Las actitudes y modos con los que el Dr. Viktor E. Frankl ha superado las adversidades que le ha presentado la historia a través de su larga y fecunda vida son conocidos abundantemente. Tal vez usadas casi abusivamente como ejemplo para ilustrar escritos a él referidos, conferencias, cursos y libros publicados.
Sin embargo, Frankl hacía uso de ellos en muy contadas ocasiones. He tenido la inmensa fortuna de escucharlo y verlo en acción durante conferencias y encuentros entre amigos en varios países iberoamericanos. Siempre encontraba la forma de hacer llegar a un determinado interlocutor un mensaje cargado de afecto, comprensión o apoyo, según las circunstancias y hasta con una nota de humor.
América del Sur atraía a Frankl por la comprensión inmediata de sus teorías. Señalaba (a menudo) que esa comprensión se basaba en la conciencia de determinados valores esenciales: libertad, responsabilidad y solidaridad, afecto en el ámbito de la familia y ejercicio de la paternidad responsable.
Estos valores, decía, ayudan a superar transitorios “vacíos existenciales” o “crisis sociales” si priman sobre angustias y depresiones, reubicando a la Persona en el desarrollo de una vida “con sentido” y “a pesar de todo”.
Siguiendo a Frankl y observándo esas actitudes personales que desplegaba en todo sitio y ocasión he podido acumular en mi espíritu una cantidad enorme de ejemplos, anécdotas y expresiones que me atrevo a transmitir para homenajearlo.
Vinculada a ese concepto de familia que Frankl sustentava y que opinaba protegía ante cambios bruscos causados por la globalización y las consecuencias de conceptos científicos aún en experimentación y discusión (clonación, modificaciones genéticas, uso libre de drogas, eutanasia) he presenciado en Caracas, en el año 1985, una lección inolvidable del Maestro.
Seguía yo sus palabras desde el fondo de un enorme salón de conferencias repleto de asistentes. En la fila previa a la de mi ubicación estaba sentado un señor con evidente discapacidad producto del efecto de la talidomida sobre su gestación. Sentado con dificultad en el asiento grababa la conferencia y tomaba fotos con evidentes muestras de una enorme dificultad superada, supongo, con un lento y difícil aprendizaje. Me llamó la atención y pensé en él un largo rato.
Al finalizar la conferencia del Dr. Frankl en la que había acentuado la importancia de la familia y el valor de la vida y su “sentido a pesar de todo”, nuestro vecino de audiencia pidió la palabra que le fue cedida. Allí, ante un auditorio especialmente atento a las cuestiones planteadas por el Maestro vienés, afirmó que compartía y sustentaba esas ideas defensoras de la vida como “siempre posible” ya que él mismo era el resultado de la responsable consecución de esos principios.
Relató que su madre se había negado a abortar su embarazo y asumió los riesgos ciertos sobre el niño que le anunciaban. El declarante, víctima de la talidomida como suponíamos, era ahora periodista, escritor, conferenciante y agradecido hijo que bendecía la decisión de su madre, aún ante científicos que opinaban lo contrario.
Frankl escuchó atentamente. Finalizada la presentación del participante del público dejó su sitio en el estrado, se acercó al borde del escenario e invitó a ese señor a subir a él. Cuando lo tuvo delante le dio un abrazo, lo invitó a sentarse a su lado y dijo: “He venido desde muy lejos, desde mi Viena natal, en un largo viaje hasta estas tierras que mi edad y salud no hace fácil. Mi viaje hubiera tenido sentido si solamente hubiera llegado hasta aquí para escuchar este relato”. Se paró y se retiró por el foro dejando a este señor en el sitial de honor para que recibiera todos los aplausos. Actitud logoterapéutica.
La adversidad no se presenta siempre en su máxima intensidad. A veces son solamente “factores adversos” que interrumpen, distorsionan o modifican proyectos que pretendemos llevar adelante.
Las circunstancias casi siempre nos exigen reaccionar con la mirada puesta en el otro o proyectando nuestras posibilidades de solidaridad y respeto.
El Dr. Viktor E. Frankl visitó Mendoza (República Argentina) donde fue recibido con honores por el Intendente (Alcalde) de la ciudad y por la Universidad del Aconcagua donde recibiría un Doctorado Honoris Causa, uno más de la larga lista de los recibidos en todo el mundo.
Era éste el primero de su tipo que aprobaran las Autoridades de esta nobel Universidad. Me tocó acompañar a Frankl en una antesala mientras esperaba su entrada a la sala de ceremonias actuando de intérprete improvisado para aclarar algunas cuestiones técnicas y protocolarias que planteaba un Funcionario local (aunque yo estaba seguro que él entendía perfectamente lo que le estaba planteando). Una de las cuestiones que le presentaban era la referida al clima de hostilidad manifiesta de los alumnos de la Facultad de Psicología que mostraban su disconformidad con el otorgamiento de un Doctorado a un científico ajeno al Psicoanálisis, doctrina predominante en los estudios de grado.
Transmití a Frankl la previsión efectuada por las Autoridades y no pareció inmutarse. Entró en la sala que contaba con platea, repleta de autoridades y profesores, y una bandeja superior en la que se ubicaban los alumnos.
La confirmación del clima anunciado fue inmediata. Comenzó a hablar y dedicó varios minutos iniciales de su presentación a comparar su visión de las montañas alpinas (era un consumado alpinista) y las cumbres de la cordillera andina que observara muy bien en el descenso de su avión y desde la terraza de la Intendencia (Alcaldía) donde había sido declarado “Huesped de Honor”.
Luego, con pausado y brillante discurso se dedicó a describir los aportes y avances que surgieron de las ideas de Freud. La ya casi larga conferencia sobre este tema no preveía un lugar en tiempo y forma para explicar algo sobre Logoterapia.
Llegado, evidentemente, el tiempo previsto para el desarrollo de la presentación por el recibimiento de su Doctorado Honorario Frankl cerró su panegírico diciendo: “Freud fue un gigante de la ciencia”. “La Logoterapia apenas puede subirse a sus hombros para mirar un poco más allá y afirmar el valor del sentido de vida”. La explosión de aplausos provenientes de toda la sala y especialmente de los alumnos fue el colofón necesario a sus palabras.
Otra vez la “actitud” logoterapéutica, ahora al servicio de la comprensión del Hombre como un ser bio-psico-social-espiritual. Como tantas veces repitiera en otras conferencias, Freud con su aporte a la comprensión de la represión del instinto sexual, Adler haciendo el suyo para comprender la represión del instinto de poder y él mismo, Frankl, acentuando la represión del inconciente espiritual tantas veces responsable de la caída en el “sinsentido” y en el “vacío existencial”.
Queda explayarse sobre otras tantas anécdotas sobre su humor, fundante de una actitud ante la vida, no solamente en sus intervenciones psicoterapéuticas sino también en innumerables señalamientos dirigidos “sus colegas” según él y “discípulos” llenos de admiración, nosotros, para corregir tal o cual situación determinada, muchas veces relacionadas con las circunstancias que nos rodeaban. Muchos de esos señalamientos eran “galardonados” luego con una caricatura del observado, que todos guardamos con especial afecto.
La actitud “frankleana” está reflejada en muchos de sus libros. Con ellos él practicó lo que llamó “auto-biblio-terapia”. Muchas personas han encontrado el sentido perdido de sus vidas en situaciones límite apelando a esta bibliografía. Especialmente con “El Hombre en busca de sentido”, libro que se ha publicado en 24 idiomas y del que se vendieron más de nueve millones de ejemplares.
Parece ser que la Logoterapia es en alto grado adecuada para ello. Porque quien ha desarrollado en sus aspectos teóricos esos libros ha correspondido estas formulaciones con un compromiso personal. Frankl ha afirmado cientos de veces: “Yo he encontrado sentido a mi vida ayudando a los otros a encontrar sentido a la suya”.
Y lo ha demostrado en su actuación profesional y personal también cientos de veces.