Dr. José Martínez-Romero Gandos
febrero de 2017
Popularmente
se afirma que los borrachos siempre dicen la verdad. Estamos seguros que la
embriaguez etílica no conduce a ello. El vino es tema de canciones, novelas,
pinturas, esculturas o películas. Pocos lo asocian con la Filosofía o la
Psicología. Veamos esta faceta interesante de una bebida cuyos orígenes vino se
confunden con el origen de nuestra civilización. Griegos y romanos difundieron
a la par la filosofía y el cultivo de la vid. Pero el vino no fue inventado por
los griegos sino que fue importado por primera vez en cántaros desde Creta. Su
cultivo se extendió desde la costa meridional del Mar Negro al monte Nisa en
Libia, y luego por Palestina hasta llegar a Creta de donde se llevaría a
Grecia.
Según la
mitología griega fue Dioniso el inventor del vino. Hijo de la mortal Semele y
del divino Zeus, a través de sus conquistas militares habría extendido su
cultivo y su culto por todo el mundo.
El bien y
el mal se representan en la mitología de diferentes formas y con diversos
personajes. Pero si queremos referirnos a un filósofo que ha considerado cuáles
son los fundamentos del bien y del mal debemos citar a Sócrates (470-399 a. C.) . Según
Sócrates, podemos subdividir el bien y el mal en tres categorías: a) del alma,
b) del cuerpo y c) del externo. El cuerpo es herramienta y cárcel para el
alma. A veces, Sócrates parece rechazar
el bien para el cuerpo, el bien material, prefiriendo el bien para el alma;
pero, a veces, parece que acepte ambos. Esta ambigüedad entre los bienes para
el cuerpo y para el alma puede ser explicada diciendo que todo tipo de bienes
es bueno hasta que éstos no se contrasten: la búsqueda del placer físico se
convierte en mal cuando lo situamos antes del placer intelectual.
Esto no
significa que Sócrates no reconociera la importancia de las pasiones y de las
emociones, sino que en cualquier ámbito de la vida humana el único instrumento
para llevar a un comportamiento bueno es el saber (conciencia). No hay que
confundir la posición de Sócrates con formas del rigorismo ascético. Al
contrario, es una forma de hedonismo, porque su objetivo fundamental es la
búsqueda de la felicidad ( en griego, "eudaimonia"). Este saber es
capaz de valorar los placeres, considerando las consecuencias buenas o malas
que puedan resultar de ellos.
No deseamos
introducirnos en un exhaustivo estudio de las relaciones entre la Filosofía y
el vino. Nos permitimos saltar, entonces, al siglo XIX en el que se producen
cambios fundamentales en el ámbito de la ciencia y la economía. La Filosofía
refleja esos cambios en sus discusiones y se enfrentará a la influencia de nuevas corrientes de
pensamiento como el idealismo absoluto, el nihilismo y el materialismo dialéctico.
Pero, para
nosotros, el gran aporte del S.XIX lo constituye la aparición del
Existencialismo, nombre que usamos para designar a una corriente filosófica que
tuvo su origen en ese siglo y se prolonga hasta nuestros días. Los filósofos
existencialistas se centraron en el análisis de la condición humana, la
libertad y la responsabilidad individual, las emociones y el significado de la
vida.
Uno de sus
primeros referentes fue Sören Kierkegaard. Para Sören Kierkegaard (Copenhague 1813 – 1855) hay tres
modos de concebir la vida y de realizar la propia existencia entre los que el
hombre puede elegir: el “estadio estético”, que persigue el goce sensual y vive
atrapado en la inmediatez del momento; el “estadio ético”, que interioriza
normas de alcance universal y vive conforme a ellas, y el “estadio religioso”,
la existencia más auténtica a la que puede aspirar la persona, pues sólo ante
Dios adquiere plenitud la vida humana.
Tal como
Sócrates, Kierkegaard gustaba del vino. Y pocos recuerdan que un libro
perteneciente a los “textos estéticos” del filósofo danés es In vino veritas
–“en el vino está la verdad”–, obra en la que cinco “estetas” hablan del
amor, pero sobre todo de la mujer, durante una velada de mesa y mantel, es una
provocadora pieza de inspiración socrática, tanto por su paralelismo formal
con El banquete de Platón como por su utilización
del método de la comunicación indirecta.
El estadio
estético está representado para el autor por la figura de Don Juan, de Mozart,
el seductor que persigue un ideal de vida hedonista y sensual y que, al no
reconocer a los demás sino como objetos, tampoco se realiza como verdadero
sujeto.
La nueva
posibilidad se abre con otra opción: la de la vida ética. La relación con los
otros, especialmente simbolizada por Kierkegard en el matrimonio, implica el
ejercicio de la libertad y de compromisos éticos en las relaciones
interpersonales.
Para el
autor, el hombre tiene todavía la posibilidad de un mayor conocimiento de sí
mismo en un plano superior: la vida religiosa. Aquella vida que se ejemplifica
en el sacrificio de su hijo por Abraham y que analiza, magníficamente, en el
libro “Temor y temblor”, que recomiendo. El hombre, aún el religioso, permanece
siempre en la angustia en la medida en que cualquier intento de apartarse de la
verdad le acerca inmediatamente el futuro.
Este hombre
es esencialmente finito y no puede alcanzar un saber total a través de un
sistema de ideas; sólo puede acercarse progresivamente a la verdad de la propia
existencia, a cuyo término no existe ninguna verdad racional u objetiva.
Estas
consideraciones de más de veinte siglos de existencia nos obligan a observar el
siglo actual en el que las conductas resultado de la ingesta de bebidas
alcoholicas llevan, a menudo, a consecuencias negativas que indican
comportamientos socialmente criticables.
Un famoso
neurólogo, psiquiatra y psicoterapeuta vienés del S.XX, Viktor E. Frankl (1905
– 1992) nos dice que el hombre de hoy carece de instintos que le digan lo que
tiene que hacer, contrariamente a los hombres del pasado que conservaban
tradiciones y regulaciones éticas que le indicaban lo que debía ser. Al no
saber lo que tiene que hacer e ignorando lo que debe ser puede caer en la
tentación de hacer lo que los demás hacen o desean (conformismo) o hacer lo que
los demás imponen (totalitarismo). Un tercer riesgo es desarrollar lo que el
autor llamó “neurosis noógenas”.
Diferenciar
esta “neurosis noógena” de la neurosis en sentido estricto se hace necesario
porque los conflictos que desarrolla son conflictos de conciencia, colisión con
los valores e intensa frustración existencial.
Aquí debemos
preguntarnos si podemos hoy ayudar al Hombre existencialmente frustrado a
encontrar un sentido en su vida. Muchas personas piensan que tal vez es
tarde para esta tarea en un mundo totalmente globalizado, en crisis y vacio
existencialmente. Creemos que no.
La globalización nos somete a
cambios y presiones a veces no deseados. Debemos prepararnos para incorporarnos
a esta etapa del desarrollo mundial sin que perdamos, ni un ápice, nuestra
condición de Persona. Algunas consecuencias negativas inmediatas del proceso de
globalización de la sociedad y la economía, no son muy gratas. Las presiones
económicas, la recesión, la pobreza
estructural y la crisis generalizada golpean a la sociedad sin
horizontes claros de reacción.
Solamente
una perspectiva "holística" y no "globalizante" permitirá
descubrir sus verdaderas necesidades y proveer al desarrollo de su condición
esencial: Ser
Persona. La génesis de este aspecto evolutivo humano es universal.
Universal, que no globalizante, porque cada persona es única e irrepetible,
libre y responsable para decidir sobre su futuro y sobre su autotrascendencia.
La globalización no siempre permite este aspecto esencial de la Persona. La
clave para evitar la caida en el vacío existencial, la profusión de adicciones,
el aumento de las enfermedades de todo tipo y las guerras es la solidaridad.
Para responder a las preguntas que
las personas le formulan frente a la creciente frustración existencial
provocada por nuestra sociedad consumista, exitista, competitiva y carente de
oportunidades (especialmente en el ámbito del trabajo) se ha desarrollado, en
el mundo entero y en especial en Argentina y toda Latinoamérica, la Logoterapia
creada por el Dr. Viktor E. Frankl. En esta dimensión de fenómenos
auténticamente humanos es en el que se muestra, dramáticamente, la frustración
existencial y el cada vez mas difundido “vacío existencial”, que tan
maravillosamente describiera su creador.
Estos frustración y vacío de sentido
encuentran un rápido canal de expresión en la agresión. No hablamos de
“amor-odio”, nos referimos a la descarga agresiva. Agresión a espaldas de
normas y valores sin que podamos justificarla (a la agresión) con discursos
infructuosos que parten de justificaciones biológicas o psicológicas. Las
industrias del “placer” encuentran oportunista negocio en este aspecto y en su
complemento inevitable: la adicción. En los adictos aparece el complejo de vacuidad en el cien
por cien de los casos. Adicción a cualquier cosa: da lo mismo drogas,
fármacos, bebidas o televisión y juego. “Potencialidades agresivas”
justificadas por los teóricos como una “intención de canalizarlas y
sublimarlas”. El problema es que dañan, habitualmente, a personas y situaciones
en las cuales realizan la descarga, sin considerar perjuicios auto y hetero
dirigidos.
Nos decía Frankl que esta
frustración existencial no es manifiesta sino latente. El vacío existencial
permanece larvado y se muestra con varias máscaras. Una de ellas es la
depresión. No aquella reactiva al sufrimiento, la carencia de alimento para los
hijos o a la pérdida de un ser querido. La depresión por la conciencia de una
vida sin sentido. Aquella depresión “de los ejecutivos, ricos o poderosos” que aún
arrojados a la intensa actividad social, cultural o deportiva, reprimen su
“voluntad de sentido” por una “voluntad de poder y dinero”. No nos confundimos
con aquellos estados depresivos endógenos en los que la enfermedad impide las
cavilaciones sobre el sentido de la vida.
La frustración existencial no es
patógena en muchas personas pero es muy posible que pueda llegar a serlo y
desembocar en neurosis si no se mantiene la meta de un sentido de vida
autotrascendente.
Para
evitar la enfermedad el Logoterapeuta debe ser conciente y hacer conciente en
el paciente que ahora mas que nunca, en este momento de crisis social, la vida
del hombre común y también la del hombre que sufre, sigue teniendo sentido A
PESAR DE TODO.
Adicción, agresión, depresión son
claros síntomas en la conducta del hombre actual y constituyen la problemática
principal de nuestro entorno. “¿Qué derecho tenemos para atrevernos a decir que
la vida nunca deja de tener un sentido para todos y cada uno? Lo afirmamos desde la convicción de que el
hombre es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente
considerada, no tiene ninguna salida. (Frankl)”.
El desafío es construir un sistema
en el que la solidaridad sea el centro. La vertiginosidad con que la
globalización difunde sus mensajes impide a los ciudadanos una elaboración
crítica y ética de su verdadera influencia. No es fácil darse cuenta cuando se
es bombardeado por propaganda en todos los medios de comunicación y en todas las formas
posibles. Deslindar la verdad es muy difícil e impide la expresión auténtica de
sentimientos y proyectos.
Prever los problemas
psicopatológicos derivados de sentimientos profundos de soledad provocados por
esta sociedad globalizada, vigilar la aparición de comportamientos alterados
que modifican e impiden esa plenitud de vida, encarar las sutiles y a veces
brutales circunstancias en las que se altera la convivencia familiar y
contribuir al bienestar de nuestros niños y mayores, es el desafío de la hora.
El hombre común, sin
ninguna elaboración intelectual, sin la necesidad de ningún estudio
sistemático, vivencia esta naturaleza espiritual de su ser Persona. Vivencia
esta angustia por su finitud y se esfuerza en su autotrascendencia. No se le
escapa que su vida vale la pena vivirla, plenamente. Y se esfuerza para
encontrarle sentido a pesar de las circunstancias que, inevitablemente, lo
rodean y frustran muchos de sus proyectos.
En muchas oportunidades
encuentra ese sentido a pesar del sufrimiento que le produce el dolor por la
pérdida de un hijo, el dolor físico de una enfermedad o trauma, la carencia de
un empleo o una casa, o la necesidad de enfrentar catástrofes naturales.
Si el Hombre es capaz de
esto y mucho mas, ¿porqué llega hasta un psicoterapeuta en busca de ayuda?
Algunos porque se encuentran en una profunda crisis frente a estos avatares de
la existencia. Otros porque reconocen que padecen síntomas desagradables,
penosos, indeseables, que amenazan la tranquilidad de su existencia. Aquellos
porque no han podido superar estos trances y dirigir su dolor hacia algo o
hacia alguien a quien amar, cayendo en la angustiosa sensación de la carencia
de sentido.
Todos buscan la “cura”,
el cuidado de un otro. Ese “otro” puede ser hermano, amigo, hijo o compañero.
Muchas veces esta compañía es el verdadero trampolín que los coloca,
nuevamente, en la senda del sentido.
Aceptan la transitoriedad de la existencia, superan el sufrimiento y
recobran la esperanza.
Cuando esto no es
posible recurren a un profesional en busca de la “cura”. Según de que “cura” se
trate consultan a un médico, un psicólogo, un psicopedagogo o un religioso.
Cualquiera de estos profesionales es la persona que “impulsada
por su eros terapéutico, aprovecha su preparación técnica para cuidar a sus
semejantes, como prójimos, cuando lo necesitan o estan enfermos”.
Quienes nos dedicamos a
esta profesión, y en especial los Logoterapeutas, aceptamos y reconocemos
nuestra “Misión” como aquella destinada a colocarnos al servicio del otro para
ayudarlo a mejorar sus “dolencias” cuando éstas lo agobian, librarlo de su
angustia cuando el daño es positivo y facilitar su reencuentro con el sentido,
a pesar de todo y contando con los valores de su propia existencia.
Deberíamos contribuir con nuestra experiencia para el
desarrollo de una acción logoterapéutica que se proyecte sobre la comunidad
contribuyendo a la promoción y perfección del Hombre en función de valores
éticos de solidaridad, logros en el marco superior de la responsabilidad social
y calidad de vida respetuosa de la dignidad
de la Persona. La Ciencia y la Técnica tienen que estar al servicio del
Hombre y no a la inversa.
Hemos desarrollado estos conceptos porque creemos,
firmemente, en los beneficios de la prevención. Discutir sobre estos temas
facilita la comprensión y la toma responsable de decisiones con respecto al
consumo de alcohol. La estrategia no debe ser la aplicación en la población con
problemas de adicción de prohibiciones o represiones. Muy por el contrario esas
políticas no conducen a nada y es imprescindible la prevención y la educación.
La promoción de consumo responsable de vino es parte de
actividades fundamentales en el sector vitivinícola. Los beneficios del
vino para la salud ya eran de sobra conocidos desde la antiguedad. Hasta ahora
se asociaba el consumo moderado de vino tinto con una serie de ventajas, desde
la protección contra algunas enfermedades cardíacas hasta la ayuda contra la
demencia. Muchos estudios en Universidades de todo el mundo están dirigidos a
averiguar los beneficios de la ingesta moderada de vino.
Volviendo un momento a los griegos recordemos al poeta
Eubulo (360 A.C.) quien afirmaba que “la primera copa, para la salud; la
segunda, para el amor y el placer; la tercera, para el sueño.
Tras la tercera copa, los invitados inteligentes se van a casa...
la cuarta copa ya no es nuestra, pertenece a la agresión y a la violencia;
la quinta, al espectáculo escandaloso; y la sexta, a la orgía embriagada”
Tras la tercera copa, los invitados inteligentes se van a casa...
la cuarta copa ya no es nuestra, pertenece a la agresión y a la violencia;
la quinta, al espectáculo escandaloso; y la sexta, a la orgía embriagada”
Dr.
José Martínez-Romero Gandos
jmrsentido@gmail.com