Dr. José Martinez-Romero Gandos
(Galicia – España - 2014)
La relación de encuentro que se
produce en la asistencia a la persona con discapacidad, especialmente en
aquellos casos más difíciles, siempre crece y se desarrolla por la acción que
ejercen ambos protagonistas: el paciente y el profesional asistente.
Es una relación que no puede ser
descripta más que en términos literarios lo que nos permite decir que es “una
relación inefable”. No se puede hablar de ella. Hay que vivirla en un nosotros
único y muy especial.
No es una realidad que podamos
delimitar ni tampoco programar más allá de la aplicación del “arte” que cada
uno de nosotros aplica desde su profesión. Existe necesidad recíproca de preguntas
y respuestas. De gestos, de actitudes, de acercamientos y aún de caricias. El
profesional pregunta y el paciente responde. No siempre en forma oral. Puede
hacerlo corporalmente.
El paciente también interroga. Quiere
saber acerca de quien es esta persona que se acerca y sobre su propia
existencia. Se vincula con el cuidador como él sabe, como él quiere o como él
puede. El profesional no siempre “sabe” que decir o que hacer con el paciente,
no siempre “quiere” decir o muchas veces “no puede decir”.
Esto puede generar resistencias en
ambos márgenes de la relación de encuentro. La resistencia “cierra” la
posibilidad de apertura en la relación. Si la relación es ocasional, tal vez
ambos protagonistas deseen “olvidar” el encuentro. Pero esta resistencia originará
conflicto si se mantiene en el tiempo. Seguramente.
Para vencerla es necesario establecer
una relación “original” que
vincule a ambos de manera tal que permita la aparición del “diálogo”.
Esta puesta en común, esta “comunión”, es la raíz original de lo que,
habitualmente, llamamos “comunicación profesional-paciente”.
Cuando encaramos un tema de la
complejidad que nos ocupa tenemos que aceptar que de esta forma de comunicación
surgen una ilimitada cantidad de técnicas que se distinguen por el diferente
grado de flexibilidad o rigidez en la realidad circunstancial del encuentro con
el que solicita ayuda o el que merece ayuda.
Nosotros afirmamos, desde la Analítica
Existencial y la práctica de la Logoterapia, que esta situación existencial del
paciente es “única e irrepetible” y
coincidimos con la generalidad de nuestros colegas en que es respuesta
inmediata al desarrollo de numerosos dinamismos psíquicos que han establecido
una personalidad a lo largo del tiempo y que se presenta en la realidad del “aquí
y ahora” como una realidad diferente.
La realidad
del ser humano que sufre y padece una discapacidad que lo condiciona en algún
grado. Una realidad que, sea cual sea el pronóstico, le coarta su libertad de
desarrollar un proyecto de plenitud y le amenaza el sentido de vida.
La Logoterapia es un accionar teórico
y técnico que procura ayudar al discapacitado a asumir la existencia como real,
a pesar del sufrimiento, contribuyendo al desarrollo de todas sus
potencialidades y capacidades para que actúen en función de ellas y encuentre
el sentido “a pesar de todo y aún en las peores circunstancias”
Decía Viktor E. Frankl: “Me atrevo a
decir que no hay nada en el mundo que ayude más efectivamente a una persona a
sobrevivir, aún en las peores condiciones, que conocer el sentido de su vida”.
Conocer y accionar en procura de su mantenimiento en la
situación límite. El paciente tiene derecho a ser ayudado en esta empresa
vital. La tarea no es fácil.
Médicos y psicólogos incrementan sus estudios,
investigaciones y comunicaciones científicas para esclarecer ideas que les
permitan dar respuesta a los interrogantes y angustias que las familias les
presentan desde el momento de la aparición del primer síntoma.
Cuando la respuesta a estos interrogantes no es sencilla,
ni fácil, ni siempre conocida, muchos profesionales se sienten desvalidos para
actuar y poco preparados para afrontar esta difícil situación.
Técnica versus comprensión. Preparación técnica eficiente
versus la toma de conciencia de los límites de su ciencia y arte. Persona
doliente que pide comprensión versus un entorno limitado en sus respuestas.
No hay reglas para enfrentarse a esta difícil situación
pero sí hay formas particulares y únicas de acercarse a ese ser que sufre y
padece una patología que lo diferencia de los demás. En estas circunstancias la
comunicación entre el profesional y el paciente no está limitada a la expresión
verbal del discurso. Acceder desde el nivel profesional al conocimiento de la
situación[FT1] y poder comunicarlo es uno de los
momentos más difíciles que debemos enfrentar en nuestra diaria actividad
asistencial.
Es necesario compartir nuestro estar dispuestos a ayudar
al otro como Persona. Darle la libertad de elegir la manera de ser ayudado, de
acuerdo a su peculiar modo de personalidad y modo de relación con los otros.
Es apelar al otro. La apelación es un
llamado. Un
llamado a la Esperanza. No es ocioso recordar aquí que “la esperanza es el arma
de los indefensos y por eso tiene eficacia” (Gabriel Marcel). Este llamado,
esta apelación, nos coloca en interlocutores de privilegio en un tema de la
mayor importancia para el discapacitado. Al respetar su proyecto de vida, al
ayudarlo a aceptar las modificaciones que la enfermedad le impone le estamos
ofreciendo la posibilidad de elegir una nueva forma de vivir.
Si el profesional conoce bien la situación y el futuro
acontecer, deberá estar dispuesto a continuar aliviando el dolor físico pero
sin evitar compartir el dolor psíquico y moral del paciente. La comunicación se
torna, en estos casos, en el principal instrumento de la “pastoral médica”
(V.E.Frankl). No es una sustitución del papel de la familia, los amigos o los
religiosos que se acerquen. Es contribuir a una mayor plenitud de vida a través
del intercambio de actitudes y gestos de acompañamiento que revitalizarán los
momentos mas importantes de su biografía haciéndola valiosa de haber sido
vivida.
Si el paciente ha dado a entender su real deseo
de saber y sobrellevar la situación es inútil o perjudicial escapar a esa
responsabilidad profesional de la comunicación. Establecer una comunicación
deficiente es coartarle la posibilidad de elección y responsabilidad sobre su
existencia real.
La Logoterapia, Tercera Escuela de
Viena que fundara Viktor E. Frankl, considera que el psicoterapeuta puede ayudar al discapacitado apelando a la
posibilidad de traspasar sus propios límites, pasar por encima de su facticidad
(la discapacidad) y la frecuente aparición de una posición fatalista que casi
siempre la acompaña logrando una dimensión completamente nueva: vida con
sentido, a pesar de todo, respeto de la autotrascendencia, apertura al amor y
permisividad para la libertad individual. Transformar las tensiones de un
“yo” en crisis para que se produzca un
“nosotros” (familia, amigos, terapeutas).
La actividad profesional implicará juegos de
dramáticos silencios convocantes, actitudes de espera, continencia de la
angustia, desarrollo de caminos de libertad sin imposiciones, creando el lugar
apropiado para la confianza y desarrollando una creatividad técnica basada en
la utilización de “palabras límites”: fe, camaradería, sufrimiento, sentido,
esperanza, amor, solidaridad, cuidado del otro, que forman parte de lo que en
algunas Conferencias denominamos “el almacén logoterapéutico”.
Estar, sinceramente, a
disposición del otro. Amarlo como ser humano que sufre. Evitar que dé pasos
peligrosos. Permitirle elegir su camino sin condicionamientos. Ayudarle a
superar la paradoja entre la inmanencia y la trascendencia. Este es el juego de
roles que permite el ejercicio de la Logoterapia para los psicoterapeutas
formados. El Logoterapeuta renuncia antes de empezar el tratamiento. Renuncia a
promoverse. Renuncia a la posibilidad de dominar al otro. Renuncia a muchas
recompensas.
¿Es posible
esta posición completamente desinteresada en un profesional que trabaja y debe
contar con medios para también realizar su sentido de vida? Sí, es
perfectamente posible porque es una relación de encuentro amoroso. Y lo menos
que el verdadero amor quiere es el beneficio del otro.
Esta es la
“apelación”, el llamado. Y en esto consiste la “cura”, el cuidado.
Paradojalmente,
el sufrimiento nos ha iluminado el camino que nos lleva a la puerta de la
trascendencia. Pese a la dependencia de la discapacidad, llena de rispideces y
obstáculos, la libertad interior actúa como un ariete que rompe ese cerco de
dolor o sentimientos de pérdida que lo cerca y activa la capacidad de sobreponerse
para seguir adelante “a pesar de todo”. El sufrimiento actúa como un filósofo
interior que cada uno posee y que revela el valor de la vida, iluminando,
haciendo transparente lo que parecía tan impenetrable, abriendo regiones hasta
entonces veladas y enriqueciendo, verdaderamente, la existencia.
Por
supuesto que por “sufrimiento” nos referimos a aquel que no es fácil o posible
superar. Debemos acudir a la superación del sufrimiento innecesario. Solamente
ante el sufrimiento impuesto por las circunstancias de la discapacidad, aquello
de lo que no podemos escapar, debemos poner en marcha los valores actitudinales.
Soportar aquello que es evitable es, simplemente, masoquismo o estupidez.
Algunos
psicoterapeutas aíslan esta posibilidad de superación del sufrimiento por el
sentido acentuando la realización parcial de algunos aspectos del hombre
perdiendo de vista su personalidad pluritemática y multidimensional. “Curan” su
cuerpo. “Curan” su psique. “Curan” su relación interpersonal social. Pero
olvidan la “cura” de la dimensión especial que nos diferencia como personas: el
espíritu.
Esta es la
“cura”. “Cura” es una voz latina que designa “cuidado, preocupación”. Nuestra
“preocupación” principal fue establecer si el discapacitado es una Persona con
posibilidad de “curable”. Podemos afirmar que sí en el sentido que le dimos a
este trabajo.
Esta es el alfa
de nuestra tarea profesional como psicólogos y como logoterapeutas. Ninguna
circunstancia debe imponer límites a la vida. Ni enfermedades de cualquier
tipo, ni circunstancias personales, ni sociales, ni pseudouniversales ni
pseudocientíficas. Cualquier Psicología que prescinda del amor, del encuentro y
de la comunicación separa al ser humano de sus referentes originales e
intencionales. La cualidad trascendente de la realidad humana se potencia en el
encuentro auténtico profesional-paciente. Para lograr éxitos en el campo de la
psicoterapia debe combinarse las técnicas (estimulantes y bienvenidas) con la
incorporación de un elemento de arte que supere las limitaciones de la Ciencia
en la consideración de su genuina dimensión que es la dimensión espiritual
(Frankl).
Oportunidad
trascendental. Posibilidad de rechazo de la “apelación”. Posibilidad de caída
en el egoísmo o el sinsentido. Imposibilidad de encuentro con el otro. O
realización de valores superando todas las barreras.
Bibliografía:
1.-
Frankl, V. E. “El hombre doliente”,
Barcelona, Ed. Herder, 1987.
2.-
Frankl, V. E. “El hombre en busca de
sentido”, Barcelona, Ed. Herder, 7ª. Ed., 1986.
3.-
Frankl, V. E. “La voluntad de sentido”,
Barcelona, Ed. Herder, 1988.
4.-
Yalom, I. D. “Psicoterapia Existencial”,
Ed. Herder, Buenos Aires, 1985.