¿Morir no significa salir del mundo, perder el ser-en-el-mundo?
Llevando al extremo el no-ser-en-el-mundo del muerto sigue siendo un ser, en el
sentido del ser simplemente dado de una cosa corpórea. En la muerte de los
demás, se puede hacer la experiencia del curioso fenómeno ontológico que se
puede determinar como alteración sufrida por un ente al pasar del modo de ser
de la presencia (de la vida) hacia el modo de no más presencia. El fin de un
ente, en cuanto presencia, es su "principio" como simplemente ser
dado.
Interpretar el movimiento del paso de la presencia hacia el ser
simplemente dado pierde la base fenomenal en la medida en que el ente remanente
no es una mera cosa corpórea. Desde el punto de vista teórico, incluso el
cadáver dado es aún objeto posible de la anatomía patológica, cuya tendencia de
comprensión se orienta, no obstante, por la idea de vida. El ser todavía
simplemente dado es "más" que una cosa material, "destituida de
vida". En él se encuentra "algo no vivo", que perdió la vida.
Sin embargo, incluso esa caracterización de lo que aún queda no agota
completamente los datos fenomenales determinados por la presencia.
El "finado" que, en posición de muerto, fue retirado del
medio de los que "quedaron atrás" es objeto de "ocupación"
en los funerales, en el entierro, en las ceremonias y en los cultos de los
muertos. Y eso porque, en su modo de ser, él es "aún más" que un
instrumento simplemente dado en el mundo circundante y pasible de ocupación.
Junto con él, en el homenaje del culto, los que quedaron atrás "son y
están con él", en el modo de una preocupación reverencial. Así, la
relación ontológica con el muerto tampoco debe ser aprehendida como
"ocupación" de lo que está a mano.
En ese ser-con el muerto, el finado "él mismo" no está más
de hecho "por ahí". Ser-con indica, sin embargo, siempre convivir en
el mismo mundo. El finado dejó nuestro "mundo" y lo dejó detrás. Es
"desde el mundo" que los que quedan pueden "ser y estar con
él".
En cuanto a la aprehensión fenomenal del no más ser presencia del
finado, más clara será la visión de que justamente ese ser-con el muerto
"no" hace experiencia del haber llegado al final del finado. La
muerte se desvela como pérdida y, más que eso, como aquella pérdida
experimentada por los que se quedan. Al sufrir la pérdida, no se tiene acceso a
la pérdida ontológica como tal, "sufrida" por quien muere. En sentido
genuino, no hacemos la experiencia de la muerte de los demás. A lo sumo,
estamos sólo "juntos".
- Martin Heidegger. Ser y Tiempo. 312/313.