Dr. Frankl y Dr. Martínez-Romero en Caracas 1985

jueves, 25 de septiembre de 2014

RAZONAMIENTOS DESDE UN ASTEROIDE. Acerca de los términos usados en el lenguaje existencial


Tendremos que alejarnos un poco del lenguaje científico para acercarnos a la etimología de las palabras. Nada mejor para ello que ubicarse, bien alto, en un asteroide.
Comencemos por analizar la palabra “asteroide”. Nos ubica muy lejos, entre Marte y Júpiter, según el diccionario enciclopédico Larousse. “Con forma de estrella”, dice el lingüista. Pero no siempre acertamos si nos quedamos con lo primero que nos cuentan. Porque también puede entenderse como relativo a una clase de equinodermos: las estrellas de mar.

Desde aquí, tan alto, o en el fondo del mar, nos sentaremos a observar y tratar de entender el lenguaje que los colegas psicoterapeutas existenciales están utilizando en varios Congresos y cursos sobre teoría y práctica de esta especialidad de la Psicología que nos es muy grata, servicial y solidaria.
La primera palabra que escucho me recuerda y refiere a muchos autores cuyos libros honran mi biblioteca: existencia.
Difícil definir. Poco agrega el diccionario: acto de existir. “Modo de ser característico del ser humano”. Esto acerca pero no completa la comprensión. Separa el término de otros significados más mundanos o banales: “bienes pertenecientes en una fecha determinada a una empresa”.
Desde el latín vulgar podemos quedarnos con aquello que refiere al “colocarse fuera de”, “ex­­-sistere”, salir, nacer. El acto de tener vida o el de manifestarse en una realidad. El verbo “sistere” indica “tomar posición”. El prefijo “ex” le da calidad de salida hacia afuera.  El prefijo “a”, por ejemplo en “a-sistir”, nos denota “tomar posición en un determinado lugar”.
Escucho en un Congreso: “Asistimos a una actualización de los aspectos principales de la teoría de la Existencia”. Ahora sabemos y podemos interpretar desde este asteroide que manifiestan su toma de posición sobre el acto de nacer y morir. “Asisten” al extraordinario fenómeno de la “existencia”.
Sigamos escuchando.
Suena la palabra “responsabilidad”, varias veces. ¿Será importante para la “existencia” el ejercicio de la responsabilidad? No nos tiene que caber ninguna duda porque su etimología nos refiere al verbo latino “responsum”, dar respuesta a algo o a alguien.
Aquí, en el asteroide, nos entendemos rápidamente porque es muy pequeño y la comunicación es perfecta: prefijo “re” (vuelta al punto de partida, vuelta atrás), verbo latino “spondere” (prometer, obligarse a algo), sufijo latino “bilis” (ser capaz de) y otro sufijo “idad” que denota la cualidad. En resumen: responsabilidad es la cualidad de aquel que es capaz de responder a sus compromisos.
Y una larga serie de palabras vinculadas al verbo “spondere”: espontáneo, corresponder, esposo, esposa, esponsales, desposar.
Atención, que usamos mucho “espontaneidad”. Ahora sabemos que implica una “respuesta” con la cualidad de la voluntad implícita, con naturalidad, falta de artificio o reserva. No es cualquier respuesta. Vinculada directamente con “responsabilidad”. Ser “espontáneo” no tiene nada que ver con ser “zafado, suelto, sin control”.
Recordar significados y tener en cuenta que cuando hablamos acerca de “la espontaneidad” nos estamos refiriendo a la expresión del amor a quien nos merece “corresponder”, especialmente en los “esponsales”.

No siempre las relaciones interpersonales cursan en un ambiente de “responsabilidad” y “espontaneidad”. Es habitual y son numerosos los “conflictos” producidos en estas relaciones.  Se subestima el valor etimológico de esta última palabra: conflicto. Su origen en el verbo latino “fligere” o “flagere” nos remite a varias palabras relacionadas con el dolor y el daño, como “afligir, (causar tristeza, angustia) infligir (causar castigos, derrotas, agravios) o “flagelo” (azote o instrumento para azotar). En resumen, conflicto significa “choque o encontronazo con otro”.
Podría aparecer en un trabajo científico sobre violencia doméstica una referencia a un caso en el que “la mujer no ha superado el conflicto con su pareja, situación que la aflige y le preocupa por los posibles daños que la situación pueda infligir a la familia”. Ahora sabemos que la referencia es clara y tal vez redundante ante la insistencia en el concepto de “daño”.
Tal vez, para superar una situación de “conflicto” se busque la “reconciliación”. Tal vez ésta sea resultado de un trabajo propio de las personas en “conflicto”, se busque la intervención de un mediador o se acuda a la consulta con un terapeuta.
Siempre se estará apelando a lo que etimológicamente equivale a “concilium” (volver a la asamblea, a la unión o al acuerdo con otros). Es obvio que, agregando el prefijo “re”, tenemos en marcha un proceso de “reconciliación” o lo que equivale a un llamado a volver a la unión o a la participación de la asamblea, sociedad, familia o unión.
¿Buscar a un “mediador” o acudir a un “terapeuta”?
          No siempre tenemos claro el origen de estas dos acepciones. “Mediador” es el que está “en el medio”. Por cierto, igual origen que para “mediocre” (medius: estar en medio y ocris: montaña o peñasco escarpado). Así “mediocris” sería el que se queda a mitad del camino, a mitad de la montaña, algo pobre o que no destaca en la evolución de la lengua romance.
Explicar el origen de la palabra “terapeuta” resulta un poco más difícil y apasionante. La palabra “terapeuta” deriva del griego “therapeia”, que refiere a la medicación pero también significa “servir, cuidar, atender”. Ubicándonos en la grecia clásica encontramos que “therapon” era el siervo y “therapeutikos” el siervo encargado de cuidar la realización de servicios religiosos aunque también el encargado de expulsar a los perros que ingresaran en el templo.
Debemos pensar, entonces, en un “terapeuta” que no se ubique por encima de los demás sino que esté a su servicio. Estamos al servicio del otro para acompañarlo en el camino hacia su plenitud.

Frankl agregó, a través de su trabajo, obra escrita y conferencias, que somos “pastores de almas”· en la procura de aquel que, sintiendo una gran frustración existencial, ha confundido el sentido de la vida y ha caído en el sinsentido. Somos terapeutas, profesionales al servicio del mantenimiento o descubrimiento del “logos”, el sentido. Somos aquellos que tenemos la obligación de detenernos, de comprender y de hablar, para transmitir el mensaje.
Aún nos falta comprender el significado de muchas palabras usadas en el lenguaje utilizado por Psicoterapeutas Existenciales en su práctica y en los trabajos presentados en Congresos y Seminarios. Pero este asteroide en el que me encuentro entra en el cono de sombra y me cuesta escribir en la penumbra.
Volveremos, en cuanto termine esta circunvalación, a preguntarnos sobre muchos otros temas y a facilitar la comprensión del lenguaje utilizado.
Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña - Galicia - España
sentido@cop.es
septiembre 2014



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