A Coruña – setiembre de 2012.
“Siempre consideré que mi vida
tenía sentido. Ahora no sé que significa eso de “tener sentido”. Se lo pregunté
a mi logoterapeuta y me dijo que yo no lo entendía porque padecía de la
enfermedad de Alzheimer.”
¿Alguna
vez te preguntaste quién debiera cuidarte si contrajeras esa enfermad? No quién
eligirías sino quién sería el más adecuado, el más indicado y el más valiente.
Lo
primero que yo decidiría es elegir a alguien que pueda llegar a encontrar
sentido a su vida ayudando o cuidando a un enfermo de Alzheimer. No es fácil
encontrarlo.
Creo
que no podría ser alguien que hubiera reprimido esa voluntad innata que nos
acompaña de encontrar sentido a la vida, aún en las peores circunstancias.
Siento
que el mejor cuidador o cuidadora será aquel que se acerque con una clara
vocación de servicio. Que no lo haga por obligación. Aunque luego sufra o
padezca remordimientos por haber aceptado o por sentirse cansado, agobiado,
triste o sin recursos frente a la realidad de la progresión de la enfermedad.
Nos
enfrentamos a la realidad de la asistencia a colectivos de drogadictos, de
enfermos terminales, de pacientes con HIV o de disminuídos psíquicos o físicos.
Conocemos “protocolos” para su atención. Existen entidades asistenciales
específicas o asociaciones protectoras.
Pero
pocos sabemos que el número de personas que padecen la enfermedad de Alzheimer
va en aumento. O se diagnostica mejor.
En
España su número se pude aproximar a las 800.000 personas. No es muy dificil
contar con estadísticas de otros países.
Lo
que no se dice tan fácilmente es esta enfermedad ocasiona el deterioro
progresivo e irreversible de las funciones cerebrales, alcanzándose la
dependencia absoluta de su cuidador en no mucho tiempo.
¿Podré
elegir mi cuidador o cuidadora? ¿Será un profesional o un familiar? ¿Sabrá
hacerlo? Lamentablemente, si te toca, no podrás elegir.
Lo
que te aseguro es que, aún en las peores circunstancias, seguirás siendo
Persona, con tu libertad, tu responsabilidad, tus valores, tus proyectos y tus
afectos. Todo drásticamente restrigido por la enfermedad. Un Ser humano preso
en un cuerpo que lo limita como una boa constrictor lo hace con su víctima.
Allí
estará tu cuidador o cuidadores para intentar salvarte de esa opresión.
Cuidadora o cuidador que sentirán que su vida tiene sentido porque están
ayudando a otro a mantenerlo el mayor tiempo posible en la condición plena de
Persona. Su satisfacción será muy grande cuando tú avances o mantengas una
acción. Será muy grande aunque el avance de la enfermedad parezca ganar la
batalla.
Pero
la verdadera batalla es la de dar sentido a tu vida, a pesar de todo. Dirán que
es una entrega peculiar porque son familiares. Y no es cierto. Tu pareja, tus
hijos, tus padres o tus hermanos encontrarán en esa dura tarea una forma de
devolver el amor que le habías brindado cuando estabas sano o sana.
Y los
cuidadores ¡qué decir de los cuidadores! que con su trabajo esforzado
encuentran en la tarea útil un refuerzo importante a su sentido de vida. Todos
nos dan una magnífica lección acerca de la forma en la que es posible encontrar
sentido a la vida, aún en las peores circunstancias. Saber que el sufrimiento
propio o ajeno se supera con el sentido de servicio a los otros.
¿Recuerdas
como al principio de tu enfermedad te negabas a concurrir al Centro
Especializado, a confiar en los profesionales, a confiar en la Esperanza que
ellos y tu familia depositaban en el trabajo cotidiano, duro, a veces
desesperante? Nunca “desesperanzado”.
Sé,
perfectamente, que a veces te niegas a ir diariamente al Centro para no ser una
carga para tu familia. Pero, al fin, te has convencido que todo vale para
sentirte un poco mejor. Especialmente porque todos te tratan con cariño, te
ayudan, se acercan, te acarician.
No
lo podrían hacer mejor. Aunque sientan, a veces, que no saben cómo seguir
adelante. Especialmente tu familia.
Llegará
el momento en que todos decidan que estarás mejor en casa para que te
acompañen, con el afecto y con dolor, en tu despedida.
Lamentarán
mucho tu partida pero lo superarán, con el tiempo, porque sentirán que valió la
pena darle a la vida su completo valor como existencia.
Ahora
nadie podrá convencerlos de lo contrario. Con su experiencia, tan valiosa,
sabrán apoyar la labor de otros que realizan la misma tarea o convencer a los
que aún dudan que un enfermo de Alzheimer es siempre e indefectiblemente
Persona.