Dr. José Martínez-Romero Gandos
A Coruña – enero de 2013[i].
Las investigaciones,
publicaciones y comunicaciones acerca de la práctica grupal se multiplican en
el mundo científico, con especial énfasis en los países del área
iberoamericana. Trabajar en la Mediación Intercultural es una oportunidad
magnífica para contribuir a su desarrollo y encontrar posibilidades de
aplicación en una práctica con fundamento y creatividad.
Los retos para asistir en las
necesidades y demandas de los diferentes colectivos migrantes en el siglo XXI
no son pocos y obligan a un desarrollo de la investigación y la práctica de la
Mediación Intercultural, especializándose en el conocimiento y el especial modo-de-ser-en-el-mundo
de estas personas. La obligación también se extiende a la posibilidad de
elaborar planes para su asistencia. Trataré de explicar aquí porqué un
instrumento técnico como la participación en grupos (dinámica grupal) puede
cumplir, satisfactoriamente, con ambos propósitos.
Los científicos que aplican
la dinámica grupal para la atención de personas en los diversos ámbitos de su
profesión afirman que muy pronto se tendrá que justificar porqué, en muchas
circunstancias, se utilizan entrevistas individuales, de escaso tiempo de
dedicación, con poca información y menor participación de las personas que
acuden a ellas y no se utiliza la dinámica grupal.
Permítanme algunas consideraciones teóricas
antes de concretar los retos a los que nos enfrentamos.
Vivimos en
comunidades donde la coexistencia se manifiesta como una relación yo-tú con un
innegable carácter dialógico. Diálogo que para lograr su autenticidad debe
llegar a la dimensión del sentido co-participado de los integrantes superando
los condicionamientos sociales que distorsionan la comunicación. La premisa
debiera ser el respeto por la condición de Persona en sus valores más
esenciales, manifestados por cadaquién de una manera única y singular. Cuanto
más amplio y menos racional sea ese sentido dialógico más respuestas
existenciales encontrarán cada uno de los integrantes, ya sea a la luz de la
conciencia o ante la posibilidad de una relación interpersonal amplia.
Este
“suprasentido” conciente o trascendente encuentra su mejor expresión si la
relación interpersonal no se limita a un mero intercambio de símbolos y signos
protocolares. En el encuentro con el otro, el “suprasentido” (capacidad y
posibilidad de proyectarnos más allá de la inmediatez de lo cotidiano) se
construye mediante la reciprocidad de la relación de afecto, aceptación o solidaridad
sin condiciones. Y esto no puede realizarse fuera de un grupo donde el hombre
no puede dejar de “pertenecer”.
Quien conozca
los pormenores de esta dinámica grupal y tenga capacidad de análisis de la
situación podrá aceptar que esta relación “dialógica” entre personas de un
grupo no es posible, en su realización plena, sin que se produzca una
“trascendencia recíproca”. Veremos este concepto un poco más por lo menudo.
Muchas
personas y no pocos técnicos insisten en que ésta actividad grupal no deja de
constituir una “reunión catártica” de personas con conflictos que solamente
ejercen esta función de descarga y luego permanecen en igual situación. En
nuestra experiencia de muchos años de inmersión en la actividad de los grupos
hemos podido comprobar como resultan inmensamente útiles en las circunstancias
en las que las personas atraviesan una situación de crisis, de angustia o de
conflicto, desarrollándose una actividad de “trascendencia recíproca”, es
decir, de paulatino y concreto compromiso mutuo.
Lo importante
de esta actividad se manifiesta a través de una actividad que denominamos de
“encuentro”. Cuando este “encuentro” es comunitario la “trascendentalidad
recíproca” es mucho más importante que la que pueda establecer una sola persona
con otra. La persona produce su propia actividad trascendente que prepara la
recíproca. Pero ambas se complementan y potencializan en una actividad grupal
comprometida.
No es fácil
sostener encuentros grupales en los que se produzcan estos “encuentros
trascendentes”. Los instrumentos principales para ello son la comunicación, el
reconocimiento mutuo, la afirmación de la identidad, la autenticidad, la
apelación al otro y el cuidado mutuo.
Imaginemos
una situación de intervención en Mediación Intercultural y ubiquémonos en dos
contextos diferentes: un contexto de encuentro individual con la persona
asistida y otro en el que participemos de un grupo. Los mismos instrumentos
utilizados desde siempre en las entrevistas individuales cobran una dimensión
especial y promueven la manifestación de conductas, conceptos, ideas o relatos
permiten una mayor participación de unos y otros. Para alguno de los
integrantes es difícil la comunicación. Aparecerá algún otro que apelará a su
comprensión. Podrá manifestarse reacio y hasta inauténtico. Si nadie olvidó la
principal herramienta “cuidado mutuo” aparecerá una mayor autenticidad y una
afirmación de la identidad de cada uno de los integrantes.
¿Se producirá
esto tan rápida y espontáneamente?
Cuando nos
proponemos sostener en un grupo esta trascendentalidad recíproca es necesario
iniciar la relación mediante la propuesta de compromiso y utilización de
algunas herramientas fundamentales de la dinámica grupal. Más adelante
describiremos algunas de estas herramientas.
En los grupos
más superficiales este compromiso puede ser poco duradero y no alcanzar para la
relación de verdadero encuentro y trascendencia. A pesar de ello, en
determinadas circunstancias, pueden transformarse en grupos de encuentro
duradero. Encontramos un ejemplo si consideramos un grupo de excursión o un
encuentro de atracción sexual. La alianza superficial deberá culminar en un
compromiso duradero. En el caso de la excursión en la constitución de un grupo
verdadero de personas amigas y en el caso del encuentro de atracción sexual en
un compromiso que se plasma en el amor de pareja.
El compromiso da lugar a una relación con sentido
transpersonal. Supone confianza, fidelidad y esperanza. Es capaz de iluminar y
animar en los momentos difíciles. Sus modelos clásicos son el matrimonio, el
equipo de trabajo, la comunidad religiosa o el grupo de amigos.
Como lo
afirman todas las escuelas psicológicas, nada de esto es posible sin una buena
comunicación. No es el lugar aquí de explicar este concepto clásico. Pero
recordemos que nadie puede no comunicarse y que los grupos humanos son
inevitables. La comunicación debe contribuir a permitir la relación yo-tú
que debe transformarse en “nosotros”.
La queja,
habitual en los grupos y especialmente los que necesitan de mayor comprensión y
asistencia, es la apreciación clara de una comunicación sin sentido
trascendente. Apenas llegan a ser autoreferenciales. No ponen en marcha la
acción de los valores de creatividad. Evitan que surjan comentarios acerca de
sufrimientos genuinos, no permiten la participación de los valores de actitud.
Se vivencia solamente lo negativo. Se pone en marcha el círculo vicioso que
reclama desde la queja la atención egocéntrica o la mera descarga catártica.
Para salir de
la queja es necesario que el grupo “apele” al integrante quejoso a que ponga en
marcha su capacidad de autodistanciamiento, su capacidad de ir al encuentro del
otro, la posibilidad de transformar el sufrimiento en sentido de ayuda al otro,
especialmente a partir de la experiencia de los propios dolores, penas y
frustraciones.
Siendo así
constituimos una relación de compromiso entre los integrantes de los grupos en
los que participamos y lo manifestamos como un encuentro humano, como una tarea
de servicio en el que asistimos en el cuidado ofreciendo la propia experiencia,
creatividad, razón y voluntad de sentido. Todo esto aderezado de mucha
Esperanza. Y, como no, de algunas técnicas.
No es fácil
acompañar al hombre del tercer milenio, luego que en la centuria anterior
estuvieran en peligro referencias tradicionales y aparecieran crisis
existenciales ante el vacío de la sociedad contemporánea. Mucho más si nos
dedicamos a un colectivo tan especial como el colectivo migrante. Debemos
constituirnos en especialistas en aceptar esa crisis propia del que emigra, el
vacío existencial que produce el choque con la cultura de acogida, las
frivolidades de los trámites administrativos ante la vivencia de la catástrofe
personal, la inutilidad de la ayuda automática sin la promoción del trabajo y
la superficialidad de los medios con que contamos para comunicarnos
debidamente. Lograr vivir con todo esto no es fácil para el inmigrante y ayudar
a su transformación no es tarea sencilla ni aparecerá en aquellos que no toman
este trabajo comprometidamente y con vocación de servicio.
Tanto en la actividad
propiamente medidadora como en las actuaciones institucionales el profesional
debe ser conciente de la realidad y lograr que también lo sea su consultante.
En estos momentos de la sociedad en la que vivimos con claros síntomas de
crisis social, la vida del hombre común y la del que sufre pérdidas, carencias,
angustias o discriminación debe seguir teniendo sentido “a pesar de todo.
¿Cómo podemos
permitirnos afirmar que la vida no deja nunca de tener un sentido para cada uno
de nosotros? Lo afirmamos desde nuestra fundamentación antropológica y
epistemológica y desde nuestro conocimiento de los autores que dieron
fundamentación a la analítica existencial: El hombre es capaz de transformar en
servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tenga aparente
salida.
A través de la actividad grupal es posible
ayudar a las personas para que cada una pueda ver por sí misma su aislamiento,
su carencia de sentido, sus necesidades individuales, errores, diferencias y aún el significado de las agresiones que
pueda haber recibido en su lugar de acogida. Es un procedimiento de “educación”
en el sentido etimológico del término (e-ducere, “conducir desde”, “sacar lo
propio del otro”) permitiendo el logro de una mejor calidad de vida y un
sentido asumido y adquirido a través de los otros, de la comunidad.
La persona
acepta, de este modo, la posibilidad trascendente de su existencia, su libertad
y su responsabilidad, su capacidad de proyectar y llevar a buen puerto sus
proyectos, en las difíciles circunstancias de la inmigración. Este logro será
propio y único, no impuesto por ninguna ideología, por ningún lider
terapéutico, por ninguna “cuidado” autocrático.
junio 2006, ISBN 84-9749-204-8 Versión en CD.Extracto
por el autor.