mandatos y normas y ayudar a una elección libre
y responsable de un estilo de vida personal.
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