Dr. José Martínez-Romero Gandos
abril de 2013.
Proponer desde una
perspectiva psicoterapéutica una práctica de auto ayuda conlleva algunos
problemas y peligros. El primer y principal problema es la definición
operacional de los términos utilizados: auto-psicoterapia, vacío existencial,
aburrimiento y biblioterapia.
Podemos ayudarnos
con citas del Diccionario de Logoterapia que han elaborado la Dra. Marta
Guberman y el Lic. Eugenio Pérez Soto (Grupo Editorial Lumen – Buenos Aires/México,
2005). En esta publicación, hoy imprescindible para ayudarse en la comprensión
de la Logoterapia, encontramos la definición de Psicoterapia: “Acto terapéutico
con dos incógnitas: la persona del terapeuta y la persona del paciente. El
tratamiento se irá modificando no sólo según la individualidad del paciente,
sino también de acuerdo con la personalidad del terapeuta”.
Intentamos
resolver las incógnitas si, metodológicamente, ubicamos en la Persona al
terapeuta y al paciente: auto-psicoterapia o “Psicoterapia de la Persona por la
Persona”.
El juego del uso
del Diccionario nos conduce a la consulta del significado de “encuentro” y “situación”.
Nos dice que “el encuentro es un modo de coexistencia abierto al logos, que
permite a los participantes trascender e incluso promocionar la
autotrascendencia mutua” y que cuando nos referimos a “situación” estamos
describiendo la totalidad de las circunstancias personales en cada momento.
En este laberinto
de definiciones operacionales el camino nos lleva a considerar que las “circunstancias
personales” del ser humano, junto con la “disposición”, la “situación” conforma
la posición del hombre en el mundo, frente a la cual debe adoptar una actitud.
Ciertamente, cada
situación está delimitada por una serie de imponderables que remiten a un
estado de tensión personal que lleve a una solución o re-solución entre su permanencia en el mundo del “aquí y
ahora” o al logro de una actitud diferente que le permita al sujeto “trascender”
la situación límite.
¿Cómo me siento si
lo que estoy vivenciando me parece absurdo, fuera o lejos de mi proyecto de
vida, carente de sentido o contradictorio con los valores que he sostenido a lo
largo de mi existencia? ¿Y si esta situación fuera sentida como una clara
manifestación de una vida sin sentido? Estaríamos definiendo, claramente, el
concepto de “vacío existencial”.
Las vivencias
personales se tornan más confusas si a todo ello se agrega una sensación de “aburrimiento”,
claramente definida como resultado de una pobreza de estímulos interiores que
redunda en una tendencia a evitar los cambios y conservar un engañoso
equilibrio poco satisfactorio. Es un concepto clásico de la Biología señalar la
necesidad de “homeostasis” de los organismos vivos. Viktor E. Frankl sostiene
que la teoría de la homeostasis es contraria al concepto de realización. Afirma
que el Hombre no solamente no se preocupa por la reducción de tensiones, sino
que incluso las necesita, por lo tanto, las busca. El problema de la sociedad
globalizada y globalizante del S.XXI es que las personas no encuentran la
tensión necesaria para el desarrollo de su proyecto de vida y las crean
artificialmente.
Encontramos, así,
a un sujeto que cambia la dirección del sentido de su vida transformando
tensiones fecundas que pueden dar lugar al crecimiento personal en tensiones
patológicas (strés), aburrimiento o vacío existencial.
Los Analistas
Existenciales siempre han señalado la tensión entre el “ser” y el “deber ser”,
especialmente frente a las situaciones de sufrimiento, pérdida o sinsentido, describiendo
la posibilidad de transformar lo acontecido en algo fecundo para su historia.
Frankl ha señalado, repetidamente, que cuando no podemos cambiar una
circunstancia difícil o de sufrimiento, lo que nos permite seguir adelante es “cambiar
de actitud”. El enfrentamiento de esta situación “inexorable” permite al Hombre
elevarse sobre sí mismo. Si congela su existencia en un intento de negación de
ese sufrimiento su caída en el vacío existencial es inexorable.
El hombre en esta
situación tratará de vivir superficialmente en un hoy permanente. No considera
actuar y enfrentar su dificultad porque cree que no vale la pena. En un siglo
que aparenta ofrecernos grandes avances tecnológicos y de bienestar personal
encontramos, paradojalmente, el mayor nivel de portadores de conflictos,
carencias, significados y vacío existencial. La expresión de estas distorsiones
del verdadero sentido de vida se manifiestan como depresiones, adicciones o
agresiones.
El próximo
Congreso Mundial de Terapia Existencial, que se realizará en Londres en 2015,
probablemente lleve como lema: En la búsqueda de la Libertad, la
Responsabilidad y el Sentido en una era de incertidumbre. En su preparación la
Dra. Louise Sundararajan ha señalado que el concepto de “incertidumbre”
requiere el análisis unitario de organismo y entorno, dejando claro que el
sentido existencial no es algo puramente subjetivo e intrapsíquico pero que
reside en la Persona y su relación con el mundo. Su aproximación al concepto
puede ayudar a comprender por qué el “trauma colectivo” ha alcanzado una
magnitud inusitada en la era de la globalización, señalando como evidencia el
reciente atentado en Boston (abril 2013).
Si consultamos a
un Psicoterapeuta éste no podrá darnos soluciones pre-elaboradas. A través del
análisis de nuestra existencia (originalmente llamado “psico-análisis”)
intentará llevarnos a la conciencia de nuestra responsabilidad para encontrar,
de manera autónoma, los valores necesarios para superar la situación de vacío
existencial o neurosis.
En consulta o sin
ella, un complemento excepcional para encontrar la voluntad de sentido en
nuestra existencia en crisis es la “biblioterapia”.
Entendemos por “biblioterapia
a la prescripción de materiales de lectura que auxilien a desenvolverse en
forma natural y nutran y mantengan la salud mental. Se incluye romances,
poesías, filosofía, ética, religión, arte, histori o, libros científicos”.
(Alice Bryan, 2001). Para Carolina Shrodes (1949), “Es un proceso dinámico de
interacción entre la personalidad del lector y la literatura imaginativa, que
puede atraer las emociones del lector y liberarlas para uso conciente y
productivo”.
Se define a la Biblioterapia como
una disciplina que inicialmente utiliza la relación de las personas con la
forma y el contenido de libros como recurso terapéutico. La biblioterapia, así
basada en la poesía y otras palabras escritas, es combinada usualmente, con la
terapia a través de la escritura. Como una práctica general sanadora, la
biblioterapia asume que la lectura tiene buenas propiedades.
Cabe señalar que
consultado el Diccionario de la Real Academia Española tanto en su soporte papel
como virtual, se informa que no se encuentran registros de la palabra
“biblioterapia”. Sí nos ayuda nuestro ya citado Diccionario de Logoterapia
cuando la define como “el efecto terapéutico logrado a partir de la lectura que
posibilita la apertura a la autotrascendencia y amplía la conciencia hacia los
referentes intencionales”.
En conclusión, la biblioterapia puede considerarse
o bien como un proceso de desarrollo personal o como un proceso clínico de
cura. Puede ser usado en la vida
cotidiana o en Psicoterapia. En este último proceso, sus participantes guiados
por un profesional, inician un camino de reflexión con el objeto de lograr la
integración de sentimientos y pensamientos a fin de promover la autoafirmación,
el autoconocimiento o la rehabilitación.
En una magnífica Tesis de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, realizada por Marta Nieves Babillón y dirigida por el Dr. Ricardo Sardi, "Biblioterapia: la lectura como auxiliar terapéutico", leemos "No es un procedimiento novedoso, por cierto. En
el antiguo Egipto, el Faraón Rammsés II mandó grabar en el frontispicio de su
biblioteca la frase "Remedios para el alma". Las bibliotecas se
localizaban en templos denominados "Casas de vida", (en egipcio: Per
Anj) dedicadas se encontraban la medicina, astronomía, matemáticas, doctrina
religiosa y lenguas extranjeras. Se afirma que en estas Casas de Vida también
funcionaban unos establecimientos que podrían ser considerados una especie de
sanatorios.
Entre los romanos,
Aulus Cornelius Celsus también asoció la lectura con el tratamiento médico, al
recomendar la lectura y discusión de las obras de grandes oradores, como
recurso terapéutico en el desarrollo de la capacidad crítica de los pacientes.
También los
griegos consideraban los libros, como una forma de tratamiento médico y
espiritual al concebir las bibliotecas (tal como lo hicieran los egipcios) como
"medicina del alma". Durante la Edad Media la lectura de textos sagrados en el
transcurso de una operación era algo habitual. Recurrían tanto a la Biblia, vida de santos,
epopeyas, tragedias y otras historias profanas, cumpliendo todas ellas fines
terapéuticos.
En cuanto a los
países árabes, el Libro, Kittab, para
el Islam es el atributo principal de Dios, comparte su Eternidad, es un
Representante, Dirección y Remedio para el hombre. Para curar la enfermedad
mental, el religioso musulmán -oficie en Oriente o en cualquier otro lugar del
mundo- hace beber a su paciente un agua donde ha mojado un papel cubierto de
versícu Para los cristianos, la
Biblia, es considerada como la palabra de Dios que con amor
se dirige a sus hijos y habla con ellos. Es fortaleza de la fe, alimento del
alma y fuente de la vida espiritual.
La palabra buscada
en la Santa Biblia
es código que regula los actos, representa la respuesta de Dios para su problema o padecimiento. La fe
moviliza a creer y trae la sanación y la paz. Tragarse el Libro
se comprende aquí al pie de la letra.
Para los
cristianos, la Biblia,
es considerada como la palabra de Dios que con amor se dirige a sus hijos y
habla con ellos. Es fortaleza de la fe, alimento del alma y fuente de la vida
espiritual. La palabra buscada en la Santa Biblia es código que regula los actos,
representa la respuesta de Dios para su
problema o padecimiento. La fe moviliza a creer y trae la sanación y la paz.
Recién a
principios del siglo XX surge la idea de las
“bibliotecas de hospital”. El valor terapéutico de los libros y de la lectura
fue tratada en 1914 por bibliotecarios de los Estados Unidos, durante la Primera Guerra
Mundial.
Se aplicó en el
cuidado médico de los soldados, que disponían de mucho tiempo mientras se
recuperaban. Éstos experimentaron que la lectura no sólo los entretenía sino
que también tenía efectos curativos. Por ese tiempo, creció la implementación
de grupos biblioterapéuticos, también en ámbitos de internación psiquiátrica.
Los libros resultaron ser buenos para el estado de bienestar de los pacientes.
En Finlandia la primera biblioteca de hospital
fue abierta en 1936 por voluntarios de la Cruz Roja. Durante la Segunda Guerra
Mundial en 1945, la
Biblioteca de la ciudad de Helsinki organizó, coordinó y
dirigió bibliotecas hospitalarias".
Frankl mismo
relata que recibió una carta de un joven, paciente ingresado en un hospital,
que encontró en su mesa de noche un libro de este autor, “El hombre en busca de
sentido” (Herder) y agradecía los beneficios que había obtenido para poder
superar su sufrimiento y reencontrarse con el verdadero sentido de su vida.
Si estáis en
disposición de leer algo más en relación al tema propuesto, podemos concluir
este artículo con un texto de Viktor E. Frankl con las palabras pronunciadas en
1968 en la inauguración del XIV Congreso Internacional de Filosofía (Viena) con
una Conferencia titulada “El libro como tratamiento terapéutico”
“Cuando se habla de libro como un medio
terapéutico se hace con el mayor rigor clínico. La denominada biblioterapia
ocupa, desde hace ya varias décadas, un lugar muy importante en el campo de la neurosis.
Al paciente se le recomienda la lectura de unos libros determinados, pero no
sólo de libros especializados. Esta utilización del libro persigue, como es
lógico, un objetivo y se ajusta a los distintos casos.
Teniendo
en cuenta que la psicoterapia se basa sobre todo en una colaboración entre el
médico y el enfermo, no hay que pensar que el libro puede sustituir al médico y
la biblioterapia a la psicoterapia. Pero no hay que menospreciar por ello al
libro. Yo poseo documentos en los que se desprende claramente que personas que
habían sufrido durante años neurosis agudas y que habían sido tratadas sin
éxito por el especialista, se aplicaron a sí mismas, a partir de la lectura de
un libro determinado, una técnica psicoterapéutica concreta, y se pudieron ver
libres así de su mal.
La
posibilidad de utilizar el libro con fines terapéuticos va más allá de lo
patológico. Así, por ejemplo en las crisis existenciales –de las que nadie
queda libre- el libro suele tener efectos prodigiosos. Un libro adecuado leído
en el momento oportuno ha salvado a muchas personas del suicidio y esto lo
sabemos los psiquiatras por experiencia. En este sentido, el libro presta una
auténtica ayuda en la vida… y en la muerte. No me refiero a los libros que se
han puesto de moda en que aparecen como titulo estereotipado las palabras
“death and dying”, la muerte y el morir, y en los que se habla de la muerte
como si no se tratara nada más que de un proceso que se puede dividir en tantas
o tantas fases e incluso manipular. A lo que yo me refiero es a la muerte como
a una de las situaciones límite del hombre, como uno de los aspectos de la
“triada trágica” de la existencia –según yo la denomino- formada por la muerte,
el dolor y la culpa. He visto cartas escritas en el lecho de muerte o en la
cárcel, en las que se expresa con emoción cómo un libro e incluso una sola
frase puede aportar en tales situaciones aislamiento exterior y franqueza
interior.
Todos
conocemos del afán de leer que sienten los jóvenes. Se dan cuenta
instintivamente de la fuente de energía que los libros constituyen. ¿Cómo si
no, podría explicarse lo que sucedió hace décadas- en el campo de concentración
de Theresienstadt? Se había preparado el transporte de mil jóvenes y a la
mañana siguiente salía hacia el campo de concentración de Auschwitz. Pero esa
misma mañana se comprobó que había sido asaltada la Biblioteca. Cada
uno de los condenados a muerte había metido en su mochila algunas obras de su
poeta preferido y algún libro científico. Eran las provisiones para el viaje
hacia lo (por suerte aún) desconocido. Que venga ahora alguien y me diga
“primero la comida, luego la moral”. ...
....Volvamos al sentimiento de falta de
sentido. ¿Cómo se puede utilizar el libro como medio terapéutico contra la
neurosis colectiva de hoy en día?. En tres frentes sobre todo, contra tres
aspectos actuales y agudos de la enfermedad de nuestro tiempo: la neurosis de
domingo, la crisis de la jubilación y la neurosis del desempleo.
El
domingo, durante el fin de semana, cuando cesa la actividad de los días
laborales, aumenta en las personas el sentimiento de falta de sentido. La
consecuencia de esto es una depresión típica, la denominada neurosis del
domingo, que al parecer está cada vez más extendida.”
La
crisis de la jubilación, el
derrumbamiento psicosomático que sufren las personas que aparte del trabajo no
han tenido nada que llenara su vida y, liberados de la presión que suponían las
obligaciones profesionales y enfrentadas al vacío que encuentran dentro de sí
mismas, se desploman. Se puede prevenir este agotamiento psicofísico que se da
en la vejez conservando en buen estado tanto el cuerpo como la psique, y en
esto el libro actúa no sólo como medio terapéutico, sino también como
profiláctico. Nunca he visto amontonados tantos libros sobre un escritorio como
en el del profesor Berze, un antiguo director de Steinhof, que murió a los 91
años de edad estando psíquicamente sano y activo”..
En
cuanto a la tercera, la neurosis del
desempleo, se trata de un síndrome que yo mismo describí, comprobado en
estudios. Está comprobado que la necesidad no es sólo económica, sino tambien
espiritual. Sin trabajo, al hombre le parece la vida vacía, se siente inútil.
Lo peor no es la falta de trabajo en sí, sino el sentimiento de falta de
sentido. ..”
... El
hecho de que el hombre conoce instintivamente las posibilidades que los libros
le ofrecen para no hundirse interiormente en los momentos de depresión
económica queda demostrado por las circunstancias de que en los países con
cifras altas de desempleo se compran y se leen más libros.
A esto se añade el hecho de que, en
contraposición a los grandes medios de comunicación social y a la pasividad a
que inducen a los hombres, el libro nos hace ser selectivos. Un libro no se
puede conectar y desconectar como una radio o un televisor. Por un libro hay
que decidirse, hay que comprarlo o al menos tomarlo prestado, hay que leerlo y
de vez en cuando interrumpir la lectura para pensar. Dentro de un mundo laboral
amenazado por la deshumanización, el hombre crea islas en las que nada pueda no
sólo entretenerse, sino también reflexionar, no sólo divertirse, sino también
meditar. El tiempo libre que ocupa leyendo le ayuda a huir de sí mismo, de su
propio vacío, y a entrar en sí
mismo. En una palabra, el libro
lleva a una liberación no centrífuga, sino centrípeta. Nos descarga de la
presión del trabajo, de la vida activa, y nos hace volver a la vida
contemplativa, a la existencia contemplativa, aunque sólo sea de vez en
cuando”.
¿En
qué consiste la tarea y la responsabilidad del libro? En que cree al hombre
capaz de tener el deseo de sentido que hoy está tan frustrado”.
Llegados a este
punto les propongo que dejen sus comentarios acerca del o de los libros que han
resultado “terapéuticos” en cualquier circunstancia difícil de vuestras
existencias.
Como autor de este
artículo me propongo releer hoy “Ante el vacío existencial. Hacia una
humanización de la psicoterapia” (Herder, 1984) libro que tuviera a bien
dedicarme Viktor Frankl en Caracas con el agregado de unas caricaturas de él
mismo, de Gerónimo Acevedo y mia. Una joya de mi biblioteca, sin duda alguna.
Gracias por sus palabras. Han sido un par de libros que me han resultado terapeuticos , no recuerdo sus nombres porque ha sido hace muchos años y en mis viajes los voy regalando, además las traducciones del inglés al español no han sido muy exactas, pero doy Fe que sus palabras son muy ciertas y que la Santa Biblia también es terapéutica. Suerte a todos!
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario.
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