Hace un tiempo tuve un diálogo
con una colega en el que intentaba transmitirle mis sentimientos acerca de las
preguntas fundamentales que debo hacerme como psicoterapeuta existencial.
Surgieron al “correr de la pluma” como se decía antes de la cibernética.
¿Soy, verdaderamente, un
psicoterapeuta existencial? Si es así ¿Me baso únicamente en los autores que se
declaran partidarios de esta escuela? ¿Porqué admiro los aportes de Frankl y me
defino, a su vez, como Logoterapeuta? ¿Son menores en mí los aportes de
Heidegger, Binswanger, Buber, Sartre, Kierkegaard y tantos otros que no conoce
el 80% de los que se auto-denominan “existenciales”?
Avanzo en la consideración de
todas estas preguntas que se entremezclan con otras sobre mi vida profesional
Si leí sobre muchos autores existenciales y mucho sobre Frankl ¿porqué no
publiqué un libro? Cuando esto escribo estoy en la etapa de madurez plena, con
acceso a algunos inconvenientes de la entrada en la etapa que algunos denominan
“Tercera Edad”. Desde hace 16 años vivo en un lugar casi paradisíaco de la
península ibérica: Galicia. Azul del mar, verde de los montes y valles
cercanos, viento furioso de la llamada “Costa da Morte” o cielo limpio gracias
a esos vientos que llegan desde ese mar cercano a mi refugio. Elegí vivir aquí,
cerca del lugar de origen de todos mis ancestros. Toda esta maravilla no impide
que no sepa muy bien si soy un inmigrante argentino, un ciudadano gallego
retornado a su tierra o un exiliado que huye de la mediocridad, la
insolidaridad o la miseria de su alrededor. Por suerte he traído conmigo mitad
de mi extensa biblioteca que hoy rodea la sala donde trabajo escribiendo. La
otra mitad la he donado a una escuela cercana al domicilio que tenía en la
ciudad de Buenos Aires.
Tal vez demasiado sensibilizado
por asuntos relacionados con la profesión, la colaboración entre colegas y la
dificultad de difusión de ideas estando lejos del núcleo fuerte de mi formación
y práctica, tiemblo al unísono con las ideas de Kierkegaard (especialmente en
“Temor y Temblor”) sobre lo que “debí” hacer con mi existencia y lo que “pudo
haber sido” esa existencia si no me hubiera volcado demasiado en los otros y
hubiera reservado un tiempo y esfuerzo en escribir mucho más sobre mis
sentimientos, intuiciones, percepciones e ideas acerca de lo que ella es (la
Existencia).
Como psicoterapeutas
existenciales nos abocamos cotidianamente a muchos de estos temas en el
transcurso de nuestro ejercicio profesional. Mi “deber ser” y mi “tener que
ser” lo busco en relecturas de Heidegger, Sartre, Camus o Binswanger. “Sein zum
Ende” (Ser relativamente al fin) es un lema de Heidegger que estuvo mucho
tiempo sobre mi mesa de trabajo para inspirarme. Hoy está junto a otro de
Moisés Ben Maimón (Maimónides) que dice: “No busco la victoria pues para mi
alma y mi carácter, el honor estriba en apartarme del camino de los necios, no
en derrotarlos”. En eso estoy porque son muchos.
Esa misma colega a la que trataba
de transmitirle mi sentir respondió (luego de transmitirle estas
consideraciones) “Sartre tenía razón: el infierno son los otros, porque me
dicen quién soy”. Lástima llegar a una distancia tan grande y tan dramática de
los otros para lograr un reconocimiento que me aleje del infierno. Un espejo
así es peligroso porque, si bien alega desde la visión de un gran pensador, me
obliga a asumir una incomunicación que no puede ser atribuida únicamente a la
distancia. “Dicen que la distancia es el olvido, pero esa no es la razón…”
señala la letra del bolero.
Compromete todo esto a asumir un
futuro para desplegar mi ser existencial plenamente, ya que hasta aquí estoy
seguro de haber ejercido mi libertad y mi responsabilidad hasta donde la
conciencia y los otros me señalan. Son solamente 78 años y en este “ir siendo”
aún faltan 22 para llegar a los 100, una medida convencional de longevidad que
espero alcanzar.
Ahora es el momento propicio para
dedicarme a ser vocero de la indispensable necesidad de formación en cuanto al
conocimiento de los autores existencialistas y en psicopatología en general ya
que esto no sucede en los círculos o instituciones que habitualmente
frecuentamos. Con cierto dolor hablo también de la Logoterapia y sus seguidores
quienes, pese a que Frankl declarara y escribiera desde el primer momento que
la suya era una “teoría analítico-existencial y logoterapéutica” y que sus
seguidores debían “degurificar” sus aportes evolucionando, no contamos con
muchos aportes originales que actualicen los contenidos frankleanos, especialmente
en el campo social.
Recientemente se han realizado
dos Congresos Mundiales de Psicoterapia Existencial (2015 y 2019) y hay
programados varios Congresos de Logoterapia muy importantes. Me ha parecido que
algo se está moviendo hacia el cambio en este siglo XXI y me congratulo.
Dr. José Martínez-Romero Gandos A Coruña - Galicia - España